El pequeño cocodrilo
Érase una vez una familia que tenía como mascota un pequeño cocodrilo. Les hacía gracia, corriendo por el jardín. Solía comer mucho, y a veces se portaba mal, pero en general estaban contentos con él.
Sin embargo, con el tiempo, iba creciendo. Comía cada vez más, y se portaba cada vez peor. Llegó al punto en que el cocodrilo amenazó con comerse a los niños pequeños. Decidieron que ya era hora de plantarse, y echar el reptil de la casa. No fue nada fácil; tuvieron que reunir a toda la familia, y hacer un gran esfuerzo colectivo, pero al final, tras recibir muchos golpes y algún mordisco, lograron expulsar el cocodrilo de su hogar.
Al día siguiente, todavía marcados por sus heridas, se pusieron a pensar en qué animal debían adquirir como la nueva mascota de la familia.
“¡Ya lo sé!” gritó el hijo mayor; “por qué no un pequeño cocodrilo? Hacen mucha gracia, y aunque a veces son traviesos, no son ni de lejos tan malos como el monstruo al que acabamos de echar.”
No sabemos cómo terminó esa discusión familiar. Pero sí debemos saber que si logramos deshacernos de las grandes empresas cocodrilo que nos destrozan la vida hoy, deberíamos pensar dos veces antes de remplazarlas con unas pequeñas empresas cocodrilo, por muy cooperativas y monas que éstas parezcan al principio.
Sin embargo, con el tiempo, iba creciendo. Comía cada vez más, y se portaba cada vez peor. Llegó al punto en que el cocodrilo amenazó con comerse a los niños pequeños. Decidieron que ya era hora de plantarse, y echar el reptil de la casa. No fue nada fácil; tuvieron que reunir a toda la familia, y hacer un gran esfuerzo colectivo, pero al final, tras recibir muchos golpes y algún mordisco, lograron expulsar el cocodrilo de su hogar.
Al día siguiente, todavía marcados por sus heridas, se pusieron a pensar en qué animal debían adquirir como la nueva mascota de la familia.
“¡Ya lo sé!” gritó el hijo mayor; “por qué no un pequeño cocodrilo? Hacen mucha gracia, y aunque a veces son traviesos, no son ni de lejos tan malos como el monstruo al que acabamos de echar.”
No sabemos cómo terminó esa discusión familiar. Pero sí debemos saber que si logramos deshacernos de las grandes empresas cocodrilo que nos destrozan la vida hoy, deberíamos pensar dos veces antes de remplazarlas con unas pequeñas empresas cocodrilo, por muy cooperativas y monas que éstas parezcan al principio.
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