Tres soluciones al “conflicto vasco”
Para evitar confusiones, aclaro que rechazo los atentados de ETA. Dejando aparte las cuestiones morales, si en todo este tiempo no han resuelto el contencioso, no parece que algunos más lo vayan a hacer.
¿Cuál, entonces, sería la solución?
Se me ocurren tres posibles soluciones. Empezaré con las que no me convencen.
Una es que toda la gente que hoy no se siente española, sino vasca, se levante mañana con el deseo espontáneo pero irreprimible de alabar a los reyes, escuchar a Julio Iglesias y limitarse a trabajar para pagar sus hipotecas.
Aunque este feliz modelo siempre ha topado con resistencias incluso en el resto del Estado —mientras escribo, centenares de empleados de la Nissan se manifiestan contra el despido— y parece poco probable que se imponga en Bilbao y Hernani.
Pasemos a la segunda opción: que el Estado reprima de una vez por todas, no sólo a ETA, sino a todo el “entorno de ETA”, es decir, a los centenares de miles de vascas y vascos que insisten en su derecho a la autodeterminación.
No hay duda de que sectores del Estado están por la labor. La cuestión es ¿qué pueden hacer que no se haya intentado ya? ¿Más represión, más cárcel, más prohibiciones? Otra vez, no hay motivo para pensar que lo que fracasó en el pasado tenga efecto ahora, por muchas veces que se anuncie el “golpe definitivo a la banda armada”.
Lo que nos lleva a la tercera opción, la novedosa. Que se deje decidir, en condiciones de paz y libertad, al pueblo vasco qué es lo que quiere.
Los detalles se podrán decidir; son lo de menos.
Pero si tanto los partidos nacionalistas (vascos) como los partidos “no nacionalistas” (es decir, nacionalistas españoles) están convencidos de que la mayoría está con ellos, ¿por qué no ponerlo a la prueba?
¿Es que el Estado español no está tan convencido de conseguir un “No”?
Muy posiblemente. Pero también se me ocurre otro motivo.
Si se permite al pueblo vasco decidir su futuro, ¿qué evitará que los trabajadores de la Nissan también exijan su derecho de decidir su destino? ¿O las y los vecinos de un barrio afligido por la especulación?
Quizá la solución al “conflicto vasco” vendrá cuando todas y todos pidamos nuestro derecho a decidir. Se me ocurre una consulta que sería muy popular: ¿más dinero para la banca o para la salud y la educación?
¿Cuál, entonces, sería la solución?
Se me ocurren tres posibles soluciones. Empezaré con las que no me convencen.
Una es que toda la gente que hoy no se siente española, sino vasca, se levante mañana con el deseo espontáneo pero irreprimible de alabar a los reyes, escuchar a Julio Iglesias y limitarse a trabajar para pagar sus hipotecas.
Aunque este feliz modelo siempre ha topado con resistencias incluso en el resto del Estado —mientras escribo, centenares de empleados de la Nissan se manifiestan contra el despido— y parece poco probable que se imponga en Bilbao y Hernani.
Pasemos a la segunda opción: que el Estado reprima de una vez por todas, no sólo a ETA, sino a todo el “entorno de ETA”, es decir, a los centenares de miles de vascas y vascos que insisten en su derecho a la autodeterminación.
No hay duda de que sectores del Estado están por la labor. La cuestión es ¿qué pueden hacer que no se haya intentado ya? ¿Más represión, más cárcel, más prohibiciones? Otra vez, no hay motivo para pensar que lo que fracasó en el pasado tenga efecto ahora, por muchas veces que se anuncie el “golpe definitivo a la banda armada”.
Lo que nos lleva a la tercera opción, la novedosa. Que se deje decidir, en condiciones de paz y libertad, al pueblo vasco qué es lo que quiere.
Los detalles se podrán decidir; son lo de menos.
Pero si tanto los partidos nacionalistas (vascos) como los partidos “no nacionalistas” (es decir, nacionalistas españoles) están convencidos de que la mayoría está con ellos, ¿por qué no ponerlo a la prueba?
¿Es que el Estado español no está tan convencido de conseguir un “No”?
Muy posiblemente. Pero también se me ocurre otro motivo.
Si se permite al pueblo vasco decidir su futuro, ¿qué evitará que los trabajadores de la Nissan también exijan su derecho de decidir su destino? ¿O las y los vecinos de un barrio afligido por la especulación?
Quizá la solución al “conflicto vasco” vendrá cuando todas y todos pidamos nuestro derecho a decidir. Se me ocurre una consulta que sería muy popular: ¿más dinero para la banca o para la salud y la educación?
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