Noruega: imaginemos que hubiera sido al revés
Imaginemos que hubiera sido al revés. Imaginemos que se tratase de un activista anticapitalista que llevaba varios años compartiendo ideas y propuestas con otros anticapitalistas, en blogs y foros. Imaginemos que escribiera profusamente, citando unos destacados autores anticapitalistas —da igual de cuál corriente; digamos Callinicos Bensaïd, Toni Negri y John Holloway— y afirmando su interés en aplicar sus ideas.
Y ahora imaginemos que hubiera matado, no a un centenar de millonarios, sino a uno solo.
¿Cuál sería la reacción mediática? “Fue sólo una persona aislada”, dirían. “Fue un loco”. “Lo que ha pasado no dice nada acerca de las ideas o los movimientos anticapitalistas”… insistirían con firmeza los reporteros… y aún más los tertulianos. Etc.
Y una mierda.
Cada grupo o red anticapitalista de todo el continente, del planeta entero, estaría sometido a una interrogación brutal, sospechas, detenciones. Daría igual de qué sensibilidad fuera, que si más parlamentaria, autónoma, revolucionaria… todas las corrientes sufrirían un acoso brutal, durante muuuucho tiempo.
Y ahora multipliquémoslo por cien.
Esto es lo que debería estar pasando ahora mismo a la extrema derecha.
Porque un fascista acaba de matar, uno por uno, a más de 80 jóvenes del partido laborista noruego —y por supuesto, tengo mis diferencias con el partido laborista noruego, pero ahora mismo ésta no es la cuestión— así como a 7 adultos en un edificio gubernamental con una enorme bomba.
Pero no está pasando. Por el momento, no hay una caza de brujas mediática, política, policial, a la extrema derecha.
“¿No es lo mismo?” Pues no, que no es lo exactamente comparable.
La izquierda anticapitalista critica a los millonarios, pero no aboga por el odio individual, el asesinato. (Los comentarios individuales hechos en Facebook o Twitter después de medianoche, tras tomar una copa demás, no cuentan como representativos de la posición de la izquierda anticapitalista.)
La izquierda anticapitalista no basa su política en tratar a una parte de la humanidad como a menos de humano, con menos derechos que los demás. La extrema derecha sí.
Su política se basa en el odio a los que son diferentes. Odio incluso a los que parecen iguales a ellos pero que no odian a los que parecen diferentes.
Para la derecha fascista, la matanza en Noruega no es una aberración; es su manera de actuar, cuando no tienen que mentir y disfrazarse para conseguir votos.
Ya lo vimos en los años 30. Y estamos empezando a verlo hoy.
En Catalunya, un partido dirigido por un franquista, un fascista confieso, presentó como cabeza de lista a un hombre condenado por crímenes terroristas. No estamos hablando de los años 30, sino del 22 de mayo de 2011.
Un militante del mismo partido —el número 7 de su lista en L’Hospitalet, para ser exactos— declaró en Facebook su admiración por el asesino noruego… hace dos días.
Hoy, cuando un centenar de familias noruegas aún no han enterrado a sus seres queridos, deberíamos decir una cosa muy clara a esta extrema derecha… a estos defensores de la “política identitaria”, como se hacen llamar tanto los políticos fascistas de aquí como el propio asesino noruego. Deberíamos decirles claramente que no vamos a dejar que vuelvan a hacer lo que hicieron en Italia a partir de los años 20, en Alemania tras 1933, y en el Estado español con Franco. Que hoy, más que nunca, tenemos claro lo que representan. Que mientras recordamos a los que yacen muertos en morgues en Oslo, tendremos tiempo para decir basta de medias tintas con el fascismo.
Los aplastaremos. Con un movimiento ciudadano, con movilizaciones, con octavillas, con pegatinas, pero con mucha firmeza, los vamos a barrer. Los vamos a echar del espacio público. El centenar de jóvenes y otros en Noruega son más que la última gota.
No queremos fascistas… en los ayuntamientos, en los medios, en el congreso de diputados, en nuestras calles, no los queremos en ningún lugar. Hace 75 años dijeron “No pasarán”… pero aquella vez pasaron, con un coste muy, muy alto. Esta vez, tenemos que ganar.
Y ahora imaginemos que hubiera matado, no a un centenar de millonarios, sino a uno solo.
¿Cuál sería la reacción mediática? “Fue sólo una persona aislada”, dirían. “Fue un loco”. “Lo que ha pasado no dice nada acerca de las ideas o los movimientos anticapitalistas”… insistirían con firmeza los reporteros… y aún más los tertulianos. Etc.
Y una mierda.
Cada grupo o red anticapitalista de todo el continente, del planeta entero, estaría sometido a una interrogación brutal, sospechas, detenciones. Daría igual de qué sensibilidad fuera, que si más parlamentaria, autónoma, revolucionaria… todas las corrientes sufrirían un acoso brutal, durante muuuucho tiempo.
Y ahora multipliquémoslo por cien.
Esto es lo que debería estar pasando ahora mismo a la extrema derecha.
Porque un fascista acaba de matar, uno por uno, a más de 80 jóvenes del partido laborista noruego —y por supuesto, tengo mis diferencias con el partido laborista noruego, pero ahora mismo ésta no es la cuestión— así como a 7 adultos en un edificio gubernamental con una enorme bomba.
Pero no está pasando. Por el momento, no hay una caza de brujas mediática, política, policial, a la extrema derecha.
“¿No es lo mismo?” Pues no, que no es lo exactamente comparable.
La izquierda anticapitalista critica a los millonarios, pero no aboga por el odio individual, el asesinato. (Los comentarios individuales hechos en Facebook o Twitter después de medianoche, tras tomar una copa demás, no cuentan como representativos de la posición de la izquierda anticapitalista.)
La izquierda anticapitalista no basa su política en tratar a una parte de la humanidad como a menos de humano, con menos derechos que los demás. La extrema derecha sí.
Su política se basa en el odio a los que son diferentes. Odio incluso a los que parecen iguales a ellos pero que no odian a los que parecen diferentes.
Para la derecha fascista, la matanza en Noruega no es una aberración; es su manera de actuar, cuando no tienen que mentir y disfrazarse para conseguir votos.
Ya lo vimos en los años 30. Y estamos empezando a verlo hoy.
En Catalunya, un partido dirigido por un franquista, un fascista confieso, presentó como cabeza de lista a un hombre condenado por crímenes terroristas. No estamos hablando de los años 30, sino del 22 de mayo de 2011.
Un militante del mismo partido —el número 7 de su lista en L’Hospitalet, para ser exactos— declaró en Facebook su admiración por el asesino noruego… hace dos días.
Hoy, cuando un centenar de familias noruegas aún no han enterrado a sus seres queridos, deberíamos decir una cosa muy clara a esta extrema derecha… a estos defensores de la “política identitaria”, como se hacen llamar tanto los políticos fascistas de aquí como el propio asesino noruego. Deberíamos decirles claramente que no vamos a dejar que vuelvan a hacer lo que hicieron en Italia a partir de los años 20, en Alemania tras 1933, y en el Estado español con Franco. Que hoy, más que nunca, tenemos claro lo que representan. Que mientras recordamos a los que yacen muertos en morgues en Oslo, tendremos tiempo para decir basta de medias tintas con el fascismo.
Los aplastaremos. Con un movimiento ciudadano, con movilizaciones, con octavillas, con pegatinas, pero con mucha firmeza, los vamos a barrer. Los vamos a echar del espacio público. El centenar de jóvenes y otros en Noruega son más que la última gota.
No queremos fascistas… en los ayuntamientos, en los medios, en el congreso de diputados, en nuestras calles, no los queremos en ningún lugar. Hace 75 años dijeron “No pasarán”… pero aquella vez pasaron, con un coste muy, muy alto. Esta vez, tenemos que ganar.
Más razón que un "santo", la persecución mediática y policial sería "el pan nuestro de cada día". Estamos padeciendo un ataque fascista sólo comparable al preludio de la segunda guerra mundial, el fascismo consentido e incluso justificado por aquellos que se autodefinen demócratas. Lo de Noruega no es una casualidad, es el síntoma de una sociedad en declive moral e intelectual. El espíritu de Goebbels máis vivo que nunca, la propaganda fascista y la cobardía, un cóctel que acabará por explotar. Opino lo mismo que tú, esta vez tenemos que ganar.
ResponderEliminarSalud.