Guerra, paz y la Unión Europea

Este texto da una perspectiva histórica sobre Europa y el imperialismo, y saca conclusiones acerca de lo que podemos esperar de la Unión Europea, con su nueva “Constitución”.

Argumento que, tarde o temprano, tendremos que enfrentarnos a intervenciones militares exclusivamente europeas, no sólo las de EEUU con o sin algún que otro país europeo. Esto nos planteará retos nuevos. Nos ha sido —relativamente— fácil movilizar contra Bush (con o sin Blair, Aznar…). Frente a una agresión solamente de la UE, será mucho más difícil superar las ideas de la “intervención humanitaria”, etc.

Para estar mejor ubicados ante esta situación, creo que tenemos que analizar más al fondo muchas ideas aceptadas: por ejemplo, las que se refieren a una Europa más pacífica que EEUU, o bien “sometida” a ese país. Lo escribo como una contribución a los debates entre los y las activistas de la izquierda en el movimiento antiguerra. El texto es largo, pero espero que sea útil.

David Karvala, activista de En lucha y de la Plataforma Aturem la Guerra, Barcelona.


Introducción. 1

Un siglo de imperialismo europeo. 2

La Europa del “imperialismo clásico” 2

La depresión: el fracaso del mercado. 3

La guerra fría. 4

Todo cambia. 5

El nuevo mundo. 5

Tras la guerra fría: Conflicto imperialista II 6

La UE en el nuevo mundo. 7

El movimiento antiguerra ante la Unión Europea. 9

La “Unión Europea de la paz” 10

Neoliberalismo económico y guerra. 10

Europa: ¿vasallo de EEUU?. 10

La UE y la OTAN. 11

¿Por la UE armada?. 12

Contra el imperialismo estadounidense y el imperialismo europeo. 13

Conclusión. 15

Gráfico 1: Gasto de EEUU como % del PIB.. 16

Gráfico 2: Gastos en defensa de países seleccionados. 16

La Unión Europea, como unión de veinticinco Estados con más de 450 millones de habitantes y la cuarta parte del producto nacional bruto mundial, es, inevitablemente, un actor de envergadura mundial… tiene que estar dispuesta a asumir su responsabilidad en el mantenimiento de la seguridad mundial y la construcción de un mundo mejor.

Unión Europea, Estrategia europea de seguridad, 2003

Si Europa entera se unifica, no por ello el «desarme» se producirá. El militarismo resurgirá más que nunca. A las antiguas luchas [entre los poderes europeos] sucederá una lucha monstruosa contra América y Asia.

N. Bujarin, La economía mundial y el imperialismo, 1915

Introducción

El “Tratado por el que se establece una Constitución para Europa” (la Constitución europea, CE) es un texto largo y bastante denso que, aparentemente, cubre una multitud de diferentes temas.

En la campaña del referéndum, entre los dos bandos (a favor del sí y del No) ha existido la tendencia de citar artículos de la CE que parecen confirmar lo que se intenta demostrar. Pero, dado que contiene algo al gusto de todo el mundo: desde “la paz, la justicia y la solidaridad en el mundo” hasta la “Agencia Europea de Defensa” y un sinfín de referencias al mercado libre, se plantea la pregunta: ¿Cómo podemos saber si, efectivamente, la Unión Europea será un defensor de la paz, o promoverá la guerra?

No simplemente por el texto.

Consideremos la Constitución Española de 1978, vigente durante el apoyo del Gobierno español a la invasión de Irak (y, por supuesto, mientras el Gobierno de Felipe González apoyaba el ataque a Irak de 1991, y varias intervenciones más). Su preámbulo afirma la voluntad de “Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la tierra.” Diferentes artículos de la misma Constitución recogen muchos elementos deseables —por ejemplo el derecho al trabajo y el compromiso con el pleno empleo— que nunca se han cumplido. No se trata de un error de redacción, sino de entender que los textos constitucionales son una cosa y la realidad otra muy diferente.

La Constitución estadounidense de 1787 comienza con estas rimbombantes palabras: “Para crear una Unión más perfecta, establecer la justicia, asegurar la tranquilidad doméstica, proveer para la defensa común, promocionar el Bienestar general, y asegurar las Bendiciones de la Libertad… establecemos esta Constitución.” Quizá los redactores no actuasen con mala fe, pero está claro que sus esclavos no iban a disfrutar del “Bienestar general” ni de “las Bendiciones de la Libertad” que tan fervientemente se proclamaban[1].

“Los ciudadanos… tienen el derecho al trabajo, es decir, que se les está garantizado derecho al empleo y al pago por su trabajo… Los ciudadanos… tienen derecho al descanso y al ocio. El derecho al descanso y al ocio está asegurado por la reducción de la jornada laboral a 7 horas para la enorme mayoría de los trabajadores…” La Constitución soviética de 1936 también prometió muchas cosas deseables, como se ve en estos artículos citados. Pero, en el mismo momento en que se aprobaba el texto, los dirigentes de la URSS estaban intensificando la explotación y extendiendo la jornada laboral, y tenían a más de 5 millones de personas encarceladas en campos de trabajo, donde se respetaba muy poco el descanso y, menos aún, el ocio.[2]

Entonces, para saber qué nos traerá la UE en el futuro, no basta con analizar los artículos de la CE. Tenemos que mirar la trayectoria de la Unión Europea y los cambios en su relación con el resto del mundo.

En lo que se refiere a las cuestiones de la guerra y la paz, una forma rápida de adivinar qué podemos esperar es mirar hacia las recientes acciones emprendidas en este campo de los Estados europeos que han impulsado la Constitución: la participación de las tropas británicas y polacas en la ocupación de Irak; la intervención de las tropas francesas en Costa Marfil; la participación de tropas alemanas en las “fuerzas de intervención” en la ex Yugoslavia; y —el último ejemplo y el más absurdo la invasión por parte del ejército español de la “Isla Perejil”.

Pero incluso esto sería limitado: algunos podrían esperar que estas políticas cambiasen de forma fundamental con un cambio de partido en el Gobierno.

Mi intención con este texto es considerar no sólo unas actuaciones específicas, sino cómo Europa ha llegado hasta aquí y cuál es el papel que juega en el mundo, para entender qué podemos esperar de la Unión europea en el próximo período.

No pretendo imponer una visión única de la cuestión, sino contribuir al debate y, espero, ayudar a romper la visión dominante, que se está promoviendo con tanto entusiasmo (y con tanto dinero nuestro) en los medios de comunicación y en los anuncios.

Un siglo de imperialismo europeo

La Europa del “imperialismo clásico”

A finales del siglo XIX, gran parte del mundo estaba dividido entre los poderes imperialistas europeos. El principal de éstos era Gran Bretaña, seguido por Francia. El Imperio español se estaba desmoronando, mientras que Alemania estaba estrenándose como poder imperial.

Ésa fue la época de la primera globalización, con un gran crecimiento del comercio internacional y, más o menos, un mercado libre[3].

Según las teorías económicas clásicas, la competencia libre produciría la mejor situación posible de balance entre la oferta y la demanda, pleno empleo, etc. Y por supuesto, la guerra ni entraba en sus esquemas.

No obstante, el mundo obstinadamente producía conflictos armados. Gran parte de éstos fueron intervenciones europeas para colonizar África y Asia.

Un ejemplo en que dos países “avanzados” chocaron directamente fue Cuba, donde EEUU tomó una posición “antiimperialista”, frente al poder colonial en decadencia de España.[4]

El detonante de la Primera Guerra Mundial fueron los conflictos en los Balcanes. En las guerras balcánicas de 1912 y 1913, los poderes europeos —Austro-Hungría, Rusia, Gran Bretaña…— intervinieron de varias formas… siempre, por supuesto, en apoyo a los derechos humanos de una u otra nacionalidad.

Finalmente, en 1914, estalló la Primera Guerra Mundial, enfrentando a los países imperialistas europeos en el conflicto bélico más sangriento, hasta ese momento, de la historia de la humanidad. Incluso aquí, los dirigentes de los diferentes países intentaron disfrazar sus actos bajo nombres como “autodefensa”, o “apoyo a los débiles”, frente a una agresión imperialista por parte de los demás.

Tristemente, la mayor parte de la izquierda organizada se tragó estas mentiras y apoyó la masacre, diciendo que su país sólo actuaba con las mejores intenciones, a favor de la paz y la justicia, etc. La mayoría del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), del Partido Laborista británico, del Partido Socialista Francés… se convirtió en patriota bélico.

La dirección del SPD hizo la siguiente declaración parlamentaria, justificando su apoyo a la guerra:

El despotismo ruso está manchado con la sangre de lo mejor de su propio pueblo. Su triunfo pondría en cuestión mucho, si no todo, para nuestra nación y su futura libertad. Es necesario alejar este peligro y asegurar la cultura y la independencia de nuestro propio país. […] Estamos de acuerdo con la Internacional [Socialista], que siempre ha reconocido el derecho de cada pueblo a la independencia nacional y a la autodefensa, igual que estamos de acuerdo con ella en condenar las guerras de conquista.

Insistimos en que esta guerra sea terminada en cuanto se haya garantizado nuestra seguridad y que nuestros adversarios estén así inclinados, mediante una paz que hará posibles las relaciones amistosas con nuestros países vecinos.

Los dirigentes de los partidos socialistas de Francia y Bélgica argumentaron:

Tenemos toda la certeza de defender la independencia y autonomía de nuestra nación contra el imperialismo alemán.

No luchamos contra el pueblo alemán, cuya autonomía e independencia respetamos igualmente.

Es con la certeza de apoyar el principio de la libertad, el derecho del pueblo a disponer de sí mismo, que los socialistas franceses y belgas sufrimos la dura necesidad de la guerra.

El Partido Laborista británico, por su parte, declaró:

El Partido Laborista en el Parlamento… reconoció que Gran Bretaña, tras haber agotado los recursos de la diplomacia pacífica, estaba obligada por honor, así como por tratado, a resistir por las armas la agresión de Alemania. El partido se dio cuenta de que si Inglaterra no hubiera mantenido sus promesas con Bélgica […] la victoria del ejército alemán habría sido probable, y la victoria de Alemania significaría la muerte de la democracia en Europa.

Las aspiraciones de la clase trabajadora de mayor poder económico y política serían bloqueadas, frustradas, y destrozadas, como ha ocurrido en el Imperio Alemán. Las ideas democráticas no pueden florecer en un Estado donde el militarismo es dominante; y el Estado militar con una clase trabajadora servil e impotente es el ideal político declarado de la casta dirigente alemana.[5]

Finalmente, aunque la falta de participación directa del Estado español en el conflicto significó que el tema no se plantease de forma tan aguda como en el resto de Europa, el PSOE sí tomó una posición. Según Tuñón de Lara:

Desde el comienzo de la guerra mundial, el Partido Socialista se había mostrado partidario de la neutralidad por razones de la situación específica de España, pero sin ocultar su simpatía por las potencias aliadas. Ese mismo criterio fue sustentado por Pablo Iglesias en las Cortes.

En el X Congreso del PSOE, celebrado en octubre de 1915, se aprobó una resolución que decía: “De vencer el imperialismo austrohúngaro, habrá un retroceso o un alto para el socialismo y la democracia; de obtener la victoria los países aliados, nuestra causa realizará grandes progresos, incluso en Alemania y Austria.”[6]

La excepción fue la izquierda radical y revolucionaria, con individuos destacados como Rosa Luxemburgo en Alemania o el irlandés James Connolly, y unas pocas organizaciones, como el Partido Bolchevique de Lenin en Rusia y la CNT en el Estado español.[7] Quizá lo más impresionante fue la posición de los socialdemócratas de Serbia, que se opusieron frontalmente a la guerra, y mantuvieron que “Cuando se cuenten los costes de la guerra, los Grandes poderes, por supuesto, tratarán a las naciones pequeñas de los Balcanes y Asia como a meros objetos para ser repartidos como recompensa”.[8]

Pero incluso dentro de la izquierda antibelicista hubo teóricos, como Karl Kautsky, que argumentaron que la integración económica internacional hacía que la lógica de la guerra fuera en contra de la lógica de la economía. Vieron la Primera Guerra Mundial como algo extraño al capitalismo; para estos pacifistas, una solución al conflicto bélico era intentar convencer a los dirigentes del mundo de que la guerra no representaba sus intereses reales:

No hay ninguna necesidad económica para continuar la carrera armamentística tras la Guerra Mundial, incluso desde el punto de vista de la misma clase capitalista, con la posible excepción de los intereses armamentísticos. Al contrario, la economía capitalista está gravemente amenazada, precisamente por estas disputas. Hoy, todo capitalista con visión debe llamar a sus compañeros: ¡capitalistas de todos los países, únanse![9]

Para la izquierda revolucionaria, en cambio, la Primera Guerra Mundial no fue una aberración inexplicable que nunca podría repetirse, sino que ésta era el producto directo de la competencia internacional capitalista. Como argumentaba Bujarin en su libro visionario, La economía mundial y el imperialismo de 1915:

Toda la estructura de la economía mundial empuja a la burguesía a la política imperialista […] toda expansión capitalista termina tarde o temprano en un desenlace sangriento.[10]

Considerando la sucesión de guerras que siguió, a destacar la gran masacre de la Segunda Guerra Mundial, queda claro qué visión se acercaba más a la verdad: la defensa de las buenas intenciones de sus propios países que mantenían los dirigentes socialdemócratas; las esperanzas de convencer a los dirigentes para que respondiesen a los “intereses reales” de los pacifistas; o la posición de los y las revolucionarios de oponerse de forma intransigente a los dirigentes de todos los países imperialistas, f cual fuese la retórica humanitaria de éstos.

La Primera Guerra Mundial demostró que la competencia capitalista (“libre y no falseada”, como insiste la CE) no se limita a cuestiones de precios y cuotas de mercado, sino que su lógica la lleva a terminar expresándose mediante la guerra y la pérdida de millones de vidas.

La depresión: el fracaso del mercado

Tras la Primera Guerra Mundial, se vio que no se habían solucionado los problemas económicos y que, en algunos casos, éstos se habían agravado. El crac de 1929 y la larga depresión de los años 30, plantaron las bases para el auge del nazismo en Alemania y luego de la Segunda Guerra Mundial.

Esta experiencia nos aporta otro elemento importante para entender la situación actual.

Las políticas económicas de casi todos los Estados de la época se basaban en la ortodoxia económica del mercado. Cuando había recesión económica, y por tanto menos ingresos fiscales, los Estados reducían sus gastos. Como analizó el economista británico Keynes, esto sólo profundizó la crisis, al reducir aún más la demanda total de mercancías. Así, la recesión se convertía en una depresión en toda regla.

Keynes abogó por una política contraria: frente a una crisis, se debía aumentar la inversión estatal, para contrarrestar sus efectos. Esta política de gestión de la demanda global no se adoptó en ese momento, pero iba a convertirse en la nueva ortodoxia de la posguerra.

Keynes contribuyó de forma decisiva a la creación en 1944 del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial; en aquel momento, dos órganos dedicados al intento de gestión económica mundial.

La guerra fría

Si la primera parte del s.XX se caracterizó por la fusión completa entre la competencia económica y la militar, la posguerra parecía separarlas completamente.

El factor principal geopolítico fue la guerra fría. Por un lado estaba Estados Unidos, enormemente fortalecido por su victoria en la Segunda Guerra Mundial, durante la cual, en contraste con las potencias europeas, no había sufrido ninguna destrucción de su base productiva: al contrario, ésta había crecido.

Por el otro estaba la URSS, ya muy lejos de sus orígenes revolucionarios, que controlaba con mano de hierro su nuevo imperio en el este de Europa. Si bien su tejido industrial —por no hablar de su población— había sufrido mucho en la guerra, su sistema social (que algunos llamamos capitalismo de Estado) contribuyó a que se pudiese volver a construir la industria pesada bastante rápidamente, sin la “pérdida” de recursos del Estado de bienestar que los movimientos obreros estaban arrancando a sus dirigentes en gran parte de Europa occidental.

La guerra fría representaba una competencia entre las dos grandes superpotencias bajo una forma casi exclusivamente militar. Su aspecto directamente económico se limitaba al hecho de que la producción de tanques, misiles, etc. dependía de la existencia del resto del tejido industrial, y de la eficacia de éste. Pero no se trataba de que vendedores de Kaláshnikov fueran por el mundo intentando ganarse a los clientes del M-16, mediante anuncios de ofertas especiales…

La competencia económica ocurría principalmente dentro del bloque occidental, entre los países europeos, Japón y EEUU. La guerra fría, donde todos estos países eran aliados, hizo que esta competencia no tuviese el aspecto directamente militar que había tenido a principios del s.XX.

Vale la pena detenerse un momento en la OTAN, a la que pertenecían todos los países europeos de peso.[11] La OTAN fue el instrumento principal del bando occidental en la guerra fría. Fue el marco mediante el que se destinaban a centenares de miles de soldados a la frontera con los países del Este y, aún más preocupante, el que llenó Europa de armas de destrucción masiva de verdad, miles de cabezas nucleares.

A pesar del papel central que siempre jugaba EEUU en la OTAN, ésta se rige por consenso. En otras palabras, toda acción de la OTAN comporta el beneplácito de los Gobiernos de todos sus países miembros.

Los que han gobernado Europa occidental durante el último medio siglo no pueden fingir que representen una política más pacífica que la de EEUU. Durante toda la guerra fría, habría bastado sólo con decir “no”, y la OTAN habría quedado congelada.

Esto se aplica tanto a los partidos abiertamente burgueses como a los partidos socialdemócratas. En la Guerra fría, las direcciones de los partidos “socialistas”, por lo general, fueron grandes entusiastas de la OTAN, y aliados leales de EEUU.

En Gran Bretaña, por ejemplo, fue el Gobierno laborista de la posguerra el responsable de gastar millones de libras en desarrollar una bomba nuclear británica… sin ni siquiera informar al Parlamento hasta más tarde. El Ministro de Exteriores laborista, Ernest Bevin, fue un gran entusiasta de la creación de la OTAN; la describió en el Parlamento británico como “un arreglo poderoso defensivo”, y describió el hecho de firmar el Tratado en 1949 como “uno de los grandes momentos de mi vida”.[12]

Tanto el Partido Laborista como el SPD alemán defendieron fuertemente la “democracia occidental” frente al “comunismo” de Stalin (olvidando que una de las “democracias” que fundaron la OTAN en 1949 fue Portugal, bajo dictadura). El Partido Socialista Francés declaró que: “En las democracias, el Partido Socialista aparece como el baluarte más sólido ante el comunismo.”

Y finalmente, el PSOE, por supuesto, tras haber declarado su oposición a la OTAN en las elecciones generales de 1982, y haber prometido un referéndum si ganaba, dio un giro de 180 grados. Así que, en un momento en que Ronald Reagan y Margaret Thatcher estaban llenando Europa con mísiles nucleares, el PSOE defendió —con argumentos acerca de la paz— la permanencia en la OTAN en el referéndum de 1986.[13]

Quizá los diversos dirigentes europeos calculasen que el enemistarse con EEUU —lo que con toda seguridad habría pasado— y, posiblemente, ver sus intereses amenazados por la URSS, era un coste demasiado alto a pagar por sus supuestos principios antibelicistas. Como dijo Eric Hobsbawm en su monumental historia del siglo XX:

Los Gobiernos de la alianza OTAN, aunque lejos de contentos con la política estadounidense, estaban dispuestos a aceptar la supremacía americana como el precio de la protección contra el poder militar de un sistema político aborrecible, mientras existiese ese sistema.[14]

Pero ésta es precisamente la cuestión: demostraron que, al elegir entre los beneficios y la paz, se quedaron con los beneficios. Es algo que volveremos a ver.

Fue en esta situación que se dieron los primeros pasos hacia la Unión Europea con la creación, en los años 50, de la Comunidad del Carbón y el Acero, un órgano de gestión económica. En sus primeras décadas, la Comunidad Económica Europea tenía un aspecto bastante keynesiano, igual que las políticas económicas de sus Estados miembros.

La vuelta de las crisis, y el final de la guerra fría, iba a cambiar la situación de nuevo.

Todo cambia

Para entender por qué se acabaron el largo boom y la guerra fría, hay que entender qué significaban.

Muchos economistas —más notablemente Marx, pero no sólo él— habían señalado la tendencia del capitalismo decimonónico a ciclos de boom y crisis.

Pero, en la posguerra, parecía que ya no hubiera crisis; las economías occidentales crecían un año tras otro. Los keynesianos lo atribuían al éxito de su gestión económica. De hecho, y como se vería con la llamada “crisis del petróleo” de 1973, la política keynesiana era como un paraguas lleno de agujeros: funciona perfectamente, siempre que no llueva.

Otra explicación del largo boom la dieron algunos marxistas, como Tony Cliff[15]. Identificó el papel económico del enorme gasto armamentístico de EEUU y de la URSS.

Simplificando, Marx había argumentado que las crisis son el resultado de que los booms económicos llevan a la sobreproducción, a que productos se queden sin vender, lo que lleva a las empresas a hacer recortes, provocando una recesión. De ahí, el ciclo de boom y recesión que había caracterizado al capitalismo antes de la Segunda Guerra Mundial. Además, con el tiempo, la automatización hizo que hubiera cada vez menos mano de obra humana —la fuente última de las ganancias— en comparación con la maquinaria. Esto llevó a una caída en la tasa de beneficios, lo que impulsaría al capitalismo hacia el colapso, de una forma u otra.[16]

Cliff argumentó que el desvío de recursos de la economía productiva, hacía que la fabricación de armas actuase como un freno en todo este proceso. Por poner una analogía, el sistema capitalista es normalmente como un coche sin frenos; va muy rápido durante un tiempo, pero luego choca. La economía de la posguerra, con el peso del gasto en armas, podía ir mucho más lejos gracias, precisamente, al hecho de tener este freno.

¿Qué impedía que esta situación continuase?

Una salida terminal casi se vivió en 1962, en la crisis de los misiles, cuando el mundo estaba al borde de una guerra nuclear.

La salida que se dio fue una más gradual. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la economía de EEUU era tan grande como las demás economías occidentales juntas. Podía soportar, sin muchos problemas, el peso del gasto en armas. Pero el boom al que este gasto contribuía hacía crecer todas las economías occidentales, incluso de forma preferencial a las que no tenía que cargar con el gasto en armas, y que podían aprovecharse al máximo de avances en la economía productiva; o sea, Alemania y Japón.

En los años 70, EEUU había perdido terreno en lo económico, y tenía cada vez más dificultades para mantener sus gastos militares. Gracias en parte a esto, y por supuesto en gran parte gracias a la resistencia vietnamita y el movimiento antiguerra doméstico, tuvo que retirarse de la guerra de Vietnam.

No se trata de un proceso mecánico de causa y efecto, pero se ve como, conforme los gastos militares fueron cada vez menos capaces de ahuyentar las crisis, y dado que EEUU podía soportar estos gastos cada vez menos, desde 1973 en adelante, la economía mundial ha vuelto al ciclo de boom y recesión.

Y ¿qué le pasó al keynesianismo? Puesto a prueba, fracasó. Como dijo el Primer Ministro británico en 1976 (un laborista) “tenemos que reconocer que no se puede salir de una crisis gastando dinero público”. Afirmaciones de este tipo se convirtieron en lo que ahora se llama el neoliberalismo.

Estas políticas fueron adoptadas por Margaret Thatcher en Gran Bretaña, por Ronald Reagan en EEUU y luego, uno tras otro, por los dirigentes europeos, incluyendo a socialdemócratas como el President Mitterand en Francia en los años 80 que, tras un breve experimento keynesiano, también se volvió neoliberal.

Al ser dirigido formalmente (dejando a un lado el papel de los lobbies empresariales) por los Estados, esta conversión al neoliberalismo no iba a tardar mucho en reflejarse en la Unión Europea.

El nuevo mundo

¿Cuál es el nuevo sistema surgido al acabar el largo boom?

El problema fundamental para las empresas, y por tanto para los dirigentes de los países donde se encontraban estas empresas, era la caída de las ganancias. Su objetivo era, simplemente, intentar que volviesen a obtener beneficios.

El método más directo era atacar a los trabajadores; al reducir sus salarios, quedaría más para los capitalistas. Conseguir esta reducción en el salario real (es decir, mantener cualquier aumento salarial por debajo de la inflación) implicaba enfrentarse con el movimiento sindical. Esto se hizo con más fuerza en EEUU, donde Reagan despidió, entre 1981-82, a la plantilla entera de controladores aéreos, y Gran Bretaña, donde Thatcher empleó toda la fuerza del Estado para derrotar a los mineros, en huelga durante el año 1984-85, abandonados por casi toda la dirección sindical y laborista.

De manera más suave, pero lo mismo se aplicaba en toda Europa: reduciendo los servicios sociales de la clase trabajadora, es decir, reduciendo el coste del salario indirecto. A la misma vez, se aplicaban recortes en los impuestos a los capitalistas, y se mantenían varias subvenciones a sus empresas; lo que Noam Chomsky llama el Estado de bienestar de los ricos.

Junto a los recortes sociales, iba la privatización de muchos servicios públicos. Ésta tenía una doble función; por un lado, se intentaba, otra vez, reducir el coste del salario indirecto. Por otro, se abrieron nuevos campos para que las empresas ganasen beneficios. Donde, antes, la provisión de telefonía, de luz, de agua, etc. se había visto como un servicio público, ahora se convirtió en un negocio muy atractivo.

Por último, se dio un impulso al proceso de la internacionalización de la producción. En la “primera globalización”, de finales del siglo XIX y principios del s.XX, se había tratado de la compra de materias primas, y de adquirir o crear empresas que producían dentro del país en cuestión. Ahora se trataba de crear cadenas de producción internacionales, o al menos regionales. Pensemos en Volkswagen-Seat-Skoda en Europa, o las plantas de empresas estadounidenses dispersas entre Canadá, EEUU y México.

¿Qué le pasó a la URSS y al bloque soviético? Pues, muchas cosas, incluyendo unas luchas obreras muy importantes.[17] Pero, en el plano económico, la mayor parte de las respuestas ante la crisis del capitalismo occidental eran imposibles para el capitalismo de Estado vigente en esos países. Los salarios ya eran muy bajos, y el Estado de bienestar bastante limitado, en comparación con los países de Europa occidental (comparado con África o la mayor parte de América Latina era otra cosa, por supuesto). Además, los trabajadores ya habían mostrado que no sería fácil imponerles los recortes. Asimismo, la estructura socioeconómica del Este hizo que no hubiera posibilidades de privatizaciones importantes, hasta más tarde.

Finalmente, la salida mediante la internacionalización de la producción tampoco se le abrió. Ford o General Motors podían establecer sucursales de muchos países, sin grandes complicaciones. Para la URSS S.A., era difícil hacer lo mismo, excepto quizá en los países de Europa del Este, pero incluso aquí los dirigentes tenían más interés en establecer relaciones económicas con Occidente que en empantanarse aún más con la URSS.

El resultado fue que, a pesar de (o debido a, según las preferencias) los intentos de Gorbachev y Cía., el capitalismo de Estado fracasó —igual que lo había hecho el modelo keynesiano en Occidente— y se abrió paso el neoliberalismo también en el Este.

El colapso del muro de Berlín y la disolución de la URSS fueron recibidos con diversas reacciones, entre las cuales estaba la tesis del “final de la historia”, el fin de las guerras, etc. Nada más lejos de la verdad.

La internacionalización de la producción no es gratis, Significa que los países industriales tienen intereses repartidos por el mundo como nunca antes. Si no los tienen todavía, tienen que establecerlos, lo que podría ponerlos en competencia con otros poderes industriales. A la vez, todos éstos entran en potenciales conflictos con los Gobiernos de los países donde invierten, que quieren su propia parte del pastel, y que podrían intentar bloquear completamente la entrada de las empresas extranjeras.

Tras la guerra fría: Conflicto imperialista II

Así que el final de la guerra fría ha traído consecuencias contradictorias. En esta nueva situación, el riesgo de guerra nuclear entre las superpotencias se ha reducido enormemente, lo que por supuesto es positivo. Pero no supone el “fin de la historia”, ni un nuevo orden mundial de paz y prosperidad, sino el inicio de un período peligroso de conflicto y guerra.

Al caer el muro de Berlín, acabando con los viejos bloques de la guerra fría, también cayó el muro entre la competencia económica —entre EEUU y sus aliados— y la competencia militar.

En el nuevo panorama mundial, EEUU es, con creces, el principal poder en el mundo, pero no es el único y su posición no está exenta de problemas.[18]

En lo militar, EEUU tiene una posición (casi) incuestionable. Aunque, como se ha explicado arriba, su gasto militar es bastante menor de lo que era en los años 50 y 60 (ver el Anexo 1), sigue gastando cualitativamente más que los demás países del mundo, en 2002 EEUU representó un 43% del total gasto militar mundial.[19]

En lo económico, sin embargo, EEUU no tiene tanto predominio. Aun siendo el país con la mayor economía del mundo, tiene un “doble déficit” muy grave: el Estado gasta mucho más de los que ingresa en impuestos; y el país importa mucho más de lo que exporta.[20] El resultado es una deuda masiva, tanto deuda pública como deuda por parte de las personas y las empresas.

Esto hace que la posición de EEUU sea vulnerable; si los inversores extranjeros dejasen de prestar dinero a EEUU, la economía se hundiría.

Todo esto hace que sectores de la clase dirigente estadounidense se preocupen por mantener la posición predominante de la que disfruta su país ahora. El Proyecto por un Nuevo Siglo Americano se centra en cómo evitar que la pierdan. Su declaración de principios incluye las siguientes palabras:

Al llegar al final del s.XX, Estados Unidos queda como el poder predominante en el mundo. Después de llevar a Occidente a la victoria en la Guerra Fría, América se enfrenta a una oportunidad y a un reto: ¿Tiene EEUU la visión para construir sobre los logros de las décadas recientes? ¿Tiene EEUU la resolución para formar un nuevo siglo favorable a los principios e intereses estadounidenses?[21]

La lógica de este argumento se explica en el mismo informe:

Estados Unidos es la única superpotencia del mundo, combinando un poder militar preeminente, el liderazgo tecnológico global, y la mayor economía del mundo. […] Actualmente, Estados Unidos no se enfrenta a ningún rival global. La gran estrategia de América debe dirigirse a preservar y a extender esta posición ventajosa hacia el futuro, tanto como sea posible. Existen, sin embargo, Estados potencialmente poderosos insatisfechos con la situación actual y deseosos de cambiarla, si pueden […]. Hasta ahora, han sido disuadidos de hacerlo por la capacidad y presencia global del poder militar americano. Pero, conforme este poder decae, relativa y absolutamente, las condiciones felices que surgen de él quedarán, inevitablemente, socavadas.

El preservar la situación estratégica deseable en la que Estados Unidos se encuentra ahora requiere de una capacidad militar preeminente en el ámbito global, tanto hoy como en el futuro.[22]

Ostensiblemente, sus preocupaciones se centran en el terrorismo internacional, en los “Estados fracasados”, y hasta cierto punto, en China. Pero al expresar su deseo de dominar el s.XXI igual que dicen haber hecho con el s.XX, inevitablemente crean potenciales conflictos con cualquier otro poder en el mundo.

Todo esto, quizá, no pasaría de una anécdota acerca de un sector de opinión entre muchos, si no fuera porque los autores de este texto son los que ahora deciden la política exterior de EEUU, el sector conocido como los “neoconservadores”. Así que la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) de EEUU, adoptada por la Administración Bush en 2002, recoge la misma idea rectora:

Estados Unidos posee una fuerza e influencia en el mundo sin precedentes —y sin igual—. […] Esta posición conlleva responsabilidades, obligaciones y oportunidades inconmensurables. La gran fuerza de esta nación debe usarse para promocionar un balance de poder que favorezca la libertad. […]

Trabajaremos para traducir este momento de influencia en décadas de paz, prosperidad y libertad. La estrategia de seguridad nacional de EEUU se basará en un internacionalismo distintivamente estadounidense que refleje la unión de nuestros valores de nuestros intereses nacionales.

Uno de los instrumentos para ejercer esta influencia es el ataque “preventivo”. Como argumenta la NSS:

Estados Unidos ha mantenido desde hace mucho tiempo la opción de acción preventiva para responder a una amenaza suficiente a nuestra seguridad nacional. Por mayor que sea la amenaza, mayor es el riesgo de inacción— y más convincente el argumento para tomar la delantera en cuanto a acciones anticipatorias para defendernos. [23]

Fue con esta visión con la que EEUU lanzó la guerra contra Irak: una intervención para “favorecer la libertad” y para responder a la amenaza de las famosas “armas de destrucción masiva”.

La UE en el nuevo mundo

Los rivales potenciales de EEUU incluyen a los países europeos. Individualmente, estos países no pintan tanto, pero como conjunto, representan (con la reciente ampliación) una población mucho mayor que la de EEUU. Su PIB es ahora mayor que el de EEUU.

En la competencia estrictamente económica, EEUU tiene todas las cartas para perder, frente a la Unión Europea. En Europa del Este, Alemania le gana; en África, Francia es un rival que tiene intereses muy importantes; en algunos países de América Latina, el Estado español le pisa los talones fuertemente.

Donde EEUU tiene una enorme ventaja es en la competencia militar. En los sucesivos conflictos en el Golfo Pérsico —mucho más cercano geográficamente a Europa que a EEUU— ha sido el ejército estadounidense el que ha marcado el paso. Cuando estalló el conflicto en los Balcanes, dentro del mismo continente, Europa tuvo que depender de EEUU para defender sus intereses. Esto preocupó a los dirigentes europeos, y lo dicen claramente.[24] Para ellos, fue una señal de que tenían que fortalecer Europa como entidad política y militar.

Como explica Javier Solana:

La política de seguridad y defensa de la Unión [es …] una necesidad, debido a tres motivos: primero, por la acumulación de crisis y situaciones de inestabilidad internacional que constituyen el entorno estratégico de la Unión, ya sea en su vecindad más inmediata, en los Balcanes o el Mediterráneo, como en zonas más alejadas, como Oriente Próximo o Afganistán. La segunda razón está relacionada directamente con la globalización: en un mundo globalizado y caótico, ya no es posible, en efecto, separar artificialmente prosperidad y seguridad, si no es de forma ilusoria. El peso económico y social alcanzado a partir de ahora por la Unión de 25 —un cuarto del PNB mundial y 450 millones de habitantes—, la integración cada vez más profunda de sus economías y su desarrollo no permiten ya a los europeos vivir al margen de los sobresaltos del mundo ni esquivar sus responsabilidades políticas en la pacificación de la globalización. Por último, la tercera razón es el carácter inevitable del multilateralismo en la gestión de las crisis internacionales; ninguna nación puede hacerlo todo ni regularlo todo completamente sola. Los europeos de la Unión deberán asumir juntos una parte creciente de la responsabilidad de la estabilización de las crisis, bien de forma autónoma, como en 2003 en el Congo, o en asociación con Estados Unidos de América cuando lo juzguen necesario.[25]

Así que, poco después de terminar la guerra fría, cuando la tinta de los artículos acerca del nuevo mundo pacífico no se había secado aún, los países de la Unión Europea estaban dando pasos hacia convertirse en un poder mundial, no sólo en el ámbito económico, sino también en el militar.

El Tratado de Maastricht, firmado el 7 de febrero de 1992, declaró por primera vez a la Unión Europea como tal, superando las viejas denominaciones como Comunidad Económica Europea. Fue en Maastricht donde se hizo del dogma neoliberal —por ejemplo el control estricto del déficit— la ley económica de la Unión europea. Pero también se unieron directamente las metas económicas y de “seguridad”:

La Unión tendrá los siguientes objetivos:

- promover un progreso económico y social equilibrado y sostenible, principalmente mediante la creación de un espacio sin fronteras interiores, el fortalecimiento de la cohesión económica y social y el establecimiento de una unión económica y monetaria que implicará, en su momento, una moneda única, conforme a las disposiciones del presente Tratado,

- afirmar su identidad en el ámbito internacional, en particular mediante la realización de una política exterior y de seguridad común que incluya, en el futuro, la definición de una política de defensa común que podría conducir, en su momento, a una defensa común…[26]

En aquel momento, fueron las medidas económicas las que se impusieron con más fuerza, y Maastricht se convirtió en sinónimo de la austeridad fiscal impuesta desde la UE.

Tras las cumbres de Ámsterdam en 1999 y Niza en 2000, se dio más cuerpo al elemento militar de la UE. El Tratado de la Unión fue enmendado para incluir “misiones de mantenimiento de la paz y misiones en las que intervengan fuerzas de combate para la gestión de crisis, incluidas las misiones de restablecimiento de la paz”, o sea, intervención militar en el extranjero, en el nombre de la UE.[27]

Además, desde Maastricht en adelante, se iba explicitando la colaboración con la Unión Europea Occidental (UEO) —una forma temprana de colaboración militar en el marco europeo— y con la OTAN.

En la misma cumbre de Maastricht, los países de la UE pertenecientes a la UEO —Alemania, Bélgica, Estado español, Francia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal y Reino Unido— hicieron la siguiente declaración:

Los Estados miembros de la UEO coinciden en la necesidad de desarrollar una genuina identidad europea de seguridad y defensa y asumir una mayor responsabilidad europea en materia de defensa. Se perseguirá esta identidad mediante un proceso gradual compuesto de fases sucesivas. La UEO formará parte integrante del proceso de desarrollo de la Unión Europea e incrementará su contribución a la solidaridad dentro de la Alianza Atlántica. Los Estados miembros de la UEO acuerdan reforzar el papel de la UEO con la perspectiva, a largo plazo, de una política de defensa común dentro de la Unión Europea que, en su momento, podría conducir a una política de defensa común compatible con la de la Alianza Atlántica.

La UEO se desarrollará como el componente defensivo de la Unión Europea y como un medio para fortalecer el pilar europeo de la Alianza Atlántica.

Un notable compromiso adoptado por los mismos países en la misma declaración fue el de “una cooperación intensificada en materia de armamento, con objeto de crear una Agencia Europea de Armamento”.[28] Una parte importante de estos compromisos de la UEO se han convertido en cláusulas del Tratado de Constitución.

Pero incluso antes de redactarse la Constitución, la Unión Europea ya había acordado una estrategia de seguridad. Aquí se explica, más claramente incluso que en el texto constitucional, la nueva actitud:

la creciente convergencia de los intereses europeos y el fortalecimiento de la solidaridad dentro de la UE convierten a la Unión Europea en un actor más creíble y eficaz. Europa tiene que estar dispuesta a asumir su responsabilidad en el mantenimiento de la seguridad mundial y en la construcción de un mundo mejor. […]

Tenemos que desarrollar una estrategia que favorezca la intervención temprana, rápida y, en caso necesario, contundente.

Una Unión de 25 miembros, cuyo gasto en defensa superará los 160.000 millones de euros, debería poder realizar varias operaciones simultáneamente. […]

La intervención preventiva puede evitar que se planteen problemas más graves en el futuro. Una Unión Europea que asuma una mayor responsabilidad y que desempeñe un papel más activo tendrá mayor peso político. […]

La relación transatlántica es insustituible. Actuando juntos, la Unión Europea y los Estados Unidos pueden constituir una fuerza extraordinaria en pro del bien en el mundo. Nuestro objetivo ha de ser una asociación eficaz y equilibrada con EEUU. Ello constituye un motivo adicional para que la UE siga desarrollando sus capacidades y gane en coherencia.[29]

Existe un paralelismo importante entre la actitud de la UE y la de EEUU: desde la constatación de su propia importancia en el mundo, pasa a otorgarse responsabilidades para intervenir en el resto del planeta, y se intentan justificar los ataques preventivos (la “intervención preventiva” en la versión europea). Incluso la insistencia en poder realizar más de una operación militar es calcada a la posición de EEUU.[30]

Para acabar este resumen de los antecedentes militaristas de la Unión Europea, leamos los comentarios de Javier Solana, ante los avances en esta dirección. Señala como “una paradoja” el hecho de que:

de todas las prerrogativas de los Estados, la política de seguridad y defensa es sin duda la que más difícilmente se presta a un enfoque europeo colectivo; ahora bien, después de la moneda, es en esta dimensión en la que la Unión ha realizado los progresos más rápidos y espectaculares de los últimos cinco años. […]

Hace cinco años nadie se habría atrevido a apostar que la Unión tendría pronto responsabilidades directas en materia de gestión de crisis, un Comité Militar, un Estado Mayor con operaciones militares bajo su responsabilidad, una Agencia de armamento, una cláusula de solidaridad en caso de atentados terroristas y, sobre todo, una visión común de las amenazas y de las repuestas adecuadas; en otras palabras, una estrategia de seguridad auténticamente europea. Sin embargo, éstas son ahora realidades tangibles en el seno de la Unión Europea.[31]

Y la explicación de esta paradoja la dio Solana de forma extensa en el resto de su contribución.

Una versión más corta la encontramos en la contribución de Michel Barnier, antiguo comisario de la UE, con responsabilidades en defensa, y ahora Ministro de Asuntos Exteriores de Francia. Según él: “La Unión no puede construir una auténtica política exterior sin dotarse de capacidades de acción en el ámbito militar.”[32] Y, por supuesto, en una economía globalizada, la Unión Europea no tiene la opción de prescindir de “una auténtica política exterior” si quiere defender sus intereses comerciales.

Lo que encontramos es que el aspecto militar de la “construcción europea” no es un invento de unos pocos belicistas, frente a otros dirigentes europeos, más partidarios de una Europa pacifista. Y tampoco es ni una imposición de Estados Unidos, ni una amenaza a este país.

Representa, al contrario, una conclusión lógica para cualquier poder económico de importancia, en un mundo de competencia capitalista.

Los artículos de la CE que respaldan esta trayectoria militar de la UE no son, por tanto, una aberración en el texto; más bien, son un acompañante necesario de las políticas neoliberales promovidas en el resto del mismo.

Las provisiones de la CE no son, en general, muy nuevas, sino que recogen los acuerdos ya tomados previamente: eso sí, otorgándoles el estatus constitucional.

Una medida nueva a la que se tendrá que prestar atención se encuentra en el artículo I-41, el que resume gran parte de los compromisos militares, y que incluye lo siguiente: “Los Estados miembros se comprometen a mejorar progresivamente sus capacidades militares.”

Aquí, un poco de matemática sencilla nos ayudará.

El artículo III-184 dicta que “Los Estados miembros evitarán déficit públicos excesivos”, y da toda una serie de medidas que la UE puede tomar si un Estado no cumple este requisito. De hecho, según la política económica de la UE, lo ideal es el “déficit cero”; una meta aceptada por el Gobierno de Zapatero, por ejemplo.

Si, según al Constitución, no se puede aumentar de forma importante el gasto público, y si, además se obliga a todos los países a “mejorar … sus capacidades militares”, está claro que otros gastos tendrán que recortarse.

Estos otros gastos, seguramente, vendrán de los compromisos sociales, como los que recoge la “Carta de los derechos fundamentales de la Unión”. Estos derechos no vienen acompañados por castigos en el caso de incumplimiento; al contrario, las disposiciones que rigen su aplicación se dedican bastante a limitar su alcance.

La lógica a la que nos enfrentamos es la misma que ya se aplica en EEUU. Los planes presupuestarios de la administración Bush para el 2006 plantean un aumento en el gasto militar de hasta 419.300 millones de dólares. A la vez, proponen recortes importantes en la salud, la educación y el medio ambiente.[33]

Como se ha comentado, es simple matemática; si Europa se va a convertir en una fuerza militar a nivel mundial, como quieren los dirigentes europeos, esto no se consigue gratis. Si tenemos en cuenta la enorme diferencia actual entre la capacidad militar de EEUU y la de Europa, veremos que, proporcionalmente, supondrá un esfuerzo mucho mayor para Europa el alcanzar a su rival y socio.

El movimiento antiguerra ante la Unión Europea

¿Qué debemos esperar los y las activistas anticapitalistas y antiguerra de esta UE, con su nueva Constitución? ¿Cómo debemos responder? Primero, miremos algunos de los argumentos más frecuentes al respeto.

La “Unión Europea de la paz”

El PSOE, tras haber participado en las movilizaciones contra la guerra en Irak, ahora intenta convencernos de que la Unión Europea representa una fuerza para la paz en el mundo. Repasemos un momento la trayectoria bélica de Europa, y la reacción ante ésta de los partidos como el PSOE.

A principios del s.XX, los dirigentes europeos fueron los actores principales del imperialismo, y llevaron al mundo a lo que fue en su momento la peor guerra de la historia.

Tras la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes de Europa Occidental fueron aliados fieles de Estados Unidos en la Guerra Fría, llevando al mundo al borde de una catástrofe nuclear.

Tras 1989, se han dedicado a fortalecerse como un poder político y militar, un actor importante en el escenario mundial. Han participado en, o apoyado, diversas guerras; contra Irak en 1991, contra Serbia durante los 90, y contra Irak, otra vez, en 2003. Las supuestas excepciones en este último caso fueron Francia y Alemania, pero estos países tampoco se opusieron a que la ONU aprobase la ocupación, cuando se votó en el Consejo de Seguridad. Francia, mientras tanto, sigue actuando como poder colonial en África, más destacadamente en Costa Marfil.

Y ¿dónde han estado, durante todo este tiempo, las fuerzas “progresistas” que ahora defienden la Constitución europea y promueven las ilusiones en una Unión Europea social?

En la Primera Guerra Mundial, como hemos visto, casi todos los partidos reformistas apoyaron a sus clases dirigentes, diciendo que su país estaba luchando por la democracia, la justicia, etc. Igualmente, durante la Guerra fría, casi todos los dirigentes “socialistas” apoyaron la OTAN, la relación con EEUU y el riesgo de la destrucción nuclear… como la opción de paz y democracia.

Son ahora estos mismos partidos socialdemócratas y socialistas los que nos endosan la Constitución Europea, porque ésta promueve la democracia, la justicia…

Igual que en la Primera Guerra Mundial y durante la Guerra fría, esta posición sólo se puede mantener si se ignora la realidad.

Recordemos estas palabras de la estrategia de seguridad de la UE:

Nuestro concepto tradicional de autodefensa, hasta el final de la guerra fría, se basaba en el peligro de invasión. Con las nuevas amenazas, la primera línea de defensa estará a menudo en el extranjero. […] Debemos estar preparados para actuar antes de que se produzca una crisis. Nunca es demasiado pronto para empezar a prevenir los conflictos y las amenazas.[34]

Esta no es una receta de paz; es la misma receta que cocinó la guerra en Irak.

Neoliberalismo económico y guerra

Un debate importante en los últimos años, dentro del movimiento anticapitalista, ha sido la conexión, o no, entre el neoliberalismo económico y la guerra.

Dentro del movimiento “altermundista”, Bernard Cassen de ATTAC Francia ha criticado el énfasis que otros sectores del movimiento han puesto en la guerra, visiblemente en el Foro Social Europeo en Florencia, en noviembre de 2002, cuando se acordó la fecha de 15 de febrero:

El tema de la guerra […] es importante, pero no por encima de todo. Guerra o paz, los problemas de la globalización se mantuvieron esencialmente los mismos el 10 de septiembre y el 12 de septiembre: hambre, deuda, desigualdad, SIDA. […] No [debe haber] una obsesión con la guerra. Porque, estalle o no la guerra, los B-52 y las fuerzas especiales no cambiarán la pobreza en Brasil ni el hambre Argentina.[35]

Pero no se puede entender la trasformación de la UE, de una entidad estrictamente económica, en una entidad que interviene militarmente alrededor del mundo, sin ver que las cuestiones económicas son inseparables de las políticas y militares. Los mismos dirigentes europeos lo explican claramente.

Porque el sistema económico neoliberal —o mejor dicho, capitalista—, produce hambre y desigualdad, los que se benefician del sistema necesitan, en última instancia, del poder militar para defender sus intereses, frente a los que los amenazan.

Una victoria de EEUU en Irak haría un Bush más fuerte frente a América Latina, le sería más fácil imponer las decisiones del FMI a Argentina: una derrota de Bush tendría el efecto inverso.

Esto nos lleva al otro tópico, el de Europa como contrapeso, o no, ante el imperialismo estadounidense.

Europa: ¿vasallo de EEUU?

Tanto en el campo a favor de la CE como en el campo contrario, se habla mucho de la relación con EEUU.

Muchos defensores de la CE la presentan como una manera de fortalecer la Unión Europea, como una alternativa al imperialismo estadounidense. Como comentó Izquierda Unida en su manifiesto por el No a la CE: “La reelección de Bush está siendo utilizada por los partidarios del Tratado Constitucional neoliberal para pedir que se vote SÍ, para que la Unión Europea sea un contrapeso a las políticas militaristas de Estados Unidos.”[36]

Frente a tales afirmaciones, muchos críticos argumentan que, de hecho, la CE no crea tal alternativa. Según Izquierda Unida, otra vez “el Tratado Constitucional subordina la política de defensa de la Unión Europea a la OTAN”.

El “Llamamiento de profesionales para construir otra Europa” argumento que “El Tratado constitucional asegura defender la Europa de la paz, pero no consagra una alternativa real al modelo civilizatorio que hoy representan los Estados Unidos.”[37]

Xavier Pedrol y Gerardo Pisarello, en un reciente libro, crítico con la Constitución europea, mantienen que “tras la caída del Muro de Berlín, la relación de la Unión Europea con Estados Unidos ha oscilado entre el sometimiento, la emulación y la tímida disidencia coyuntural”.[38]

Esta visión de sometimiento fue presentada hace varios años, por Ignacio Ramonet, en el artículo que llevaba el llamativo título de “Vasallaje”:

Un imperio no tiene aliados, sólo tiene vasallos. La mayoría de los estados miembros de la Unión Europea parecen haber olvidado esta realidad histórica. Ante nuestros ojos, y bajo las presiones de Washington que los conmina a involucrarse en su guerra contra Irak, países teóricamente soberanos se dejan de este modo reducir a la triste condición de satélites. […]

Muchos dirigentes europeos […] adoptan ya, respecto al imperio norteamericano, como el movimiento reflejo de un caniche, la actitud de servil sumisión que hace hincar la rodilla a los fieles vasallos. Malvendiendo, de paso, la independencia nacional, la soberanía y la democracia. Mentalmente, estos dirigentes han cruzado la línea que separa al aliado del enfeudado, al socio de la marioneta.[39]

Pero, la verdad es que, mientras la UE no representa directamente un contrapeso a EEUU, tampoco es su “vasallo”.[40]

En el aspecto militar, es todavía temprano para ver esto claramente. Pero si consideramos la actuación de los dos poderes en la Organización Mundial de Comercio (OMC), veremos cuál es su relación real.

La UE está representada en la OMC por un comisario europeo, una voz única. En las negociaciones con los países más pobres, la UE hace causa común con EEUU: juntos, intentan abrir los mercados del sur, imponer sus derechos sobre patentes, etc. además de evitar reducir sus propias subvenciones a sus grandes empresas agrícolas.

Pero también hay muchos casos en que EEUU y UE se encuentran enfrentados; por ejemplo, con las subvenciones a sus empresas aeronáuticas. El representante de EEUU lucha por los intereses de Boeing, y el de la UE defiende Airbus. Ha habido disputas entre la UE y EEUU en la OMC referentes a acero, carne…

Se trata de un juego complejo, donde tienen intereses en común en algunas esferas y contrapuestos en otras. Además, hay que recordar que los países europeos todavía no se han fundido en un Estado de verdad, sino que las diferentes clases dirigentes mantienen su propia perspectiva; así que algunos países enfatizarán sus intereses contrapuestos a EEUU en un momento que otro país europeo tiene interés en colaborar con su socio trasatlántico.

El mismo juego empieza a aparecer en otros campos. En la tecnología espacial, por ejemplo, existen elementos importantes de competencia entre EEUU y la UE. Frente al sistema estadounidense de localización por satélite, GPS; se está desarrollando otro europeo, Galileo. Según El País, “Este programa, que dará a Europa independencia en un sector estratégico, ha tenido que vencer las reticencias de Estado Unidos.”[41] Mediante, hasta ahora, la Agencia Europea Espacial (ESA, en sus siglas en inglés), se han desarrollado cohetes, se han lanzado satélites de diferentes tipos, y se han enviado misiones a Marte y a las lunas de Júpiter. Fue destacable en diciembre de 2003 que, en los mismos días, llegaron sendas misiones a Marte de EEUU y la UE; hubo un factor evidente de competencia entre las dos. La CE promueve estos pasos: “A fin de favorecer el progreso científico y técnico, la competitividad industrial y la aplicación de sus políticas, la Unión elaborará una política espacial europea. […] La Unión establecerá las relaciones que sean apropiadas con la Agencia Espacial Europea.”[42]

En lo estrictamente militar, podemos esperar algo parecido. Si bien es cierto que la CE no representa una ruptura con EEUU —se citan mucho sus diversas referencias a la OTAN— ni mucho menos supone un “vasallaje”.

La UE y la OTAN

Según el Artículo I-41.2 de la CE:

La política de la Unión con arreglo al presente artículo no afectará al carácter específico de la política de seguridad y defensa de determinados Estados miembros, respetará las obligaciones derivadas del Tratado del Atlántico Norte para determinados Estados miembros que consideran que su defensa común se realiza en el marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y será compatible con la política común de seguridad y defensa establecida en dicho marco.

Pedrol y Pisarello señalan que “El jefe militar de la OTAN ha sido siempre un oficial de Estados Unidos, y su jefe, el presidente de Estados Unidos.” Pero, por el contrario, el Secretario General de la OTAN es siempre un europeo (como Javier Solana, en su momento, o el actual Jaap de Hoop Scheffer). Además, por la misma lógica se podría señalar que el jefe del Fondo Monetario Internacional es siempre un europeo (actualmente Rodrigo Rato) y afirmar que el FMI es un instrumento directo de la UE, y que no responde a los intereses de EEUU.

Y lo cierto es que, lejos de que la OTAN represente un feudo incuestionable de EEUU, este país desconfía cada vez más de la Alianza Atlántica.

En la guerra contra Serbia entorno a Kosovo, “las presiones a las que había quedado sometida la cohesión de la Alianza eran graves. […] El control político consensuado en el seno de la Alianza les daba derecho [a los europeos] a dar su opinión sobre el 99% de los objetivos […] En los medios de comunicación estadounidenses se generalizó la discusión sobre la “guerra en comité” (war by committee), término que implicaba unas limitaciones excesivas al margen de maniobra de Estados Unidos, pero que era totalmente coherente con los fundamentos de la organización atlántica. […] [Para] los funcionarios del Pentágono, así como también los consejeros del círculo de […] Bush […] Kosovo era la primera guerra de la OTAN, y debía ser también la última.”[43]

Incluso hoy, en la ocupación de Afganistán, donde se plantea que la OTAN juegue un papel mayor: “Washington no tiene ningún interés en que sus unidades especiales que trabajan en la antiterrorista se sitúen bajo mando de la OTAN”[44]

Los dirigentes europeos pertenecientes a la OTAN no pueden negar su propia responsabilidad histórica sobre este organismo. Como se ha mencionado arriba; los países que son miembros de la OTAN lo son porque sus dirigentes lo quieren; las decisiones de la OTAN se tienen que tomar por consenso. Si se menciona la OTAN explícitamente en la CE es porque los dirigentes europeos lo han querido así.[45]

Sin embargo, la verdad es que, antes, los dirigentes europeos dependían de EEUU para sentirse seguros en su propio continente. Por esto, EEUU podía fiarse de que, en caso de debates, siempre se saldría con la suya en la OTAN. Ahora, la relación entre Europa y EEUU es meramente una opción, quizá conveniente en casos determinados, pero no una necesidad imperante para los europeos. Por este motivo, la forma consensual de tomar decisiones en la OTAN, que antes no era problemática para EEUU, ahora representa una limitación real para la utilización de la Alianza en su provecho.

La idea de que los países europeos estén “sometidos” a EEUU implicaría, de alguna forma, que Aznar, Blair y Berlusconi estuvieron obligados a apoyar a Bush en Irak. Implicaría que Chirac y Schröder estarían obligados a participar en las intervenciones de la OTAN. La verdad es peor: los dirigentes europeos colaboran con EEUU —cuando lo hacen— para defender los intereses de sus propias clases dirigentes. Cuando discrepan, es por el mismo motivo.

¿Por la UE armada?

Algunos de los que critican el “sometimiento” a EEUU dicen explícitamente que no buscan una política bélica europea de ningún tipo, “sometida” o no a EEUU. Izquierda Unida, por ejemplo, dice en su manifiesto que “quiere una auténtica Constitución europea en la que la Unión renuncie a la guerra para siempre como instrumento de política exterior”.

Pero también los hay quienes, criticando la CE actual, abogan precisamente por una defensa más fuerte y más independiente por parte de la UE. Consideremos estas palabras de Bernard Cassen:

¿Qué pensamos de la iniciativa a favor de una defensa europea de Alemania, Bélgica, Francia y Luxemburgo? ¿Qué tipo de uso de la fuerza [por parte de Europa]… estamos eventualmente dispuestos a aceptar?… Frente a una estrategia americana basada en el uso discrecional de fuerza, el movimiento otromundista no puede practicar la política del avestruz sobre la cuestión de la defensa, sea nacional, europea o internacional… Es necesario empezar a discutirlo… para no confinarse a unas encantaciones “anti-guerra” que nos satisfacen políticamente, pero nos dan pocas salidas en acciones concretas.[46]

Otra voz —desde la misma corriente política— es la de Ignacio Ramonet:

En materia de defensa, la Constitución […] prohíbe toda iniciativa que no tenga luz verde de la OTAN, es decir de Washington. […] La cruda realidad es que los gobiernos europeos favorables a una Europa verdaderamente independiente de Estados Unidos se cuentan con los dedos de una sola mano: Francia, Alemania desde hace poco y con reservas, Bélgica y Luxemburgo con los mismos matices y sin duda la España de José Luis Rodríguez Zapatero. Añadamos potencialmente y en un arranque de optimismo, a Grecia.[47]

Cassen y Ramonet, evidentemente, quieren que la UE tenga una estrategia de defensa; y Cassen plantea abiertamente la idea de una UE armada, frente a EEUU.

¿Cómo debemos los y las activistas antiguerra responder a tales posiciones?

Para empezar, sí hay puntos del argumento de Cassen que no se pueden negar. El imperialismo estadounidense sí representa una amenaza; sean cuales sean las críticas de una potencial Europa militar, EEUU es el mayor peligro actual a la paz mundial. En el momento de escribir, están elevando el tono de amenazas contra Irán y Siria. Y, frente a estas amenazas, no hay suficiente con palabras pacifistas; así no vamos a convencer a Bush y a su entorno a que abandonen sus políticas bélicas. Necesitamos algo más, pero ¿qué?

De hecho, el problema no es nuevo.

EEUU ha sido la mayor potencia militar del mundo desde, al menos, la Segunda Guerra Mundial. En la posguerra, la opción de gran parte de la izquierda para enfrentarse a ese imperialismo era el apoyo —a veces con matices— a la URSS, como una fuerza “antiimperialista”. Pero esta posición sólo era sostenible si se descuidaban ciertos hechos: la opresión nacional dentro de la URSS, desde los países bálticos hasta Asia central; la invasión de Hungría en 1956 y la de la República Checa en 1968; la guerra en Afganistán en los años 80, donde se reprodujeron casi todos los elementos de la guerra en Vietnam de EEUU…

Fue la desaparición de la URSS la que fomentó las ideas de un mundo unipolar, del pensamiento único, etc., que son tan fuertes en la visión de pensadores como Cassen y Ramonet. Parecería que a la UE le toca hacer de suplente en el papel que antiguamente jugaba la URSS.

Pero ya hemos visto que en la realidad, esta opción no sirve. Si realmente los dirigentes europeos fuesen “vasallos” de EEUU, no bastaría con decirles “¡sean libres e independientes!”; de alguna forma, haría falta que luchasen —¿quizá en una guerra de liberación continental?— para cambiar la situación (de ahí, se supone, viene el interés de Cassen en que la UE sea una fuerza más tangible).

Pero, más importante, en el plano real, en gran parte de los conflictos actuales del mundo, la UE y EEUU tienen intereses muy parecidos: al insistir en que los países pobres paguen sus deudas; en defensa de las patentes en los fármacos —la “propiedad intelectual”—, para mantener sus beneficios a costa de los enfermos y moribundos; al intentar mantener su control sobre los recursos naturales del sur… Pueden discutir acerca de la división del pastel entre ellos, pero frente a los pobres y los oprimidos del mundo la unidad es irrompible.

Pero si rechazamos la idea de la UE como contrapeso a EEUU, ¿qué nos queda? Hace tres años la respuesta habría parecido algo abstracta, pero el 15 de febrero de 2003 demostramos que es posible organizar movilizaciones masivas frente al imperialismo estadounidense… una movilización, recordemos, que a Bernard Cassen le parecía fruto de una obsesión.

Así que, lejos de apoyar a la UE frente a EEUU, al reto de movilizarnos contra el imperialismo estadounidense, tendremos que añadir el de movilizarnos frente al imperialismo europeo.

Contra el imperialismo estadounidense y el imperialismo europeo

Hoy en día, como se ha dicho, la principal fuerza imperialista en el mundo sigue siendo EEUU. Las grandes movilizaciones antiguerra de los últimos años se han centrado en las intervenciones de EEUU en Irak. Aquí, el apoyo de países como Gran Bretaña, o del Estado español bajo Aznar, tuvo su importancia, pero no fue central.

Sin embargo, los mismos textos de la UE, sobre todo la Estrategia de Seguridad, afirman que la UE puede intervenir junto a EEUU, pero igualmente puede intervenir sola. Como reza en un texto citado arriba:

Los europeos de la Unión deberán asumir juntos una parte creciente de la responsabilidad de la estabilización de las crisis, bien de forma autónoma, como en 2003 en el Congo, o en asociación con Estados Unidos de América cuando lo juzguen necesario.[48]

Por tanto, es casi seguro que en un futuro no muy lejano, se nos planteará el reto de movilizarnos frente a una intervención unilateral de la UE. Esto será más difícil que protestar contra EEUU.

En las grandes movilizaciones del primer trimestre de 2003, con las manifestaciones históricas del 15 de febrero, en la mayoría de los países europeos no era tan difícil defender los argumentos contra la guerra. La oposición verbal a la guerra de Chirac y Schröder —dejando aparte sus propios motivos por ello— hizo más “aceptable” la posición antiguerra. En el Estado español, el hecho de que el PSOE estuviera en contra de la guerra supuso que una parte significativa de los medios también apoyase esta posición —sobre todo el Grupo Prisa, incluyendo a El País y Canal Plus—.

Por tanto, el movimiento antiguerra en el Estado español no tuvo que aguantar tanto chaparrón de acusaciones de ser “anti patriotas”, de estar a favor de los dictadores, etc. Por supuesto el PP presentó este tipo de argumento, e incluso la ex militante de Esquerra Republicana de Catalunya, Pilar Rahola, acusó al movimiento antiguerra de estar a favor de Sadam Husein.[49] Pero, en general, no supuso una gran presión. En cualquier futura agresión unilateral de EEUU, o bien mientras dure la ocupación de Irak, evidentemente no habrá tanto interés mediático en la oposición como se dio entorno del 15-F, pero tampoco es probable una gran campaña en su contra.

En cambio, en el caso de una intervención de la propia UE, que cuente con el apoyo del PSOE, del SPD alemán, etc. la situación será muy diferente.

En la campaña del referéndum entorno a la CE, se ha visto la propaganda descarada a favor del sí; la casi desaparición de los medios de los argumentos contrarios; las acusaciones de que los críticos de izquierdas son aliados de la extrema derecha o bien de que “Bush también votaría No”. A esto le tendríamos que añadir la locura patriótica que suele producirse cuando el país entra en una guerra.

Para tener una idea de hasta dónde esto puede llegar, recordemos lo que aguantaron los activistas antiguerra a principios de la Primera Guerra Mundial. El bolchevique Shliápnikov explicó como, en Rusia, millones de trabajadores que habían luchado contra la patronal durante años, de repente se presentaron como voluntarios al ejército. En el centro de San Petersburgo: “los matones patriotas disfrutaban de inmunidad y daban palizas a los transeúntes que no se quitaban el sombrero cuando se encontraban con una manifestación que cantaba «Dios salva al Zar».”[50]

Evidentemente, una situación así —aunque no fuese tan extrema—, haría mucho más difícil mantener una posición antiguerra de lo que lo fue en el período entorno al 15-F. Por este motivo, sería aún más importante resistir: los argumentos contra las guerras imperialistas son igual de válidos cuando el 90% de la población está de acuerdo que cuando sólo 0,90% lo está. Pero en este último caso, cada individuo cuenta mucho más que cuando hay carteles contra la guerra colgados en cada escaparate o balcón.

En estas situaciones, es esencial que existan activistas comprometidos, capaces de resistir estos períodos difíciles. Esta capacidad depende, en gran parte, de la fuerza de las ideas. Una persona que entiende qué representa realmente la UE, que entiende la relación entre la guerra y el neoliberalismo, será más capaz de contestar las mentiras de la prensa y de los políticos. Si es capaz de mantener sus argumentos, frente a los ataques y las acusaciones, poco a poco será posible conectar con la gente que antes creía lo que se les decía.

Porque, a parte de los esfuerzos de los individuos antiguerra, tarde o temprano, la situación suele cambiar. El mismo sistema capitalista hace que haya oposición de intereses entre un Gobierno que quiere gastar más en armas y menos en hospitales y escuelas; entre una empresa que quiere maximizar sus ganancias y sus empleados que no pueden permitir que se les empeore su nivel de vida…

Esto no es especulación, sino la lección de más de un siglo de experiencia. Si en 1914 las cosas se pusieron muy difíciles para una aislada izquierda antiguerra, pocos años más tarde estos mismos activistas se dirigían a millones de trabajadores y trabajadoras. En país tras país, la gente rechazó la lógica del capitalismo y la guerra. Es sabido que Rusia se retiró de la guerra con la revolución de octubre de 1917. Son menos conocidos los casos de la revolución alemana, provocada por un motín de marineros en noviembre de 1918; la revolución húngara de 1919; el biennio rosso en Italia en 1919-20, con huelgas de masas y ocupaciones de fábricas; las luchas obreras en el Estado español de 1918-20, desde los obreros del campo ocupando las tierras en el sur hasta la huelga de La Canadiense en Barcelona; incluso Irlanda y Gran Bretaña experimentaron unas huelgas generales en diferentes ciudades en 1919, donde hasta la policía paró. El Primer Ministro británico escribió a su contraparte francesa:

Toda Europa está llena del espíritu de revolución… Todo el orden existente, en sus aspectos político, social y económico está siendo cuestionado por la masa de la población de un extremo de Europa al otro.[51]

Esto es lo que ocurrió al final de la Primera Guerra Mundial; necesariamente no tiene que ocurrir exactamente lo mismo en una futura guerra. Más bien, es afirmar que las cosas pueden cambiar muy rápidamente, y la gente puede volverse contra sus dirigentes, en el momento menos esperado. Lo vimos directamente en el Estado español en los días del 11 al 14 de marzo de 2004.

¿Qué podemos hacer, los y las activistas antiguerra, para mejorar nuestras posibilidades ante estos retos?

La clave es establecer raíces entre la gente trabajadora, en todos los ámbitos posibles. No es el momento para entrar en detalles, pero los bolcheviques no pasaron su tiempo gritando “queremos una revolución socialista”. A la vez que denunciaban la Primera Guerra Mundial, actuaban donde podían en las fábricas para resistirse ante los ataques a las condiciones laborales; denunciaron a las empresas que sacaban enormes ganancias de la guerra, ligando este tema a los precios exorbitantes de las necesidades básicas; combatieron el antisemitismo fomentado por los grupos ultra-nacionalistas como un arma ideológica a favor de la guerra; aprovecharon cualquier posibilidad para participar en elecciones legales, como las para los comités de las mutuas obreras; denunciaron la falta de democracia en la Rusia zarista…; y todo esto lo volvieron a combinar con las explicaciones de la naturaleza imperialista de la guerra.[52]

¿Qué significa esto para nosotros hoy en día en el Estado español? Significa que el objetivo de un activista antiguerra y anticapitalista debe ser combinar el trabajo específicamente antiguerra con el apoyo a las diferentes luchas cotidianas. El compromiso de “mejorar progresivamente sus capacidades militares” hará que los Estados de la UE ataquen cada vez más las condiciones de vida de la gente… y la gente puede resistir.

Debemos apoyar a un grupo de trabajadores que lucha contra reducciones de plantilla o de salario, o contra la precariezación de las condiciones laborales. Debemos apoyar a los vecinos del barrio del Carmel en Barcelona, frente a la destrucción de sus viviendas a manos de alguna combinación de las constructoras y las administraciones. Debemos apoyar las luchas de los y las inmigrantes… oponiéndonos a la idea de que los europeos tienen intereses en común frente a “los de fuera”. Debemos apoyar a los estudiantes que se resisten ante la mercantilización de la educación, algo que la UE está promoviendo, intentando convertir las carreras universitarias en piezas salidas de una cadena de producción europea. Debemos apoyar las luchas contra el cierre de colegios o guarderías, hospitales o clínicas, o contra la privatización de estos servicios…

Si logramos hacer esto, entonces cuando los mismos políticos que impulsan estos ataques busquen apoyo para una “misión fuera de la Unión” —o sea, una agresión armada— tendremos más posibilidades de que la gente nos escuche a nosotros, y no sólo a los dirigentes. Habremos establecido redes que conecten a los activistas antiguerra con muchos otros activistas de otros ámbitos.

También se dirigiría hacia una debilidad de las movilizaciones de 2003; el factor de la huelga. Cuando las manifestaciones consiguen avergonzar un poco a los políticos, pero no lograr que cambien de rumbo, hace falta algo más. Este “algo más” podría ser una huelga que no sólo demuestre el estado de ánimo de la gente, sino que afecte directamente a los beneficios de las empresas. En el primer trimestre de 2003, se hicieron llamadas para realizar huelgas de corta duración, y éstas fueron importantes, pero no dejaron de ser mucho menos de lo que hacía falta. El tipo de conexión que se plantea crear entre la gente antiguerra y los trabajadores en lucha, daría al movimiento antiguerra más posibilidades de movilizar el arma de huelga, incluso frente a las reticencias —que casi seguro que habrá— de los dirigentes sindicales, de las que existieron hace dos años.

Finalmente, otro factor muy importante para resistirnos ante los intentos de guerra sería el hecho de tener contacto con los que van a sufrir el “mantenimiento de la paz”. Ya se vio en Vietnam, y se está viendo en Irak, que un pueblo que sufre el ataque imperialista suele resistir. Si son capaces de hacerse sentir, si nosotros podemos hacer llegar su versión a la gente aquí, esto puede ayudar, de forma importante, a construir la oposición a la guerra. La comunicación rápida facilitada por Internet, pero más importante, las redes internacionales creadas en las movilizaciones y foros internacionales en los últimos años, hacen de ésta una tarea mucho más factible que hace unas décadas.

Conclusión

La conversión de la UE en un actor imperialista importante nos planteará a los y las activistas antiguerra muchos retos. No todos los activistas compartirán la visión propuesta aquí, bien por diferir en el análisis, bien por discrepar con las soluciones propuestas: esto es normal.

De hecho, la idea de apoyar una amplia gama de luchas va más allá de lo que se puede esperar de un movimiento estrictamente antiguerra. Una de las fuerzas del movimiento entorno al 15 de febrero fue su amplitud; el añadir más condiciones que simplemente la de estar en contra de la guerra en marcha hubiera hecho al movimiento más estrecho y, por tanto, más débil.

El argumento aquí no implica delimitar el movimiento de esta forma. Más bien, la idea es ofrecer una perspectiva de lucha para los individuos que ya ven la importancia de tratar más temas que no sólo la guerra, que ya ven las conexiones entre la guerra y el neoliberalismo, de que estas conexiones pueden ser importantes en el momento de construir el movimiento. El objetivo es, a largo plazo, contribuir a que el movimiento antiguerra sea más amplio, más sólido y más basado en la gente de base.

Si sólo una parte de los activistas actuales comparten estas ideas, ya es un principio; ellos, al menos, pueden intentar establecer los enlaces con grupos de trabajadores en lucha, con los estudiantes, etc.

Esto implica la necesidad de crear un marco para este trabajo, que no será la Plataforma o la Asamblea contra la guerra como tal, por incluir éstas a gente que no querrá hacer este trabajo; y tampoco será uno de los grupos existentes de la izquierda, porque éstos representarían un marco demasiado estrecho. Cuál podría ser el marco de este tipo de trabajo, cómo los activistas que quisieran llevarlo a cabo podrían coordinarse entre ellos es algo que se tendría que ver con el tiempo.

Pero un par de cosas sí están claras:

El 15-F nos demostró que podemos hacer muchas más cosas, relacionarnos con mucha más gente, de lo que se pensaba hace pocos años.

Los cambios en la UE nos obligarán a luchar contra la militarización de Europa y contra los otros ataques que ésta comportará.

Para hacer esto, necesitaremos argumentos más desarrollados que el simple “No a la Guerra” de hace un par de años, y participar en luchas más variadas que las que tratan sólo de la guerra.

Que no todo el movimiento dará este paso está claro; pero los que sí queramos darlo tendremos que buscar formas de combinar un avance en esta dirección, con el mantenimiento de la máxima unidad en la acción junto a gente que no comparte toda la visión de lucha contra el imperialismo y el neoliberalismo.

Si logramos hacer esto, estaremos bien situados no sólo para resistirnos ante la próxima guerra, sino también para avanzar hacia ese otro mundo posible.



Gráfico 2: Gastos en defensa de países seleccionados

Nota: Se ha calculado la cifra para la UE en base a los 25 Estados actuales, a pesar de que en los años indicados no todos eran miembros.




[1] No consta si hubo esclavos que abogasen por un “Sí crítico” a esa Constitución.

[2] Para un estudio completo, ver Tony Cliff, Capitalismo de Estado en la URSS, ediciones En lucha, 2000, especialmente capítulo 1, “Las relaciones socioeconómicas en la Rusia estalinista”.

[3] Fue una libertad muy relativa, incluso en términos empresariales, pero ahora la competencia tampoco es realmente libre; pensemos en la reticencia de la UE y EEUU a reducir las subvenciones agrícolas a las grandes empresas.

[4] Que nadie me malinterprete; por supuesto, EEUU realmente no era antiimperialista. Lo importante es que, frente a un poder imperial establecido, EEUU no tuvo problemas en utilizar la retórica de oposición al colonialismo (europeo) para defender sus propios intereses. Hoy, vemos elementos de lo mismo en algunas declaraciones de Francia frente a EEUU.

[5] Las citas proceden de J. Riddell (Ed.) Lenin’s Struggle for a Revolutionary International, Nueva York, 1986, pp. 124-125.

[6] M. Tuñón de Lara, La España del siglo XX, Barcelona 1974, tomo 1, pág. 50.

[7] Rosa Luxemburgo moriría en enero de 1919, a manos de matones enviados por los dirigentes del SPD, durante la revolución alemana de 1918-23. James Connolly fue fusilado por los británicos, tras participar en la sublevación de Pascua de 1916 en Dublín.

Según Gabriel Jackson, “la prensa socialista especulaba sobre la posibilidad de que la CNT estuviera a sueldo de la Alemania imperial.” G. Jackson, Aproximación a la España contemporánea 1989-1975, Barcelona 180, pág. 44.

[8] Riddell (ed.) pág. 126, Ver también The Balkan Socialist Tradition and the Balkan Federation, 1871-1915, Revolutionary History, 2003.

[9] Karl Kautsky, “Imperialismo”, en Riddell (ed.) pág. 180.

Esta idea ha reaparecido en el concepto de Imperio de Toni Negri y Michael Hardt. Según ellos, el Imperio está por encima de afiliación nacional alguna, y representaría la superación de los diferentes intereses estatales. Michael Hardt llevó esta visión a su conclusión lógica cuando argumentó que: “Podemos tener confianza en que, a largo plazo, sus intereses reales llevarán a las élites globales a apoyar al imperio y a rechazar cualquier proyecto del imperialismo estadounidense”. The Guardian (Londres), 18 de diciembre de 2002.

[10] N. Bujarin, La economía mundial y el imperialismo, Ruedo Ibérico 1969, pág. 133.

[11] De los grandes países europeos, Francia, Reino Unido e Italia pertenecen a la OTAN desde su inicio en 1949 (dos años antes de la creación del Pacto de Varsovia), Alemania Occidental entró en 1955 y el Estado español en 1982.

El lenguaje del pacto no tiene desperdicio:

“Las Partes de este Tratado reafirman su fe en los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y su deseo de vivir en paz con todos los pueblos y todos los Gobiernos. Decididos a salvaguardar la libertad, la herencia común y la civilización de sus pueblos, basados en los principios de la democracia, las libertades individuales y el imperio de la ley…”

Parecería que la retórica del tratado atlántico ha inspirado a los redactores de la CE.

[12] Citado en Ian Birchall, Bailing Out the System, Bookmarks 1986, pág. 67-68.

[13] Ver Joel Sans, “El referéndum de la OTAN”, en En lucha, febrero de 2005.

[14] Eric Hobsbawm, Age of Extremes, Londres 1994, pág. 237.

[15] Cliff fue fundador del Socialist Workers Party, de Gran Bretaña, y de la corriente Socialismo Internacional, que incluye al grupo En lucha en el Estado español.

[16] La explicación completa es más larga y un poco más compleja. Se encuentra un buen resumen en el folleto de Marx, Trabajo asalariado y capital.

[17] Ver David Karvala, “1989”, en En lucha, noviembre de 1999.

[18] Al ver la desaparición de la URSS, mucha gente de izquierdas habla de un mundo “unipolar”, donde EEUU es omnipotente. Gran parte de esta visión se debe a que, antes, se veía a la URSS no como un competidor imperialista, sino como a una alternativa social de izquierdas, frente a EEUU. La influencia de las ideas estalinistas sigue, muchos años después del final de ese sistema.

[19] SIPRI Yearbook 2003: Armaments, Disarmament and International Security, disponible en editors.sipri.org/pubs/yb03/ch10.html

[20] Su Producto Interior Bruto —una forma limitada de medir la economía, pero la única de la que disponemos— en 2002, fue de unos 11 billones de euros.

El déficit fiscal —la diferencia entre los impuestos recaudados y el gasto público— fue de 412.280 millones de dólares en 2004; se prevé una cifra de 427.000 para 2005. El déficit comercial —la diferencia entre los gastos en importaciones y los ingresos de exportaciones— fue de 617.730 millones de dólares en 2004, la mayor cifra en la historia. El País, 11 de febrero de 2005.

[21] Citado en Rebuilding America’s Defenses: Strategy, Forces and Resources For a New Century, A Report of The Project for the New American Century, septiembre de 2000, disponible en www.newamericancentury.org/RebuildingAmericasDefenses.pdf.

Para un análisis extenso del “Proyecto”, ver A. Callinicos, Estados Unidos: Imperialismo y guerra, folleto de En lucha.

[22] Rebuilding America’s Defenses…, p. i.

[23] National Security Strategy of the United States of America, en www.whitehouse.gov/nsc/nssall.html

[24] Ver Instituto de Estudios de Seguridad [de la UE], Política de Seguridad y Defensa de la Unión Europea: Los cinco primeros años (1999-2004), un estudio que incluye contribuciones en este sentido de varios dirigentes europeos destacados. Disponible en www.iss-eu.org.

[25] Javier Solana, “Prólogo” en Instituto de Estudios de Seguridad….

[26] El “Tratado de Maastricht”, en la web: europa.eu.int/eur-lex/lex/es/treaties/dat/11992M/htm/11992M.html

[27] Unión Europea, Versión consolidada del tratado de la Unión Europea, en la web: europa.eu.int/eur-lex/lex/es/treaties/dat/12002M/htm/C_2002325ES.000501.html

[28] “Declaración relativa a la Unión Europea Occidental” en “Tratado de Maastricht”.

[29] Unión Europea, Una Europa segura en un mundo mejor: Estrategia europea de seguridad. Bruselas, 12 de diciembre de 2003.

[30] El nivel de preparación militar de Estados Unidos se ha basado desde hace tiempo en poder llevar a cabo dos guerras importantes a la vez.

Los autores del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano expresaron su temor de que “Una retirada de la capacidad para dos guerras […] lleva el peligro de convertirse en una estrategia de «ninguna guerra».”

[31] Javier Solana, ob. cit.

[32] Michel Barnier, en Instituto de Estudios de Seguridad…. pág. 185.

[33] El País, 8/2/2005.

[34] Unión Europea, Una Europa segura….

[35] Entrevista en New Left Review 19, enero-febrero de 2003. Disponible en www.newleftreview.net/NLR25303.shtml.

[36] “Las razones para el no de Izquierda Unida”, en www.izquierda-unida.com/federal/constitucion/01.htm

[37] www.izquierda-unida.com/federal/constitucion/03.htm

[38] Xavier Pedrol y Gerardo Pisarello, La ‘Constitución’ europea y sus mitos: una crítica al tratado constitucional y argumentos para otra Europa, Icaria, enero de 2005, pp.73-74.

[39] Ignacio Ramonet, “Vasallaje”, Le Monde Diplomatique ed. española No 84, octubre de 2002.

[40] Ver David Karvala, “Europa: ¿contrapoder a EEUU?”, en En lucha, noviembre de 2003.

[41] El País, 11 de febrero de 2005.

[42] CE, Artículo III-254.

[43] Jean-Yves Haine, “La PESD y la OTAN”, en Instituto de Estudios de Seguridad…. pág. 148.

[44] El País, 11 de febrero de 2005.

[45] Como mucho, se podría hacer la distinción entre los dirigentes de los países grandes y los pequeños. Sobre todo, los nuevos miembros de la UE han tenido poca influencia en la redacción de la CE, y quizá tendrían excusas. Pero uno de los principales aliados de EEUU en Irak ha sido Polonia. Además, Polonia, junto a la República Checa y Hungría, entraron en la OTAN en 1999. No parece que se les obligase a hacerlo.

[46] Bernard Cassen, “Trois questions pour Attac”, disponible en www.france.attac.org.

Otro comentario muy revelador en el mismo documento fue la pregunta “¿Cómo, en Francia, [podemos] apoyar a Chirac en el exterior mientras combatimos a [su primer ministro] Raffarin en el interior?”.

Un dilema parecido lo tuvo el SPD en 1914, cuando declaró: “No obstante nuestros desacuerdos con las políticas del Kaiser debemos afirmar que hoy podemos tener confianza en él.” Citado en Riddell (ed.), pág. 144.

[47] Ignacio Ramonet, “Momentos decisivos para otra Europa posible”, en Le Monde Diplomatique, Europa: Momentos decisivos, pág. 7.

[48] Javier Solana, “Prólogo” en Instituto de Estudios de Seguridad….

[49] Se dan muchos más casos de “progres por el imperialismo” en Estados Unidos y Gran Bretaña; esto refleja el hecho de que tanto el Partido Demócrata —apoyado por alguna razón por mucha gente de izquierdas— como el Partido Laborista fueron partidarios de la guerra.

[50] Alexander Shliápnikov, On the eve of 1917, Allison and Busby, 1982, p. 27.

[51] Esta cita, y el resumen anterior, proceden de Chris Harman, A people’s history of the world, Bookmarks, 1999, pp. 434-439.

Éste es un libro magnífico; literalmente, como dice su título, una historia popular del mundo. Resume la historia desde abajo desde los inicios de la humanidad hasta la actualidad. El único problema es que es en inglés…

[52] Ver Alexander Shliápnikov, On the eve of 1917. Por supuesto, el destino final de la revolución bolchevique a manos de Stalin es otro tema, que no tiene conexión con el valiente trabajo de los activistas bolcheviques durante la guerra. Para un análisis del estalinismo, ver L. Trotski, La revolución traicionada y Tony Cliff, Capitalismo de Estado en la URSS.

Comentarios

Entradas populares