China, 15 años después de Plaza Tienanmen
Hace 15 años, en la Plaza Tienanmen de Pekín, la capital de China, se reprimió al movimiento por la democracia más importante visto en aquel país.
A lo largo de varios meses, miles de estudiantes y trabajadores se habían unido en una lucha por los derechos civiles y sociales. Asustaron tanto a los dirigentes chinos que enviaron al ejército, que mató a miles de personas y encarcelaron a muchos miles más.
¿Por qué surgió ese movimiento, y qué podemos aprender de él? David Karvala escribe.
Historia
China es una de las fuentes de la civilización humana. Existieron ciudades hace 4.000 años; hace 2.000 años, hubo un imperio unificado, mayor que el romano.
Pero en el siglo XIX, todo esto se vino abajo, bajo la presión del capitalismo. A principios del siglo XX, China se había convertido en un campo de batalla entre diferentes intereses imperialistas —sobre todo Gran Bretaña y Japón— y una serie de “señores de la guerra”.
La oposición inicial la representó un partido nacionalista burgués, el Guomindang. Pero, precisamente porque era burgués, fue incapaz de derrotar al imperialismo. Sus dirigentes solían dedicarse más a llenar sus bolsillos que a luchar para liberar al país. Sobre todo, una victoria contra el imperialismo habría necesitado una movilización masiva, que también habría amenazado a sus propios intereses como empresarios o terratenientes.
El Partido Comunista Chino (PCCh), dirigido por Mao Tse Tung, iba ganando terreno desde 1935, como la única fuerza capaz de enfrentarse con los invasores japoneses, que entonces controlaban gran parte del país.
Japón perdió la II Guerra Mundial en 1945. En 1949, Mao derrotó los restos del poder del Guomindang, y declaró la revolución. Significó un paso adelante para la cuarta parte de la humanidad, pero no fue una revolución socialista.
La China “comunista”
El PCCh ya no fue el partido marxista revolucionario de sus inicios. En los años 20, el PCCh tenía miles de afiliados y una base importante en el movimiento obrero. Pero las tácticas dictadas por Stalin le llevaron a someterse al Guomindang, en aras de una “unidad nacional” contra el imperialismo. El efecto fue desastroso.
En el período revolucionario de 1925-27, el PCCh acabó pidiendo a los trabajadores que, literalmente, se desarmasen. Decenas de miles de trabajadores —incluyendo a gran parte de la militancia comunista— murieron a manos del Guomindang.
Tras esto, Mao dirigió la retirada del partido hasta las zonas rurales más lejanas del país, desde donde empezó una guerra campesina por la liberación nacional.
Así que la revolución de 1949 no fue una sublevación desde abajo, llevada a cabo por trabajadores y campesinos autoorganizados, sino la toma militar de las ciudades por el ejército de Mao. El resultado para los trabajadores no fue la autoemancipación y la democracia radical, sino el cambio de un amo a otro.
Crisis y conflictos
La historia de la China de Mao es violenta y compleja. En ella subyace una contradicción indisoluble. El proyecto de Mao era, esencialmente, copiar la hazaña de Stalin; desarrollar la economía nacional en un mundo dominado por el imperialismo.
El problema consistió en cómo superar el atraso de China. En una economía mundial capitalista cada vez más avanzada, era casi imposible para China llegar a la altura de la competencia, sólo con sus propios recursos y tecnología. Pero el abrirse al resto de la economía mundial —para conseguir las inversiones y los conocimientos necesarios— implicaba aceptar las condiciones impuestas por los demás poderes imperialistas.
La sucesión de proyectos —aparentemente locos— de desarrollo económico autónomo, interpelados por aperturas al resto del mundo, son el producto de esta contradicción.
La lenta instauración del capitalismo de Estado en China después de 1949 no podía alcanzar a Occidente. La respuesta de Mao fue el “gran salto adelante” de 1958-60, un intento voluntarista de aumentar masivamente la tasa de crecimiento, mediante jornadas laborales de 18 horas, la “colectivización” de la tierra… Causó hambruna y rebeliones populares.
Los demás dirigentes de China respondieron aislando a Mao, y volviendo a una limitada producción privada en el campo. Pero el problema fundamental resurgió: así no iban a alcanzar a sus competidores del resto del mundo.
En 1966, Mao respondió con la “revolución cultural”. Ésta se convirtió en la imagen del “maoísmo”, con miles de estudiantes enfervorecidos enarbolando sus libritos rojos, y atacando a los “revisionistas”. El resultado fue el caos, que llegó a situaciones de guerra civil en algunas regiones.
Cuando algunos grupos de estudiantes y trabajadores llegaron a plantearse propuestas realmente revolucionarias, denunciando a “la burocracia burguesa” que mandaba en China, la dirección decidió que era hora de olvidar sus diferencias, y de volver a poner “orden”. Mataron y reprimieron a cientos de miles de personas.
El problema era cómo restaurar la economía. Después de varios años de crisis y más cambios de política, el nuevo jefe Deng Xiaoping impuso decisivamente la política del “socialismo con características chinas”, o sea, el capitalismo de mercado. Para hacer esto, tuvo que luchar contra los restos de la línea dura de Mao dentro de la dirección.
Esto abrió un espacio para un precursor importante del movimiento de Plaza Tienanmen, el “muro de la democracia”. A partir de 1978, diferentes activistas publicaban carteles-periódico, que en teoría apoyaban las reformas de Deng frente a la vieja guardia, pero en realidad empezaron a plantear críticas más fundamentales del sistema.
Deng rápidamente denunció al movimiento. Durante un tiempo, éste siguió creciendo y radicalizándose, hasta que la represión pudo con él a principios de los 80.
Se había marcado claramente el nuevo talante de China; libertad en el mercado junto a la dictadura en lo político.
Plaza Tienanmen
En abril de 1989, unos estudiantes empezaron a reunirse en Plaza Tienanmen para discutir la política, y para organizar manifestaciones contra la corrupción y por un Gobierno más abierto.
Estas manifestaciones empezaron a atraer cada vez más apoyo de otra gente de Pekín, sobre todo de trabajadores. A mediados de mayo, ya eran masivas.
El 13 de mayo, unos estudiantes empezaron una huelga de hambre, y establecieron una acampada en la plaza de Tienanmen, que rápidamente creció, con gente durmiendo en tiendas de campaña y en decenas de autobuses.
El 20 de mayo, el Gobierno intentó declarar la ley marcial en partes de la capital, pero el ejército fue detenido por las barricadas de los manifestantes. Éstos llegaron a controlar el centro de la ciudad.
Un testigo lo describe:
“Todas las noches la plaza de Tienanmen y la avenida Changan se llenan de gente. Son miles, cientos de miles de personas… El ambiente es festivo. Todo el mundo hace el signo de la victoria con los dedos… Por las calles circulan camiones llenos de gente, con banderas rojas y pancartas, gritando consignas. Pasan ambulancias, con banderines rojos, haciendo sonar sus sirenas. En los cruces estratégicos grupos de estudiantes, con bandas de tela en los brazos que los identifican como miembros del servicio de orden, controlan y dirigen el tráfico.”
Los estudiantes crearon sindicatos independientes del “sindicato de estudiantes” estatal, mientras que a partir de finales de abril, unos trabajadores formaron la Federación Autónoma de Trabajadores de Pekín.
Tanto las protestas como las organizaciones independientes empezaron a surgir en otras ciudades chinas.
Todo esto preocupaba cada vez más a los dirigentes chinos. Las anteriores protestas habían empezado en apoyo a un sector u otro de la dirección. Esta vez, protestaban contra un liderazgo más o menos unido, bajo Deng Xiaoping.
Sobre todo, la organización de los trabajadores representó un peligro político enorme, y las pérdidas de producción se estimaban en cientos de millones de dólares.
A principios de junio, la participación estudiantil en las protestas empezó a bajar, pero las organizaciones obreras se estaban fortaleciendo, y coordinándose entre las ciudades. El Gobierno volvió a la represión. La noche del 3 de junio, envió al ejército para tomar Plaza Tienanmen.
La represión fue brutal, y no sabemos cuántos murieron. Un objetivo principal de las tropas fue la sección de la acampada de las organizaciones obreras. Durante la noche del 3-4 de junio y las semanas siguientes, miles de trabajadores, sospechosos de haber participado en las organizaciones independientes, fueron arrestados y encarcelados o fusilados.
Se había acabado la Primavera de Pekín.
15 años después de Tienanmen
Ahora, decenas de personas siguen encarceladas por su participación en la protesta, según ha denunciado Amnistía Internacional.
La dirección china ha continuado con su política de apertura económica junto a la cerrazón política. La retórica de los dirigentes occidentales —repetida hasta la saciedad después de la caída del muro de Berlín— que asocia al mercado con la democracia, se revela como mentira. Sus condenas formales después de la masacre de Tienanmen cedieron a la búsqueda de beneficios en las grandes ciudades de China.
La economía china tiene el crecimiento más rápido del mundo, pero esto es así a un coste humano enorme. Muchos trabajadores están obligados a hacer jornadas laborales de más de 12 horas. No se respetan las más mínimas normas de seguridad laboral: en 2002, más de 14.000 trabajadores murieron en accidentes laborales, sólo en las minas y la manufactura.
Frente a la creciente desigualdad y explotación, cada vez más trabajadores hacen huelgas, y algunos sacan conclusiones políticas.
Además, el crecimiento tiene fuertes contradicciones. El este del país, desde Pekín en el norte hasta Hong Kong en el sur, está sobrecalentando, con el crecimiento descontrolado de las ciudades y tanta demanda de materias primas que está produciendo un aumento en los precios mundiales.
El oeste del país, sin embargo, sigue estancado. La pobreza se exacerba, con lo cual más gente decide emigrar a las ciudades del este, para convertirse en mano de obra barata.
Las cifras económicas no pueden esconder el hecho de que no se ha solucionado el problema fundamental: ni el control burocrático ni el mercado son capaces de mejorar las condiciones de vida de la masa de la gente del país.
Para muchos de la izquierda en los años 60, Mao ofrecía un modelo de cambio, centrado en el desarrollo nacional. Pero, a pesar de su retórica radical, no se proponía cambiar el sistema mundial, sólo la forma de gestionar un país, así que, al final, se trató de cómo explotar mejor a los trabajadores de China.
Desde entonces, ha habido otros muchos intentos de hacer avanzar la economía de un país pobre, sin cuestionar al sistema, desde la Cuba de Castro hasta el Brasil de Lula.
Las protestas de Tienanmen nos muestran que nuestros aliados en los países pobres no son sus dirigentes, por muy radical que sea su retórica, sino las luchas desde debajo de los trabajadores, campesinos y estudiantes.
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