Después de Irak
Artículo aparecido en En lucha, mayo de 2003.
En el momento de escribir, la “coalición”, o sea la pandilla de Bush, está a punto de declarar la victoria en su guerra contra Irak.
La verdad es que se precipitan al hacerlo. Lo que ha acabado —e incluso el mismo Bush lo ha dicho en diferentes ocasiones— no es más que el segundo asalto en un conflicto mucho más largo, cuyo ganador aún está por decidir.
Sin embargo, después de tres meses muy agitados, ahora toca reflexionar acerca de lo acaecido, y medir fuerzas para la próxima ronda.
Ya se ha comentado en En lucha la estrategia del “Proyecto para un Nuevo Siglo Americano”, de intentar mantener el predominio estadounidense, frente a sus diferentes rivales (ver las páginas centrales de este mes, y de marzo de 2003).
Huelga decir que esta estrategia nada tiene que ver con la democracia, y tampoco se limita al control del petróleo, sino que representa el proyecto de fortalecer el poder estadounidense mediante el uso de su superioridad militar. Por este motivo, la importante asesoría, Stratfor, aclaró recientemente:
“Conforme la guerra en Irak se acerca a su conclusión, las expectativas son que el final de la guerra traerá al menos una pausa en las tensiones internacionales. No creemos que esto ocurrirá. Dados los objetivos de EEUU en la guerra, se pueden esperar que crisis —dentro de Irak, con las naciones en las fronteras de Irak, y entre Europa y EEUU— fluirán directamente de la terminación de la guerra… Como hemos dicho, Irak es una campaña en una guerra más grande, y no una guerra en sí.” (The Stratfor Weekly, 10-04-2003)
En Afganistán, muchos Estados apoyaron la agresión estadounidense. Cada uno veía en ella una justificación para su propio “ataque preventivo contra el terrorismo”: Rusia contra los chechenos; China contra los musulmanes secesionistas en el noroeste de su territorio; mientras que para Francia fue una coartada para sus intervenciones en sus ex colonias en África…
En Irak, los dirigentes de Francia, Alemania y Rusia tuvieron otros intereses y preocupaciones, y se opusieron a la guerra. La “cumbre” que éstos celebraron en Petersburgo, el 12 de abril es una posible señal de la cristalización de un nuevo bloque, que no está dispuesto a someter sus propias ambiciones a las de Bush.
Pero este sometimiento es precisamente lo que requiere la estrategia estadounidense.
Las amenazas a Siria obligarán incluso a Blair y Aznar a repensarse su apoyo a Bush. Si hasta ahora pensaban que un EEUU fuerte serviría a sus propios intereses globales, ahora deben tener la sensación del aprendiz del mago.
Bush, sin duda en un intento de mantener a sus aliados europeos, a los que sigue necesitando, ha intentado callar estas llamadas. Pero esto no cambia la realidad fundamental de su estrategia. Escuchemos otra vez a Stratfor: “Nunca hubo duda alguna de que Estados Unidos iba a enfrentarse a Siria en algún momento desde sus bases en Irak”.
Es más, un grupo de asesores del Gobierno israelí, dirigido por Richard Perle —ahora un asesor clave de Bush— apuntaba ya, en 1996, hacia un ataque contra Siria. Es significativo que acusaran a Siria de apoyar al terrorismo, y de poseer armas de destrucción masiva.
Todo esto debe hacernos entender que, por mucho que deseemos creer que no habrá guerra, todas las probabilidades van en esta dirección.
Igual que en el caso de Irak, donde sabíamos desde mucho antes del ataque que eso venía, aunque no supiéramos exactamente cuándo, la batalla puede tardar un año o más en llegar. Tampoco es seguro que el próximo objetivo será Siria; también se ha amenazado a Irán.
Por supuesto que una guerra contra Siria o Irán sería muy arriesgada, y muy costosa en vidas. Nada sería más peligroso que imaginar que estas consideraciones pueden hacer imposible una nueva agresión de EEUU; todo esto también se aplicaba a Irak, pero la guerra ocurrió.
Tenemos que entender que el mundo no se rige por consideraciones de sentido común, sino de intereses imperialistas.
Ahora mismo, estos intereses dictan, cada vez más, guerra.
Los “proyectos locos” de hace un lustro —como la misma guerra contra Irak— ahora son política oficial de Washington. Otros documentos más recientes de la Casa Blanca hablan de extender la guerra en el espacio y el “ciberespacio”, de fortalecer la capacidad —se supone defensiva— de EEUU en armas químicas y biológicas… Debemos tomar en serio estas amenazas.
Frente a esto, Samir Amin, ha escrito que “se impone el rearme de todos los países del mundo para hacer frente a las agresiones planeadas por Washington”. Otros intelectuales del entorno de Le Monde Diplomatique y ATTAC no abogan abiertamente por una reacción militar, pero sí defienden el fortalecimiento de la Unión Europea. Pero los debates reales entre los dirigentes europeos giran en torno a transformar la Unión, de una entidad casi exclusivamente económica a tener un fuerte elemento político. Y, en el mundo de hoy, esto implica una capacidad militar.
Debemos entender que, aunque el peligro más importante es el imperialismo de EEUU, lo es en cuanto que imperialista, no en cuanto que estadounidense. Añadir un peligro imperialista europeo —aparte de los nuevos recortes en el gasto social que un rearme significaría— no acercará la paz.
Recordemos las palabras del New York Times, ante el movimiento global contra la guerra: el mundo tiene dos superpotencias, EEUU y “la opinión pública mundial”.
Esta movilización masiva, que ha tenido su punto álgido, hasta ahora, el 15 de febrero, es la esperanza, contra el imperialismo de la nacionalidad que sea y por la posibilidad de otro mundo.
Los peligros ante nosotros, en el nuevo período después de la batalla de Irak, hacen que sea más urgente el desarrollo de este movimiento y la profundización de nuestro entendimiento del mundo en el que vivimos.
Lo que sí es una sorpresa es la rapidez con la cual la gente ha reaccionado políticamente frente a la ocupación estadounidense, y en todas las partes de este Estado tan diverso.
Kurdistán: El futuro del pueblo kurdo no es más claro que antes de la guerra. Los dirigentes de las dos organizaciones kurdas más importantes dentro de Irak, el Partido Democrático de Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK), fieles a su historia de dejarse utilizar por diferentes gobiernos, apoyaron a EEUU, y constituyeron el grueso de sus fuerzas en el Kurdistán iraquí. Se supone que esperaban alguna recompensa, pero la hostilidad turca frente a su toma de Kirkuk —una importante ciudad kurda, “convertida” en árabe por Sadam— produjo un rápido repliegue, dejando el control en manos estadounidenses.
Lo mejor que pueden esperar es una autonomía formal dentro de un Estado iraquí.
Los límites actuales de sus derechos quedaron patentes cuando las tropas estadounidenses dispararon contra manifestantes kurdos en la ciudad de Mosul, matando a 12 de ellos, cuando protestaban por la imposición de un gobernador árabe, y proamericano, en la ciudad.
Una solución realmente democrática en Oriente Medio tendría que incluir la autodeterminación de los kurdos, ahora divididos entre 4 ó más Estados. Pero tal objetivo no se podrá conseguir mediante acuerdos con los diferentes poderes de la región, sino como parte de una lucha conjunta contra éstos. Los líderes del PDK y la UPK representan una minoría relativamente rica entre los kurdos, y son incapaces de ofrecer tal salida a este desdichado pueblo.
Los chiítas: Éstos constituyen el mayor grupo de la población iraquí, sistemáticamente excluidos del poder. El chiísmo es una rama del islam, distinta de la mayoría sunita; algo parecido a la división del cristianismo entre católicos y protestantes. Cualquier democracia implicaría que asuman un papel importante en ella, una posibilidad que no alegrará a EEUU, consciente de sus conexiones con Irán, también chiíta.
En las primeras manifestaciones de los chiítas, se gritaba diferentes lemas, desde “No a Bush, no a Sadam: Sí, sí al islam”, hasta “Ni chiítas ni sunitas, todos somos iraquíes”.
La clave para entender a la población chiíta es que se encuentran entre los más pobres de Irak; además del sur del país, donde son mayoría, viven en los barrios marginados de Bagdad. Si recurren al islam, es porque lo ven como una solución frente a la opresión, la pobreza y la guerra. Si se quiere que busquen otra solución, fuera de la religión, se les tiene que ofrecer soluciones reales a estos problemas. La Estrategia de Seguridad Nacional de Bush, además de describir sus planes bélicos, explícitamente aboga por la extensión mundial de las políticas neoliberales. Los chiítas sólo pueden esperar más pobreza bajo un Gobierno patrocinado por EEUU, lo que implica más terreno fértil para el integrismo, ante la ausencia de una alternativa de izquierdas.
Bagdad: Incluso en el centro de Bagdad, la misma plaza en la que se produjo la imagen cinematográfica del derribo de la estatua de Sadam, ahora es escenario de manifestaciones diarias contra la presencia estadounidense. Los dirigentes de EEUU responden haciendo alarde de la “libertad de manifestación” de la que disfrutan los iraquíes (inexplicablemente olvidándose de la matanza de Mosul).
Lo que esto revela es algo que hace tiempo descubrimos en Europa Occidental y EEUU. En una dictadura, un grupo pequeño de poderosos manda contra los deseos de la mayoría. En la democracia que defienden Bush, Aznar, etc., pasa lo mismo, excepto que se permiten protestas, siempre que no molesten demasiado.
Una democracia de verdad en Irak supondría un país mucho más hostil a EEUU que el régimen de Sadam. La autodeterminación de Kurdistán supondría la desestabilización de Siria, Irán y, aún más importante para EEUU, de Turquía.
Todavía es temprano para conocer los detalles, pero está claro que un nuevo Gobierno iraquí apoyado por EEUU no traerá la democracia. Ésta sólo se conseguirá mediante las luchas —que ya están empezando— contra la presencia imperialista.
La verdad es que se precipitan al hacerlo. Lo que ha acabado —e incluso el mismo Bush lo ha dicho en diferentes ocasiones— no es más que el segundo asalto en un conflicto mucho más largo, cuyo ganador aún está por decidir.
Sin embargo, después de tres meses muy agitados, ahora toca reflexionar acerca de lo acaecido, y medir fuerzas para la próxima ronda.
El nuevo “Nuevo Orden Mundial”
Si la caída del muro de Berlín y de la URSS supuso el principio de un “Nuevo Orden Mundial”, los acontecimientos tras el 11-S suponen el intento, por parte del equipo de Bush, de crear uno aún más nuevo.Ya se ha comentado en En lucha la estrategia del “Proyecto para un Nuevo Siglo Americano”, de intentar mantener el predominio estadounidense, frente a sus diferentes rivales (ver las páginas centrales de este mes, y de marzo de 2003).
Huelga decir que esta estrategia nada tiene que ver con la democracia, y tampoco se limita al control del petróleo, sino que representa el proyecto de fortalecer el poder estadounidense mediante el uso de su superioridad militar. Por este motivo, la importante asesoría, Stratfor, aclaró recientemente:
“Conforme la guerra en Irak se acerca a su conclusión, las expectativas son que el final de la guerra traerá al menos una pausa en las tensiones internacionales. No creemos que esto ocurrirá. Dados los objetivos de EEUU en la guerra, se pueden esperar que crisis —dentro de Irak, con las naciones en las fronteras de Irak, y entre Europa y EEUU— fluirán directamente de la terminación de la guerra… Como hemos dicho, Irak es una campaña en una guerra más grande, y no una guerra en sí.” (The Stratfor Weekly, 10-04-2003)
En Afganistán, muchos Estados apoyaron la agresión estadounidense. Cada uno veía en ella una justificación para su propio “ataque preventivo contra el terrorismo”: Rusia contra los chechenos; China contra los musulmanes secesionistas en el noroeste de su territorio; mientras que para Francia fue una coartada para sus intervenciones en sus ex colonias en África…
En Irak, los dirigentes de Francia, Alemania y Rusia tuvieron otros intereses y preocupaciones, y se opusieron a la guerra. La “cumbre” que éstos celebraron en Petersburgo, el 12 de abril es una posible señal de la cristalización de un nuevo bloque, que no está dispuesto a someter sus propias ambiciones a las de Bush.
Pero este sometimiento es precisamente lo que requiere la estrategia estadounidense.
Las amenazas a Siria obligarán incluso a Blair y Aznar a repensarse su apoyo a Bush. Si hasta ahora pensaban que un EEUU fuerte serviría a sus propios intereses globales, ahora deben tener la sensación del aprendiz del mago.
Siria: ¿La nueva amenaza?
Los cadáveres iraquíes aún no se habían enfriado cuando Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa de EEUU, empezó a amenazar a Siria.Bush, sin duda en un intento de mantener a sus aliados europeos, a los que sigue necesitando, ha intentado callar estas llamadas. Pero esto no cambia la realidad fundamental de su estrategia. Escuchemos otra vez a Stratfor: “Nunca hubo duda alguna de que Estados Unidos iba a enfrentarse a Siria en algún momento desde sus bases en Irak”.
Es más, un grupo de asesores del Gobierno israelí, dirigido por Richard Perle —ahora un asesor clave de Bush— apuntaba ya, en 1996, hacia un ataque contra Siria. Es significativo que acusaran a Siria de apoyar al terrorismo, y de poseer armas de destrucción masiva.
Todo esto debe hacernos entender que, por mucho que deseemos creer que no habrá guerra, todas las probabilidades van en esta dirección.
Igual que en el caso de Irak, donde sabíamos desde mucho antes del ataque que eso venía, aunque no supiéramos exactamente cuándo, la batalla puede tardar un año o más en llegar. Tampoco es seguro que el próximo objetivo será Siria; también se ha amenazado a Irán.
Por supuesto que una guerra contra Siria o Irán sería muy arriesgada, y muy costosa en vidas. Nada sería más peligroso que imaginar que estas consideraciones pueden hacer imposible una nueva agresión de EEUU; todo esto también se aplicaba a Irak, pero la guerra ocurrió.
Tenemos que entender que el mundo no se rige por consideraciones de sentido común, sino de intereses imperialistas.
Ahora mismo, estos intereses dictan, cada vez más, guerra.
¿Y ahora qué?
Está claro que el mundo es un lugar cada vez más peligroso, y que los actuales ocupantes de la Casa Blanca intentan acelerar el proceso.Los “proyectos locos” de hace un lustro —como la misma guerra contra Irak— ahora son política oficial de Washington. Otros documentos más recientes de la Casa Blanca hablan de extender la guerra en el espacio y el “ciberespacio”, de fortalecer la capacidad —se supone defensiva— de EEUU en armas químicas y biológicas… Debemos tomar en serio estas amenazas.
Frente a esto, Samir Amin, ha escrito que “se impone el rearme de todos los países del mundo para hacer frente a las agresiones planeadas por Washington”. Otros intelectuales del entorno de Le Monde Diplomatique y ATTAC no abogan abiertamente por una reacción militar, pero sí defienden el fortalecimiento de la Unión Europea. Pero los debates reales entre los dirigentes europeos giran en torno a transformar la Unión, de una entidad casi exclusivamente económica a tener un fuerte elemento político. Y, en el mundo de hoy, esto implica una capacidad militar.
Debemos entender que, aunque el peligro más importante es el imperialismo de EEUU, lo es en cuanto que imperialista, no en cuanto que estadounidense. Añadir un peligro imperialista europeo —aparte de los nuevos recortes en el gasto social que un rearme significaría— no acercará la paz.
Recordemos las palabras del New York Times, ante el movimiento global contra la guerra: el mundo tiene dos superpotencias, EEUU y “la opinión pública mundial”.
Esta movilización masiva, que ha tenido su punto álgido, hasta ahora, el 15 de febrero, es la esperanza, contra el imperialismo de la nacionalidad que sea y por la posibilidad de otro mundo.
Los peligros ante nosotros, en el nuevo período después de la batalla de Irak, hacen que sea más urgente el desarrollo de este movimiento y la profundización de nuestro entendimiento del mundo en el que vivimos.
Caja: “Irak libre”
Nadie llora la caída de Sadam, y después de más 20 años de dictadura —y no olvidemos, la mayoría de este tiempo, fue una dictadura apoyada por EEUU—, una década de sanciones, seguida por los bombardeos, no debe sorprendernos que la población iraquí sienta un cierto alivio.Lo que sí es una sorpresa es la rapidez con la cual la gente ha reaccionado políticamente frente a la ocupación estadounidense, y en todas las partes de este Estado tan diverso.
Kurdistán: El futuro del pueblo kurdo no es más claro que antes de la guerra. Los dirigentes de las dos organizaciones kurdas más importantes dentro de Irak, el Partido Democrático de Kurdistán (PDK) y la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK), fieles a su historia de dejarse utilizar por diferentes gobiernos, apoyaron a EEUU, y constituyeron el grueso de sus fuerzas en el Kurdistán iraquí. Se supone que esperaban alguna recompensa, pero la hostilidad turca frente a su toma de Kirkuk —una importante ciudad kurda, “convertida” en árabe por Sadam— produjo un rápido repliegue, dejando el control en manos estadounidenses.
Lo mejor que pueden esperar es una autonomía formal dentro de un Estado iraquí.
Los límites actuales de sus derechos quedaron patentes cuando las tropas estadounidenses dispararon contra manifestantes kurdos en la ciudad de Mosul, matando a 12 de ellos, cuando protestaban por la imposición de un gobernador árabe, y proamericano, en la ciudad.
Una solución realmente democrática en Oriente Medio tendría que incluir la autodeterminación de los kurdos, ahora divididos entre 4 ó más Estados. Pero tal objetivo no se podrá conseguir mediante acuerdos con los diferentes poderes de la región, sino como parte de una lucha conjunta contra éstos. Los líderes del PDK y la UPK representan una minoría relativamente rica entre los kurdos, y son incapaces de ofrecer tal salida a este desdichado pueblo.
Los chiítas: Éstos constituyen el mayor grupo de la población iraquí, sistemáticamente excluidos del poder. El chiísmo es una rama del islam, distinta de la mayoría sunita; algo parecido a la división del cristianismo entre católicos y protestantes. Cualquier democracia implicaría que asuman un papel importante en ella, una posibilidad que no alegrará a EEUU, consciente de sus conexiones con Irán, también chiíta.
En las primeras manifestaciones de los chiítas, se gritaba diferentes lemas, desde “No a Bush, no a Sadam: Sí, sí al islam”, hasta “Ni chiítas ni sunitas, todos somos iraquíes”.
La clave para entender a la población chiíta es que se encuentran entre los más pobres de Irak; además del sur del país, donde son mayoría, viven en los barrios marginados de Bagdad. Si recurren al islam, es porque lo ven como una solución frente a la opresión, la pobreza y la guerra. Si se quiere que busquen otra solución, fuera de la religión, se les tiene que ofrecer soluciones reales a estos problemas. La Estrategia de Seguridad Nacional de Bush, además de describir sus planes bélicos, explícitamente aboga por la extensión mundial de las políticas neoliberales. Los chiítas sólo pueden esperar más pobreza bajo un Gobierno patrocinado por EEUU, lo que implica más terreno fértil para el integrismo, ante la ausencia de una alternativa de izquierdas.
Bagdad: Incluso en el centro de Bagdad, la misma plaza en la que se produjo la imagen cinematográfica del derribo de la estatua de Sadam, ahora es escenario de manifestaciones diarias contra la presencia estadounidense. Los dirigentes de EEUU responden haciendo alarde de la “libertad de manifestación” de la que disfrutan los iraquíes (inexplicablemente olvidándose de la matanza de Mosul).
Lo que esto revela es algo que hace tiempo descubrimos en Europa Occidental y EEUU. En una dictadura, un grupo pequeño de poderosos manda contra los deseos de la mayoría. En la democracia que defienden Bush, Aznar, etc., pasa lo mismo, excepto que se permiten protestas, siempre que no molesten demasiado.
Una democracia de verdad en Irak supondría un país mucho más hostil a EEUU que el régimen de Sadam. La autodeterminación de Kurdistán supondría la desestabilización de Siria, Irán y, aún más importante para EEUU, de Turquía.
Todavía es temprano para conocer los detalles, pero está claro que un nuevo Gobierno iraquí apoyado por EEUU no traerá la democracia. Ésta sólo se conseguirá mediante las luchas —que ya están empezando— contra la presencia imperialista.
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