América latina: La solución desde abajo
Artículo escrito para En lucha, no 81, febrero de 2003.
Después de unos dos meses de “huelga”, o más bien lockout por la patronal, la situación en Venezuela parece estancada.
Los antichavistas mantienen sus movilizaciones multitudinarias, pero no han logrado su objetivo de convocar una referéndum (anticonstitucional, por cierto) que devolviese el país a sus manos. Por su parte, Chávez sigue en el poder, y mantiene el apoyo de millones de personas, sobre todo entre los pobres, pero no ha sido capaz de minar la alianza en su contra.
Venezuela no es, de lejos, el único país en América Latina que experimenta una polarización entre las clases. Bolivia, Ecuador y Brasil nos ofrecen ejemplos importantes acerca de cómo llevar esta lucha.
Bolivia lleva ya varias semanas de luchas intensas, incluyendo bloqueos de carreteras, que han costado la vida a decenas de personas.
En la prensa, se habla del cultivo de coca, que sí forma parte del conflicto, pero existe una larga lista de demandas sociales, presentada por los movimientos en lucha, cada vez más organizados.
Explica Harry Mondaca, de la Coordinadora de Defensa del Agua de Cochabamba: “Se ha formado un comando o estado mayor de la rebelión social integrado por los dirigentes de todos los sectores movilizados, con el objetivo de coordinar y darle mayor contundencia al movimiento. Es la forma como reaccionamos al estado de sitio y la militarización de la calle.” Es significativo que Evo Morales, el diputado izquierdista que casi llegó a ser Presidente, no es “el gran líder”, sino que es un miembro más de esta coordinación.
En este país, acaba de tomar la presidencia el ex coronel Lucio Gutiérrez. Ha levantado esperanzas entre la amplia gama de fuerzas sociales que respaldaron su candidatura.
Explica Osvaldo León, de ALAI-Amlatina: “Esta confluencia de fuerzas tiene un denominador común: la participación en la rebelión popular del 21 de enero de 2000… evento que, precisamente, permitió que Gutiérrez adquiera presencia pública en su condición de líder del contingente militar que se sumó a ese levantamiento.” Al jurar el cargo, Lucio declaró: “El Ecuador ha votado por el cambio… Cambio radical de ciento ochenta grados.”
Blanca Chancoso, dirigente de la coordinadora indígena CONAIE y de su organización política, Pachakutik, comentó que: “Lucio va a recibir un país en quiebra… La esperanza es que pueda cambiar a la nación. Aún en una situación difícil.” Explicó que esperaba que, como mínimo, hiciera frente a las demandas del FMI.
Las últimas noticias al respecto no son muy alentadoras. Según informa El País: “El gobierno ecuatoriano planea elevar el precio de los combustibles, pese a la advertencia de los grupos sociales que respaldaron al presidente Lucio Gutiérrez… La Administración de Gutiérrez pretende lograr un acuerdo con el FMI que le abra las puertas a créditos por un valor de 500 millones de dólares. Los movimientos sociales insisten en que se puede afrontar el déficit «sin castigar al pueblo» y recomiendan a Gutiérrez que renegocie el pago de la deuda exterior, que supera los 15.000 millones de dólares.”
La llegada de Lula a la presidencia de Brasil se puede resumir como una experiencia contradictoria.
Ha hecho propuestas significativas para acabar con la pobreza: por ejemplo suspendió la compra de unos cazas, para dedicar los fondos a la lucha contra el hambre. Otras decisiones han sido más dudosas, como nombrar a un ex dirigente de un banco internacional estadounidense (Banco de Boston) como jefe del Banco Central.
El ejemplo más gráfico de la situación es el hecho de que Lula hablara delante de 100.000 personas en el Foro Social Mundial en Porto Alegre, y luego fue a Davos para hablar en el Foro Económico Mundial. Comentó João Pedro Stedile, del Movimiento Sin Tierra: “Lula no me ha convencido a mí y tampoco va a convencer a los banqueros. A los banqueros no se les convence, se les presiona.”
El lado claramente positivo de todas estas experiencias es que las viejas élites vayan perdiendo apoyo, y que millones de personas apoyen a opciones de izquierdas.
Sin embargo, los ejemplos de Brasil y Ecuador demuestran los problemas que comporta el depender de lograr puestos institucionales; aun con la mejor voluntad de cambio, las presiones desde el poder son muchas, y es difícil lograr que los mandatarios izquierdistas no se rindan ante ellas.
Bolivia demuestra que existe otra forma de hacer la política; basada en la lucha social.
¿Qué significa esto para Venezuela?
El estancamiento en la situación se debe, en parte, a las contradicciones de Chávez.
Después del golpe en abril, éste buscó la reconciliación con los ricos, una cosa que resultó imposible. Frente a lo que se nombra claramente “paro de la patronal”, la respuesta obvia sería apoyar las movilizaciones de los trabajadores, pero Chávez, un alto mando militar, no puede hacer esto, y prefiere depender del ejército.
La lección es que la oposición a los ricos tiene que venir desde abajo, y tendrá que ser independiente de Chávez.
Existen indicios de que esto empieza a ocurrir. Un activista marxista en Venezuela escribe que: “nuevos tipos de organizaciones que están surgiendo, porque hay situaciones en donde las organizaciones existentes que apoyan al gobierno no dan la respuesta necesaria”.
Éstas incluyen asambleas populares de usuarios del gas y gasolina, las de ahorristas bancarios, las de padres, representantes y maestros, en defensa de las consumidores, emergencias y de las libertades democráticas en los barrios populares, las que están garantizando el reinicio de clase en educación…
En la crisis actual, la política de Chávez no puede producir una solución de verdad, porque no existe una “solución nacional” para Venezuela; existe una oposición fundamental de intereses, entre los trabajadores y los pobres, por un lado, y los ricos por el otro.
Los movimientos y las luchas sociales —si saben apoyar a Chávez contra la derecha, pero siempre actuar de forma independiente de él, e incluso contra él cuando impone las políticas neoliberales— ofrecen la única salida viable.
Después de unos dos meses de “huelga”, o más bien lockout por la patronal, la situación en Venezuela parece estancada.
Los antichavistas mantienen sus movilizaciones multitudinarias, pero no han logrado su objetivo de convocar una referéndum (anticonstitucional, por cierto) que devolviese el país a sus manos. Por su parte, Chávez sigue en el poder, y mantiene el apoyo de millones de personas, sobre todo entre los pobres, pero no ha sido capaz de minar la alianza en su contra.
Venezuela no es, de lejos, el único país en América Latina que experimenta una polarización entre las clases. Bolivia, Ecuador y Brasil nos ofrecen ejemplos importantes acerca de cómo llevar esta lucha.
Bolivia
Bolivia lleva ya varias semanas de luchas intensas, incluyendo bloqueos de carreteras, que han costado la vida a decenas de personas.
En la prensa, se habla del cultivo de coca, que sí forma parte del conflicto, pero existe una larga lista de demandas sociales, presentada por los movimientos en lucha, cada vez más organizados.
Explica Harry Mondaca, de la Coordinadora de Defensa del Agua de Cochabamba: “Se ha formado un comando o estado mayor de la rebelión social integrado por los dirigentes de todos los sectores movilizados, con el objetivo de coordinar y darle mayor contundencia al movimiento. Es la forma como reaccionamos al estado de sitio y la militarización de la calle.” Es significativo que Evo Morales, el diputado izquierdista que casi llegó a ser Presidente, no es “el gran líder”, sino que es un miembro más de esta coordinación.
Ecuador
En este país, acaba de tomar la presidencia el ex coronel Lucio Gutiérrez. Ha levantado esperanzas entre la amplia gama de fuerzas sociales que respaldaron su candidatura.
Explica Osvaldo León, de ALAI-Amlatina: “Esta confluencia de fuerzas tiene un denominador común: la participación en la rebelión popular del 21 de enero de 2000… evento que, precisamente, permitió que Gutiérrez adquiera presencia pública en su condición de líder del contingente militar que se sumó a ese levantamiento.” Al jurar el cargo, Lucio declaró: “El Ecuador ha votado por el cambio… Cambio radical de ciento ochenta grados.”
Blanca Chancoso, dirigente de la coordinadora indígena CONAIE y de su organización política, Pachakutik, comentó que: “Lucio va a recibir un país en quiebra… La esperanza es que pueda cambiar a la nación. Aún en una situación difícil.” Explicó que esperaba que, como mínimo, hiciera frente a las demandas del FMI.
Las últimas noticias al respecto no son muy alentadoras. Según informa El País: “El gobierno ecuatoriano planea elevar el precio de los combustibles, pese a la advertencia de los grupos sociales que respaldaron al presidente Lucio Gutiérrez… La Administración de Gutiérrez pretende lograr un acuerdo con el FMI que le abra las puertas a créditos por un valor de 500 millones de dólares. Los movimientos sociales insisten en que se puede afrontar el déficit «sin castigar al pueblo» y recomiendan a Gutiérrez que renegocie el pago de la deuda exterior, que supera los 15.000 millones de dólares.”
Brasil
La llegada de Lula a la presidencia de Brasil se puede resumir como una experiencia contradictoria.
Ha hecho propuestas significativas para acabar con la pobreza: por ejemplo suspendió la compra de unos cazas, para dedicar los fondos a la lucha contra el hambre. Otras decisiones han sido más dudosas, como nombrar a un ex dirigente de un banco internacional estadounidense (Banco de Boston) como jefe del Banco Central.
El ejemplo más gráfico de la situación es el hecho de que Lula hablara delante de 100.000 personas en el Foro Social Mundial en Porto Alegre, y luego fue a Davos para hablar en el Foro Económico Mundial. Comentó João Pedro Stedile, del Movimiento Sin Tierra: “Lula no me ha convencido a mí y tampoco va a convencer a los banqueros. A los banqueros no se les convence, se les presiona.”
Luchar desde abajo
El lado claramente positivo de todas estas experiencias es que las viejas élites vayan perdiendo apoyo, y que millones de personas apoyen a opciones de izquierdas.
Sin embargo, los ejemplos de Brasil y Ecuador demuestran los problemas que comporta el depender de lograr puestos institucionales; aun con la mejor voluntad de cambio, las presiones desde el poder son muchas, y es difícil lograr que los mandatarios izquierdistas no se rindan ante ellas.
Bolivia demuestra que existe otra forma de hacer la política; basada en la lucha social.
¿Qué significa esto para Venezuela?
El estancamiento en la situación se debe, en parte, a las contradicciones de Chávez.
Después del golpe en abril, éste buscó la reconciliación con los ricos, una cosa que resultó imposible. Frente a lo que se nombra claramente “paro de la patronal”, la respuesta obvia sería apoyar las movilizaciones de los trabajadores, pero Chávez, un alto mando militar, no puede hacer esto, y prefiere depender del ejército.
La lección es que la oposición a los ricos tiene que venir desde abajo, y tendrá que ser independiente de Chávez.
Existen indicios de que esto empieza a ocurrir. Un activista marxista en Venezuela escribe que: “nuevos tipos de organizaciones que están surgiendo, porque hay situaciones en donde las organizaciones existentes que apoyan al gobierno no dan la respuesta necesaria”.
Éstas incluyen asambleas populares de usuarios del gas y gasolina, las de ahorristas bancarios, las de padres, representantes y maestros, en defensa de las consumidores, emergencias y de las libertades democráticas en los barrios populares, las que están garantizando el reinicio de clase en educación…
En la crisis actual, la política de Chávez no puede producir una solución de verdad, porque no existe una “solución nacional” para Venezuela; existe una oposición fundamental de intereses, entre los trabajadores y los pobres, por un lado, y los ricos por el otro.
Los movimientos y las luchas sociales —si saben apoyar a Chávez contra la derecha, pero siempre actuar de forma independiente de él, e incluso contra él cuando impone las políticas neoliberales— ofrecen la única salida viable.
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