Oportunismo

Artículo aparecido en En lucha No 73: mayo de 2002

Oportunismo es un término muy utilizado, pero en sentidos confusos e incluso contradictorios.

En cierto sentido este término se ha aplicado a En lucha.

Hace cincuenta años que los palestinos están oprimidos, pero tan sólo este mes el tema aparece en la portada de este periódico. Hace años que existen diferentes leyes de extranjería racistas, pero fue durante las movilizaciones de los emigrantes cuando el tema apareció más en En lucha. Cuando la gente sale a la calle en grandes manifestaciones, En lucha suele estar allí.

Todo esto, según algunos, es oportunismo. Existen colectivos, reducidos y aislados, que lleva años trabajando un tema u otro, y cuando de repente mucha gente empieza a hablar de la cuestión y a manifestarse, estos colectivos se quejan, ¿dónde han estado estas personas durante todos estos años en que hemos estado trabajando?

Aquí surge la acusación de oportunismo. Pero esta crítica se tendría que aplicar no sólo a determinados grupos de la izquierda radical, como En lucha, sino a las decenas de miles de personas que, a pesar de no haber estado antes, salen a manifestarse. En realidad, sólo los sectarios dirían ¿Por qué medio millón de personas se manifestaron el 16/3 contra la Europa del Capital y la guerra, cuando no lo hicieron el 16/2 o el 16/1? Sin embargo, esta crítica de oportunismo sigue repitiéndose.

Se trata de una confusión entre ser oportunista y ser oportuno.

Existen grupos que siempre entonan las mismas frases, los mismos lemas, pase lo que pase. Estos lemas podrían proceder de su “programa” y referirse a la nacionalización de los grandes monopolios y a la planificación, o podrían consistir en la crítica generalizada a todo grupo político, sea éste de izquierdas o de derechas. Lo que tienen en común es que no varían según el nivel de lucha o la conciencia de la gente.

En lucha, en cambio, sí responde a estos cambios. Cuando estalló la guerra en Afganistán, pusimos el tema en la portada e intentamos promover la movilización antiimperialista. En un momento en que no hay ni guerra ni amenaza de ella, ponemos el énfasis en otro punto, con tal de conectar con la gente.

No es que los principios cambien, sino que la forma en que podemos conectar las ideas revolucionarias con miles de personas va cambiando de un momento a otro. La mayoría de la gente no empieza por cuestionarse a todo el sistema, sino con un aspecto específico. Si queremos atraer a más gente hacia una oposición global al capitalismo, tenemos que empezar con las cuestiones concretas que preocupan en un momento dado, sin olvidar los temas más generales, históricos, o controvertidos.

Éste es precisamente el papel de un periódico como En lucha. Puede pasar de un tema muy conocido en la portada a cuestiones más difíciles y específicas en los artículos interiores. Se vende en la calle y en las manifestaciones, a gente que todavía no está comprometida con el movimiento anticapitalista pero que se siente atraída inicialmente hacia un tema que les preocupa y, lo más importante, puede concienciarse sobre otros.

Hacer esto no es oportunismo, sino ser oportunos. La alternativa sería mantener un aislamiento sectario respecto a las luchas reales.

¿En qué consiste, entonces, el oportunismo, desde la perspectiva marxista revolucionaria?

Miremos la actitud de la dirección del PSOE respecto a las mismas cuestiones tratadas arriba.

El Partido socialista participó en la reciente manifestación en Barcelona contra la Europa del Capital y la guerra.

En el caso de las bases del PSOE, su participación en la manifestación reflejó una oposición genuina hacia aspectos de la política de la UE. Sin embargo, la dirección del PSOE tiene una historia poco digna en el tema de la guerra, desde su apoyo a la OTAN hasta su respaldo a los bombardeados en Irak y Serbia. Apoyaron esta manifestación, sin duda, porque habían sospechado el éxito que iba tener.

Obviamente, es mejor que se manifiesten contra la guerra que a favor y, si no más, su apoyo verbal puede animar a más gente de sus bases a asistir, pero no refleja ningún principio antiimperialista —no lo tienen—, sino sólo la búsqueda temporal de mejoras en las encuestas, mediante la toma de posiciones que realmente no son las suyas.

Lo mismo pasa con la inmigración; la dirección del partido introdujo una ley racista cuando estaba en el poder, respondiendo tanto a las presiones empresariales como al miedo de perder el apoyo de los votantes racistas, pero en la oposición manifiesta su solidaridad con los movimientos antirracistas. Se puede ver el mismo patrón en innumerables ejemplos.

¿Cómo debemos reaccionar frente a esto?

Depende de cuál es nuestro objetivo. Si nos conformamos con ser los más consecuentes del mundo, y denunciar a todo el mundo por oportunista, o por otros pecados, no hace falta hacer nada, sino tan sólo seguir con lo nuestro y punto.

En cambio, si reconocemos que existe una diferencia entre los dirigentes reformistas —que quieren aprovecharse de las luchas progresistas sólo para llegar al poder e implementar políticas de derechas—, y la enorme mayoría de la gente de base de los partidos institucionales de izquierdas y de los sindicatos mayoritarios —que pueden ser moderados pero que realmente tienen un interés en que el mundo cambie—, necesitamos una actitud más sutil.

Para superar la influencia del oportunismo, tenemos que ganar a esta gente de base, o como mínimo a una buena parte de ella. Y para hacer esto, necesitamos una buena dosis de lo “oportuno”. O sea, tenemos que aprender a aplicar nuestros principios a las preocupaciones reales y puntuales de la gente de a pie. Tenemos que saber explicar nuestras ideas de una forma en que se puedan entender fuera de los círculos pequeños de los movimientos radicales actuales.

El oportunismo pasa de cualquier principio para conseguir el poder, o más bien la apariencia de él. Nosotros debemos mantener los principios firmes, pero tenemos que aprender a ser oportunos respecto a cómo los explicamos, si queremos que lleguen a realizarse.

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