OTAN: No a la policía sin fronteras
Este artículo apareció por primer vez en En lucha No 41, junio de 1999, durante la guerra de la OTAN contra Serbia.
En abril de este año, los dirigentes de la OTAN se reunieron en Washington para celebrar el 50 aniversario de la Alianza con muchas felicitaciones y retórica acerca de cómo la guerra en Kosovo hará del mundo un lugar más seguro.
Pero la verdad es que este conflicto representa la extensión de los poderes de esta organización.
La guerra se ha llevado a cabo bajo el mando y la dirección de la OTAN. En los últimos cuatro años hemos visto a la OTAN avanzar en sus primeras operaciones ofensivas, sus primeros despliegues militares activos, y ahora en su primer bombardeo a un estado soberano.
¿Qué representa la OTAN? ¿Se está convirtiendo en la policía invencible mundial?
La OTAN: historia de una banda armada
El acuerdo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte fue firmado el 4 de abril de 1949.Supuestamente, la creación de la OTAN fue necesaria para defender a Europa Occidental de la URSS. Pero no fue hasta poco después que se creó el Pacto de Varsovia en el Este. En realidad ambos bloques reflejaban los intereses de los "superpoderes" por apropiarse porciones enteras del planeta.
Antes del final de la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes de EEUU, Gran Bretaña, y la URSS se habían reunido para hacer planes sobre cómo repartirse el mundo.
Occidente consintió en el control de la URSS sobre Europa del Este, y en cambio Stalin se comprometió a utilizar a los partidos comunistas para apagar las luchas casi revolucionarias que habían estallado en Italia y Francia y otros países al derrotar el fascismo, dejando a la Europa Occidental en manos del capitalismo de mercado.
Estados Unidos salió de la guerra como el Estado más poderoso del mundo, tanto económica como militarmente.
A finales de los 40, Estados Unidos representaba el 75% del capital invertido en el planeta y alrededor de dos tercios del capital industrial. Tropas estadounidenses estaban destinadas en 56 países y EEUU disfrutaba del uso de unas 400 bases navales y aéreas en el mundo.
Así que, aunque en teoría la OTAN era un "pacto" entre Europa Occidental y Estados Unidos, debido a la dominación económica y militar de este país, desde el principio fue, sobre todo, un arma de la política exterior estadounidense.
La OTAN fue diseñada para contrarrestar amenazas, tanto internas como externas, hacia sus estados miembros, no para "defender la democracia".
Uno de sus miembros fundadores fue la Portugal fascista, mientras Grecia y Turquía siguieron como miembros incluso durante los períodos en que estaban controladas por dictaduras militares.
La Guerra fría, desde los años 50 hasta los 80, mantenía el mundo bajo la amenaza de la aniquilación nuclear. El balance de capacidad destructiva se resumía en la expresión "destrucción mutua asegurada" (las siglas en inglés son MAD, que significa "loco").
El final de la guerra fría y el colapso de la URSS iban a significar un "nuevo orden mundial", el "final de la historia". Ya no iba a haber más guerras, lo que implicaba que los estados dejarían de gastar tanto dinero en armamentos, y podrían dedicar recursos a hospitales, educación etc., el llamado "dividendo de la paz".
Como hemos visto, desde los horrores de Rwanda y Bosnia, hasta los ataques a Irak, y ahora a Serbia, la verdad es otra. E incluso los conflictos con Rusia y China no han desaparecido del todo, como ha quedado claro con el envío de barcos de guerra rusos a la zona de los Balcanes, y las reacciones al bombardeo a la embajada china en Belgrado.
¿Qué le ha pasado al "dividendo de la paz"?
El "nuevo orden" mundial
El colapso de la Unión Soviética sumió a los dirigentes de la OTAN en un dilema. Si la OTAN estaba allí para protegernos de la amenaza de una invasión soviética -su justificación durante cuatro décadas- ¿por qué seguía existiendo si esta amenaza ya no existía?La guerra en Kosovo ha demostrado como la OTAN ha pasado de ser una alianza militar interesada en Europa Oriental, a una que está dispuesta a atacar donde sea a favor de los intereses del capitalismo estadounidense y europeo. Para entender cuál es la nueva situación, hay que mirar debajo de la superficie, a lo que realmente sucedió durante la guerra fría.
En las décadas de la guerra fría, EEUU consiguió quebrar la economía rusa con la competencia militar.
Pero los altos niveles de gastos armamentísticos estadounidenses también significaron que los países occidentales que gastaban una menor proporción de su producción en armas -sobre todo Japón y Alemania- podían ganar económicamente a costa de las empresas americanas.
En 1953, el producto interior bruto (PIB, un indicio del tamaño de la economía de un país) de EEUU era más de dos veces el total del PIB de Japón, Alemania occidental, Francia, Italia y Gran Bretaña juntos. En 1988, el PIB estadounidense era menos de tres cuartos del total del PIB de estos países.
En 1953, el PIB de Japón representaba el 5% del de EEUU; en 1988 era el 59%. En el mismo período el PIB de Alemania subió del 9% al 25% comparado con el de EEUU.
A la vez que el colapso de la URSS y del pacto de Varsovia dio a EEUU, a través de su alianza militar, la OTAN, la oportunidad de imponer su dominio sobre Rusia y de embarcarse en un nuevo período de expansión imperialista, la pérdida de poder económico hizo esencial, para Estados Unidos, el demostrar su superioridad militar.
No se trataba sólo, ni siquiera principalmente, de contrarrestar amenazas militares, sino de una muestra de poder hacia sus competidores económicos.
Si Japón y Alemania podían producir coches mejores y más baratos que los de EEUU, Washington tenía que recordarles que serían tropas estadounidenses las que asegurarían el suministro de petróleo, si éste estuviera amenazado (y si en realidad no lo estaba, se encargarían de que pareciera así).
E incluso dentro de Europa, la intervención occidental en los Balcanes, que interesa en especial a los dirigentes de Alemania, tenía que depender sobre todo de las fuerzas armadas estadounidenses.
Como consecuencia, a pesar de todo lo hablado de los "dividendos de la paz" al final de la guerra fría, EEUU conscientemente se lanzó en un nuevo período de expansión militar.
El presupuesto de "defensa" para el período 1998 a 2002 proyectó gastos de alrededor de 250 mil millones de dólares al año hasta el 2000, con una ligera subida a 288 mil millones anuales, del 2000 al 2002.
Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, desde el colapso del imperio soviético, el gasto armamentístico de EEUU es igual al gasto combinado de los otros seis países de mayor gasto militar en el mundo: Rusia, Japón, Francia, Alemania, Gran Bretaña, y China.
La proporción estadounidense del gasto militar, de todos los países, es ahora mayor que en 1985, uno de los puntos altos de la guerra fría (un 33% comparado con un 30% en 1985).
Si combinamos esto con los gastos militares de los otros estados de la OTAN, el total asciende a 470,7 mil millones de dólares en 1997 (comparados con el 1,44 mil millones de dólares de la República Federal de Yugoslavia).
¿Qué fue la guerra fría?
Ahora se puede ver mucho más fácilmente qué representaba el militarismo de la guerra fría. Si hubiera tenido que ver con "un conflicto entre el capitalismo y el comunismo", que es lo que se suponía, tanto en la derecha como en casi toda la izquierda, al acabar el "comunismo", se habría visto un desarme generalizado. Pero esta interpretación siempre estuvo equivocada.
Se argumentaba que la fuerte oposición entre occidente y "el este", sobre todo entre EEUU y la URSS, demostraba una diferencia fundamental entre dos sistemas sociales. ¿Por qué EEUU se armaba tanto contra la URSS, si no era por la amenaza del comunismo?, se decía.
Sin embargo, si se mira atrás, se ve que los mayores conflictos del mundo, empezando con la Primera Guerra Mundial, siempre han sido entre poderes claramente capitalistas; nadie defiende que Gran Bretaña, Francia, la Rusia Zarista, el Imperio Austriaco etc. fueran países socialistas.
La guerra fría representaba, en el fondo, el mismo conflicto de intereses imperialistas: control de economías, de materias primas, etc. Y si en la Primera guerra mundial los dirigentes se habían justificado con la palabrería de defender "la democracia" contra la tiranía, en la guerra fría se hablaba de proteger "la libertad" contra el Gran Hermano Stalin, o bien de "defender el socialismo" contra la explotación capitalista.
En ambos casos, igual que hoy con la intervención en los Balcanes, fueron mentiras para encubrir unos intereses imperialistas.
El mundo no es más seguro después de la caída de la URSS ni del final de la guerra fría porque la guerra está implícita en el capitalismo, sea en su versión occidental, de mercado, o bien en el capitalismo de Estado que había en la URSS.
Y el cambio en Rusia -muy incompleto- del capitalismo de Estado al capitalismo de mercado, no quita la lógica fundamental militarista del capitalismo, igual que el cambio de un Presidente republicano a otro "demócrata" en EEUU no hace de este país una fuerza pacificadora.
De hecho, el declive y decadencia del ejército ruso -todavía oficialmente el segundo ejército más poderoso del mundo- y el colapso de la economía rusa se han combinado para acrecentar aún más su dependencia de las armas nucleares.
Alexei Pushkov, miembro del Consejo de Políticas del Exterior y Defensa ruso y una figura importante en la política exterior, dijo en 1997: "La desventaja actual de Rusia en armas convencionales le inclinaría a depender más de armas nucleares para planificar sus defensas, igual que hizo la OTAN en circunstancias similares a finales de los 50".
Continuaba: "mientras la economía rusa siga débil no habrá ninguna nueva carrera armamentística extensiva. Pero al conservar sus arsenales nucleares enormes, Rusia y EEUU entrarán en una zona gris de mayor inseguridad estratégica".
Fue con esto en mente que el liderazgo ruso en 1993 abandonó el compromiso dado en 1982 por Leonid Brezhnev de no utilizar armas nucleares en un primer ataque. Y la administración de Clinton no ha pasado por alto la posibilidad de una subida en tensiones militares entre EEUU y Rusia.
A finales de 1997 el departamento de defensa de EEUU dijo: "la Alianza [OTAN] debe estar preparada para otras contingencias, que incluyen la posibilidad de que Rusia abandone la democracia y vuelva al comportamiento amenazador del período soviético." Todo esto ocurrió antes de los problemas de los últimos doce meses. Si Rusia se viera arrastrada a la guerra en Kosovo, una posibilidad mencionada por Yeltsin en abril, la amenaza nuclear se volvería muy real.
Esto es lo que explica por qué hay barcos de guerra rusos en el Mediterráneo y por qué, en los primeros días de los bombardeos a Serbia, Rusia llevó a cabo pruebas con sus misiles intercontinentales, demostrando que todavía tiene la capacidad de lanzar un ataque nuclear desde sus submarinos nucleares.
La nueva OTAN, "arma letal 2"
Últimamente ha habido dos cambios importantes en la estructura de la OTAN; primero la extensión hacia Europa del este; y luego la adopción del nuevo papel de "policía mundial", arrogándose el derecho de intervenir más o menos donde quiera.
En 1993, Clinton decidió seguir una política de expansión de la OTAN hacia Europa Oriental. Para reforzar esta decisión, los 6 mayores contratistas de armamentos estadounidenses gastaron, entre 1996 y 1998, más de 7 mil millones de pesetas en gestión a favor de la extensión de la OTAN.
En el período anterior a la guerra en Kosovo, la OTAN aceptó a tres antiguos miembros del pacto de Varsovia -Hungría, Polonia y la República Checa- en su seno. Estas adhesiones abren la posibilidad de más miembros del este, tales como Eslovenia, Rumania y Bulgaria, lo que avanzaría el asedio a Rusia.
La existencia de un gobierno en Serbia que mantiene su hostilidad hacia Occidente -cosa que no implica que sea "de izquierdas"- es un impedimento para este proceso.
La expansión de la OTAN muestra lo agresiva que es la Alianza, pero también revela las tensiones entre EEUU y los poderes europeos. Durante gran parte de los 90, Francia y Alemania insistieron en incorporar los estados de Europa del este en la Unión Europea antes de que pudieran entrar en la OTAN. Vieron el vehículo central de estabilidad capitalista en la UE.
EEUU, sin embargo, tenía una actitud contradictoria hacia la UE. Por un lado la vio como una fuente de estabilidad y representante de las ideas del mercado libre. Por el otro, sectores importantes de la clase dominante estadounidense temieron la competición potencial de un bloque de capital que era aún mayor que el suyo.
Los poderes europeos, a su vez, aún dependían militarmente de EEUU, a pesar de sus conflictos económicos con ellos, tales como las peleas sobre el proteccionismo entre la UE y EEUU.
A finales de abril, la cumbre de la OTAN en Washington estableció nuevos objetivos para la Alianza. Ahora sus misiones incluyen "la lucha contra el genocidio, el terrorismo y las armas de destrucción masiva", además del derecho de "injerencia humanitaria".
En palabras del propio Javier Solana, la OTAN tiene como prioridad el "defender la seguridad y los valores democráticos dentro y fuera de sus fronteras", y puede actuar sin permiso expreso del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Ahora bastará con que el objetivo perseguido "se ajuste a la Carta de las Naciones Unidas". Este cambio quiere decir que, en el futuro, las actuaciones armadas de la OTAN no serán sometidas al veto de Rusia o de China.
Es una justificación, después del acto, de la intervención en los Balcanes, pero va más allá. Según sus propias nuevas reglas, la OTAN podrá actuar, por ejemplo, si resurge un conflicto en el Cáucaso, donde -por casualidad- se encuentran las reservas de petróleo de Azerbaiyán, y así en adelante.
Sin embargo, no todo ha salido como querían los dirigentes de EEUU. Ellos querían carta blanca para actuar en todo el mundo, pero no lo consiguieron, debido a la oposición de Alemania y Francia. Según El País, estos países temieron que "la Alianza acabe convirtiéndose en el brazo armado de Estados Unidos en su papel de gendarme mundial". De ahí que el mapa de intervención ha quedado limitado al norte del planeta, llegando hasta la frontera de México, el Mediterráneo, y las repúblicas exsoviéticas, pero no incluyendo al Oriente Próximo ni a China.
Las finanzas humanitarias de la OTAN
Coste de una semana de bombardeos a Serbia: 210 mil millones de pesetas.
Coste de un avión B2: 300 mil millones de pesetas.
Coste de una semana de ayuda humanitaria: 3 mil millones de pesetas.
Fuente: El País, 23/5/99
La democracia que quiere la OTAN
El acuerdo propuesto por la OTAN en las negociaciones de Rambouillet, y su supuesto intento de resolver la cuestión de Kosovo por vía diplomática, muestra hacia dónde va la "OTAN 2".
El "Apéndice B" del texto recibió poca publicidad, tal vez porque lo que propone habría dejado descubierto la manera en que se plantean tratar a otros países.
Las disposiciones incluían la aceptación por parte del Gobierno de Yugoslavia de fuerzas de ocupación de la OTAN no sólo en Kosovo, sino también en Serbia y Montenegro.
Estas fuerzas serían "inmunes a todo proceso legal, sea civil, administrativo o criminal" y bajo cualquier circunstancia y en todo momento serían inmunes a "toda ley que gobierne delitos criminales u ofensas disciplinarias que pueda cometer el personal de la OTAN en la República Federal de Yugoslavia."
"El personal de la OTAN disfrutará con sus vehículos, naves, aviones y equipo, de vía libre y sin restricciones por toda la República Federal de Yugoslavia, incluyendo al espacio aéreo y las aguas territoriales... Será inmune a cualquier forma de arresto, investigación o detención por parte de las autoridades de la República Federal de Yugoslavia."
El Gobierno de Yugoslavia "dará, sobre petición, servicios de telecomunicaciones, incluyendo transmisiones, necesitados según determine la OTAN. Éstos serán gratis." A la Alianza "se le dará el disfrute aeropuertos, carreteras, ferrocarriles, y puertos sin pago de tasas, peajes, cargos etc. La economía funcionará según los principios del mercado libre."
La "democracia" propuesta para Kosovo se resume en el papel de un "Jefe de la Misión de Ejecución", cuyos poderes incluirían el de anular elecciones, disolver organizaciones, cerrar medios de comunicación y desautorizar decisiones de los Gobiernos de Serbia o Kosovo.
Si hubiera duda de que realmente se utilizarían poderes tan draconianos, sólo hace falta recordar que Carlos Westendorp, Comisionado de Bosnia, hace poco relevó de su cargo al presidente elegido por la república serbia de Bosnia. El mandatario propuesto para Kosovo tendría incluso más autoridad.
¿Podría la ONU traer la paz?
Sería natural, viendo como EEUU se ha esforzado en evitar la influencia de las Naciones Unidas, pensar que la ONU podría ser la alternativa a la OTAN para ayudar a resolver los conflictos del mundo. Desafortunadamente, no es así.
La ONU fue establecida después de la Segunda Guerra Mundial, como un elemento en la división del mundo entre los grandes poderes.
Su primera acción fue la partición de Palestina y la creación del Estado de Israel, que luego expulsó a los palestinos de las tierras que les correspondían. La ONU ha votado muchas veces condenando el trato a los palestinos, pero sin llegar a actuar.
La guerra en Corea de los años 50 fue llevada a cabo, por parte de EEUU, con el apoyo de la ONU. Las muchas dictaduras en América latina, y la represión brutal que han utilizado, nunca han tenido que temer la intervención hostil de la ONU. Tampoco se hizo nada desde esta organización para impedir la ocupación militar por parte de Indonesia de Timor Oriental y las subsecuentes masacres del pueblo timorense.
Y, por fin, la guerra contra Irak en 1991 tuvo el apoyo de la ONU, y las sanciones que ésta impuso al país han matado a miles de niños por falta de medicamentos y alimentos adecuados.
El intento de recurrir a la ONU como solución es comprensible, pero es una más entre muchas esperanzas vanas. Si la guerra es intrínseca al capitalismo, se puede -incluso se debe- protestar contra cada conflicto, pero esperar una solución definitiva a la guerra de una parte integral del capitalismo es pedir peras al olmo.
Contra la guerra, contra la OTAN, contra el capitalismo
Los cambios descritos en la OTAN son parte de un proceso generalizado de fortalecimiento del poder de las clases dirigentes de los países ricos sobre el resto del mundo.
Otro ejemplo son las negociaciones entre los Gobiernos de los países ricos acerca del Acuerdo Multilateral sobre las Inversiones (AMI), que impulsaría "la liberalización de los regímenes inversionistas y la protección de las inversiones". En realidad se trataría de imponer mucha más injerencia en la capacidad de cada Estado para oponerse a la moda de privatización y desregulación, o bien para insistir en la protección medioambiental o los derechos sindicales etc., en el caso que quisiera hacerlo.
Todo esto fácilmente lleva a un pesimismo, un fatalismo, y a pensar que "ya no se puede hacer nada", que el imperio ha ganado.
Nada está más lejos de la verdad.
Primero, hay varios países que no son estados clientes de EEUU y que no aceptarán dictados de Washington. Éstos incluyen dos de los países más poderosos del mundo, China y Japón.
Japón ya tiene el tercer mayor presupuesto militar del mundo, mientras hace unos años China disparó dos misiles cerca de la costa de Taiwán en una muestra de fuerza. EEUU teme perder su estatus de poder dominante en el sudeste asiático, y tuvieron que reaccionar, enviando acorazados para patrullar la costa de Taiwán.
Una de las mayores razones por las cuales la OTAN y EEUU no pueden permitirse aparecer como los derrotados en Kosovo es la confianza que esto daría a estos otros estados a imponerse.
Es más; como se ha destacado varias veces en este artículo, todavía hay muchas divisiones incluso dentro de la alianza occidental misma. No se trata simplemente de que cuando Estados Unidos grita "¡saltar!" todos los demás obedezcan.
La reciente guerra contra Irak expuso los límites de la hegemonía estadounidense: sólo Gran Bretaña, y el Gobierno de Aznar, estuvieron dispuestos a seguir todo el camino con Clinton. Francia y Alemania criticaron abiertamente la campaña de bombardeos, y muchos de los países árabes que habían apoyado la guerra contra Irak en 1991 se opusieron a los recientes bombardeos.
Las dudas acerca de una guerra terrestre en Kosovo se deben en parte a la dificultad de mantener la unidad de la Alianza, frente a la posibilidad de pérdida de vidas entre las tropas occidentales.
En la misma administración de EEUU hay divisiones al respecto. El síndrome de Vietnam les persigue todavía; el miedo de una oposición masiva a la guerra en su propio país. Tal posibilidad es la clave a la segunda razón para no entregarse al pesimismo.
La cantidad de dinero que nuestros dirigentes están dispuestos a gastar en conflictos bélicos es obscena, pero también es su debilidad.
Las pesetas, los dólares etc., que cuestan las bombas y los aviones únicamente provienen del esfuerzo de millones de trabajadores. Los gastos militares tienen que encontrarse en los mismos presupuestos que los hospitales, escuelas etc.
Lo que implica que cada huelga, por las razones que sea, que interrumpa la creación de beneficios, también reduce la cantidad de dinero disponible para gastar en armas.
Cada lucha victoriosa para mantener abierto un hospital o escuela, o para mejorar las becas estudiantiles o reducir las matrículas, quita dinero a aviones y bombas.
Pero la movilización tiene otro efecto, menos tangible que mejoras en sueldos o servicios públicos. Una victoria en una lucha puede animar a los trabajadores, y a otros que los ven, a emprender otras. Más aún, la experiencia de luchar colectivamente por una reivindicación concreta puede dar a los que luchan una conciencia de su fuerza, de su capacidad de cambiar el mundo en el que viven.
Si en medio de esto, se encuentran con revolucionarios, con gente que plantee las conexiones entre unas condiciones laborales, o condiciones de estudio, y lo que está pasando en el resto del mundo, ya sea la guerra, la pobreza de millones de personas en el "tercer mundo", o la destrucción del medio ambiente, el proceso de cuestionar al sistema puede ir más lejos. Es en estas condiciones en las que las ideas revolucionarias pueden llegar a miles de personas, que antes nunca se habían planteado.
La revolución rusa de 1917 fue llevada a cabo por trabajadores muchos de los cuales pocos años antes habían dado su apoyo entusiasta a la Primera Guerra Mundial. La revolución portuguesa de 1974-75 fue en parte una rebelión contra la guerra imperialista de sus dirigentes.
En las condiciones actuales, de crisis económica mundial, desde Brasil hasta Indonesia, las posibilidades son mayores todavía.
La clave en el Estado español es que las personas que queremos cambiar el mundo nos organicemos, que busquemos el contacto con los que estén en lucha, sea contra la guerra y la OTAN, sea por la mínima reivindicación laboral, y que nos pongamos a trabajar juntos. Esto es lo que proponemos en el grupo Socialismo Internacional [ahora En Lucha], y en nuestro periódico, En lucha.
Si se liberan las luchas potenciales, y si se logra generalizarlas, conectarlas, la OTAN, versión 1 o versión 2, da igual, no parecerá tan invencible.
Tienen tropas y aviones, tienen hasta bombas nucleares, pero también tienen miedo de nosotros. Si luchamos juntos, los podemos derrotar, con todo lo que representan.
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