Fuerzas de ocupación sin límites

La Ministra de Defensa, Carme Chacón, acaba de anunciar en el Congreso la supresión del límite de 3.000 soldados en misiones en el exterior.

Barajó la nueva cifra de 7.700 soldados, pero ni siquiera ésta es un tope. Según declaró: “a partir de 2009, el número de soldados españoles que participará en misiones internacionales estará limitado solamente por la legalidad de la misión, por la voluntad del pueblo español y por la capacidad de nuestras Fuerzas Armadas.”

Por mucho que se hable de intervenciones humanitarias, y del evidente sufrimiento de los pueblos de diversos países africanos, está claro que el anuncio se dirige a permitir el envío de más tropas a Afganistán. Así se concretaría la colaboración que Zapatero prometió a Barack Obama, cuyo programa electoral incluyó la intensificación de la guerra contra el pueblo afgano.

El anuncio coincide con las últimas revelaciones acerca de la connivencia del gobierno de Aznar con los vuelos de la CIA, tal y como ha denunciado el Ministro de Exteriores Moratinos. Pero la cárcel de Guantánamo y los vuelos de la CIA son precisamente una consecuencia de la ocupación ilegal de Afganistán.

La Ministra justificó la decisión, diciendo que: “las obligaciones internacionales de España han aumentado sin cesar y con ellas la credibilidad de nuestro compromiso en el seno de las organizaciones internacionales”.

Por decirlo más claramente, el envío de tropas a Afganistán sirve para fortalecer al Espado español en el reparto internacional de poder. Es parte del mismo paquete que la participación en la famosa reunión del G20 —o G22, o lo que fuese al final— en Washington en noviembre.

El cada vez mayor gasto militar español —unos 19 mil millones de euros el año pasado— es otro elemento del mismo juego. También lo son los incontables miles de millones de euros prometidos a la banca (cuyos beneficios no dejan de crecer) y a las grandes empresas.

Pero hay otro tipo de “credibilidad”, que va en una dirección diametralmente opuesta.

En el exterior, se trataría de enviar —en vez de soldados, blindados, aviones espía etc.— ayuda civil real para una reconstrucción que fuera digna de este nombre. Se trataría de abolir la deuda de los países más pobres, y abandonar la religión de “las leyes del mercado libre”, para que miles de personas dejasen de morir de hambre y enfermedades curables.

Y si, en vez de aumentar las misiones militares, se desviase el dinero a fines sociales, aún quedaría más para dedicar a las necesidades sociales en casa.

Con noticias como ésta, el movimiento anti guerra y el movimiento que defiende que “la crisis la paguen los ricos”, tienen más motivo que nunca para mantener sus movilizaciones.

La nueva campaña contra la OTAN, que se está iniciando en muchas ciudades del Estado español, así como en el ámbito europeo, tiene como uno de sus objetivos centrales impulsar una agenda social, frente a la agenda militar que defiende, cada vez más, el gobierno de Zapatero.

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