Los fascistas con traje, ¿realmente son fascistas?

Escribí la primera versión de este texto hace casi un año. Por diferentes motivos —sobre todo por la falta de tiempo— desde entonces está en la nevera. Durante este tiempo, bastantes cosas han cambiado y no he intentado dar cuenta de todas ellas. Sin embargo, el eje central del texto sigue siendo relevante: la importancia de identificar correctamente las organizaciones fascistas. Por eso, finalmente he decidido publicarlo tal cual, con alguna nota añadida donde me ha parecido esencial. Debo agradecer los comentarios de Joel Sans y Luke Stobart respecto a la primera versión; incluí algunas de sus sugerencias, otras no, así que no tienen responsabilidad alguna por el resultado final... Agradecería más comentarios, observaciones, matices…; se pueden añadir al final.

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Cuando se plantea la lucha unitaria contra el fascismo, es muy típico oír cosas como “contra el fascismo, sí, incluyendo el fascismo institucional”. En la misma línea, bastantes activistas de la izquierda radical se oponen a la estrategia del antifascismo amplio y unitario, debido a que la misma no excluye a los partidos de la izquierda institucional; argumentan que “el PSOE también es fascista”. En otros textos he respondido a este tipo de argumento [Ver Karvala, 2010b]. Muy brevemente, con esta visión se trivializa lo que representa el fascismo. Durante la subida al poder de Hitler en los años 30, el Partido Comunista Alemán argumentó que el partido socialdemócrata era fascista (o “social fascista”), con lo cual no podía luchar a su lado contra los nazis; de hecho, según esta visión, antes de Hitler, ya vivían bajo un régimen fascista (“el fascismo institucional”). Con la llegada al poder de los nazis, y la entrada en los campos de concentración tanto de los comunistas como de los socialdemócratas, aprendieron que Hitler era mucho más terrible que el peor gobierno socialdemócrata imaginable, pero ya fue demasiado tarde. Dar por hecho el “fascismo institucional” implica repetir su trágico error.

Aquí quiero tratar otro argumento relacionado, aunque a la inversa. Lejos de decir que casi todo es fascismo, muchos académicos estudiando la extrema derecha mantienen que ni tan siquiera son fascistas partidos como el Frente Nacional (FN) en Francia, o su versión bonsái en Catalunya —[entonces] liderado por el mini-yo de Le Pen, Josep Anglada— “Plataforma per Catalunya” (PxC).


En una reciente entrevista, Carles Viñas, experto en la extrema derecha en el fútbol, criticó “el discurso antifascista… el discurso ‘No pasarán’ o ‘Anglada fascista’, cuando ahora el fascismo no existe” [Torrent y Peñín, 2013]. Fernández y Urbán [2013], en un texto algo abstracto —más que analizar la realidad de la extrema derecha europea, se dedican a debates terminológicos entre académicos— mantienen que “la categoría clásica del ‘fascismo’ no es útil para comprender los desafíos de la nueva derecha radical”. Pero también Aitor Hernández, en una obra mucho más seria sobre PxC —una tesis doctoral, nada menos— pone en duda que esta organización se pueda definir como fascista [Hernández, 2012]. Incluso en el libro que coordiné sobre el tema, el artículo que analiza PxC, escrito por “Higinia Roig” (que ahora se sabe que es David Fernández, actual diputado de la CUP-AE en el parlamento catalán), se refiere a PxC como al “nacional populismo” [Roig, 2010, pág. 86].

[Por otro lado, La Tuerka/Fort Apache trató el tema extensamente en una tertulia titulada “Hoy el fascismo se viste de traje y corbata”. Me dio la impresión de que la mesa —formada por el presentador más seis tertulianos: politólogos, historiadores y un conocido antiguo fascista— coincidió bastante al interpretar el fascismo de manera restrictiva e histórica, pero tengo que confesar que encontré el debate infumable y no pude acabar de mirarlo… La Tuerka, 12/07/2013].

¿Tiene importancia la terminología? ¿No basta con reconocer que estos partidos son xenófobos y muy de derechas? Esto sí basta para saber que estamos en contra de ellos. Pero (y aquí volvemos al punto inicial), no todo lo que rechazamos es lo mismo: no todo representa el mismo tipo de amenaza, ni podemos aplicarle las mismas estrategias. Yo estoy políticamente en contra del PSOE, pero yo, como mucha gente, celebré cuando el PP cayó en 2004 y Zapatero remplazó a Aznar en la Moncloa. Ya sabía entonces que el PSOE haría cosas que no me gustarían, pero que era posible combatir sus políticas mediante la movilización social, y así lo hicimos, con mayor o menor éxito. Incluso ante el gobierno actual del PP, bastante más de derechas, se aplica lo mismo. Pero bajo Hitler o Mussolini, no había espacio alguno para la movilización social, para la lucha sindical o la contestación política. Era una cuestión de todos a los campos de concentración.

Por lo tanto, el tema es de vital importancia. Cuando hablamos de los partidos de extrema derecha como el FN, el Vlaams Belang en Flandes, o PxC, ¿estamos hablando simplemente de una versión más exagerada del PP? ¿Es fascismo, con lo que esto implica? ¿O se trata de algo totalmente nuevo (y, por tanto, impredecible)?


No toda la extrema derecha es fascista

Entre la derecha xenófoba, podemos distinguir, a grandes rasgos, tres corrientes diferentes: el ala más derechista de los partidos conservadores; el populismo racista de derechas; y el fascismo como tal.

Respecto a la derecha más racista de los partidos conservadores, un buen ejemplo es Xavier García Albiol del PP, que llegó a la alcaldía de Badalona mediante un discurso xenófobo, difícilmente distinguible del de Anglada [El País, 12/04/13]. Pero García Albiol no deja de ser un representante de un partido conservador cuyo objetivo es representar, idealmente de manera seria y responsable, los intereses de la gran burguesía española. A ésta el modelo actual de la democracia burguesa (restringida) le sirve bastante bien, y no le interesa —ahora mismo— jugárselo todo en una apuesta arriesgada de cambio fundamental. Por lo que, en las manos de García Albiol, la xenofobia es simplemente una herramienta más para un político que juega dentro del sistema electoral.

En segundo lugar, hay una categoría más difícil de definir, que es el populismo de derechas. El desencanto con los partidos establecidos puede crear un espacio para que una figura destacada impulse un nuevo movimiento populista; un partido que “habla en nombre de las personas corrientes”, que “desafía a las élites”, que “dice las cosas por su nombre”, etc., etc. Tales partidos se caracterizan por sus cambios bruscos de posición; durante un tiempo pueden parecer muy de izquierdas, para pasar en un segundo a expresar ideas de extrema derecha. Todo esto es fruto del hecho de que su base y punto de referencia suele ser la pequeña burguesía y otros sectores de la clase media, una clase de por sí muy volátil políticamente. Por tanto, no son capaces de ofrecer una alternativa real de gobierno; más bien se centran en uno o dos temas de queja.

El ejemplo más espectacular del populismo en Europa recientemente es el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo en Italia. Seguido ciegamente por bastante gente de izquierdas, Grillo declaró que daría la bienvenida a la entrada en su movimiento de activistas del grupo fascista, Casapound [video.repubblica.it, 11/01/13]. Aun así, ahora mismo no se puede definir a Grillo de extrema derecha, ni mucho menos de fascista.

En Europa, el arquetipo de partido populista de extrema derecha es el Partido de la Libertad, el PVV, de Geert Wilders, en Países Bajos. Como explicó el anticapitalista neerlandés, Maina van der Zwan, en 2011: “El PVV mantiene una estrategia puramente electoral y tiene poca presencia en la calle. La organización partidista se ha limitado al trabajo parlamentario y a voluntarios para las campañas electorales. El PVV no tiene agrupaciones locales… El PVV no tiene afiliación, exceptuando al propio Wilders… Para él la política consiste en ganar influencia y hasta ahora ha calculado que la mejor manera de conseguirla es seguir una estrategia electoral controlada.” [van der Zwan 2011, p.138-9]. Para el autor, todo esto confirma que es un proyecto populista, no fascista, aunque, como comentó entonces, la situación puede cambiar. WiIders se reunió recientemente con Marine Le Pen y declaró: “Pensamos lo mismo respecto al 90% de las cosas, quizá más” [dutchnews.nl, 29/04/13]. Tendremos que ver si esto representa un cambio real y duradero por parte de Wilders, o es meramente un giro pasajero. [Ahora, Wilders y Le Pen presentan una candidatura unitaria a las elecciones europeas de mayo de 2014. Mi análisis indica que la alianza es peligrosa desde un punto de vista democrático; también que puede ser vulnerable, debido a las importantes diferencias entre los objetivos de sus protagonistas.]

En las últimas elecciones municipales en Gran Bretaña, un partido populista xenófobo, el “Partido por la Independencia del Reino Unido”, UKIP, consiguió el 25% de los votos en las circunscripciones en las que se presentó. Como explica un análisis del resultado: “UKIP no es un partido fascista. A diferencia de las organizaciones fascistas, no pretende destruir los sindicatos o las instituciones democráticas. Tampoco busca organizar combatientes en la calle. Es un partido institucional… Los orígenes de UKIP, como una escisión de derechas de los conservadores en 1993, quedan patentes en sus propuestas económicas, que incluyen una sola tasa de IRPF [es decir, reducir los impuestos a los ricos]” [Shifrin, 2013].

En el Estado español, el partido UPyD de Rosa Díez es un ejemplo clásico de populismo; Ciutadans en Catalunya es otro. Ambos son, evidentemente, españolistas y populistas, pero ninguno actualmente representa el populismo de extrema derecha, ni mucho menos es fascista.

Sin embargo, por su naturaleza —su volatilidad y su falta de liderazgos locales sólidos—los partidos populistas son fácilmente “parasitados” por los fascistas, si éstos se lo plantean. El movimiento antifascista unitario en Gran Bretaña destapó a varios fascistas escondidos en las últimas listas municipales de UKIP. Las condiciones de crisis económica y política incluso pueden llevar a un partido populista de derechas a transformarse en una organización auténticamente fascista (más adelante argumento que es exactamente lo que ha ocurrido con la Lega Nord). Sin llegar a este extremo, igual que la derecha conservadora, la utilización de discursos xenófobos por parte del populismo abona el terreno para el crecimiento del fascismo como tal.

Así que, finalmente, llegamos a las organizaciones fascistas.


El fascismo de verdad

Es esencial reconocer que el fascismo representa algo cualitativamente diferente a las dos corrientes anteriores. Escribe Joel Sans: “Básicamente, podemos definir al fascismo como un movimiento radical y ultranacionalista con bases en la pequeña burguesía y las clases medias, que tiene como objetivo destrozar al movimiento obrero y a la izquierda. Producto de un capitalismo en crisis, el fascismo defiende los intereses de la clase dirigente, pero con sus propios métodos y conservando su autonomía hasta la llegada al poder: momento en el que se fusiona con el Estado y con los intereses del gran capital.” (Sans, 2010, p.22).

El orden de las cosas es clave; si tiene éxito, el fascismo acaba representando al capital en general, pero esto no significa que durante su subida sea lo mismo que cualquier otro partido burgués. Como también comenta Shifrin, el objetivo fundamental de las organizaciones fascistas es construir un movimiento capaz de eliminar totalmente la democracia burguesa, y poner en su lugar un sistema autoritario. Así que a diferencia del resto de la derecha, los fascistas quieren una ruptura con el sistema político actual. Algunos fascistas hablan de “revolución” y otros de manera más difusa de “cambios radicales”, pero en cualquier caso buscan un salto cualitativo, que vaya más allá de lo que plantean los conservadores. El hecho de que, a fin de cuentas, ambas estrategias actúen en beneficio de la burguesía no hace que la amenaza inmediata que representan para la clase trabajadora sea la misma. El tabaco puede matarte igual que una bala, pero no es lo mismo que te ofrezcan un cigarrillo a que te disparen con una pistola.

La definición que utilizan Sans y Shifrin no se centra en los argumentos o “discursos” que utilizan los fascistas —aunque éstos no carecen de importancia— sino en su objetivo final, es decir, acabar con la democracia burguesa y el movimiento obrero. Como también explica Sans: “El carácter ambiguo, populista y demagógico del movimiento fascista —cultivando el arte de la mentira, como hace Goebbels— es un reflejo de la contradicción entre tratar de atraer a las clases medias para tener una base social y al mismo tiempo apuntalar los intereses de los grandes empresarios. La táctica parlamentaria y las tropas de choque son dos caras de la misma moneda para tratar de conquistar el poder.” (Sans, 2010, pp.38-39). Un matiz es que en la Europa actual, con una clase media mucho más pequeña que la de la Alemania de los años 20 y 30, el fascismo se esfuerza más para atraer a jóvenes provenientes de la clase trabajadora. Esto sólo confirma aún más su naturaleza camaleónica.

El reto es mirar detrás de las disfraces, para ver cuáles de las organizaciones y partidos xenófobos de extrema derecha son simplemente conservadores o populistas, y cuáles son realmente fascistas. Es decir, hay que distinguir entre fascistas (lobos), conservadores (ovejas), y populistas (que están como cabras) y entender que un lobo con piel de oveja o cabra sigue siendo un lobo. Será más inteligente que los lobos que se presentan abiertamente como tales, pero no es un animal diferente. Ésta no es una cuestión de interés meramente académico. Aceptar un lobo disfrazado de cabra como sólo una variante de cabra te puede costar la vida.

Ante un partido de derechas “normal” se puede responder mediante la competencia política normal, contestando a sus argumentos y propuestas con otros propios, y con movilizaciones de diferentes tipos. En cambio, ante una organización fascista hace falta una lucha cualitativamente diferente, antifascista, para intentar pararle los pies del todo. (Esto teniendo en cuenta que las organizaciones fascistas tienen diferentes maneras de actuar. Algunas se presentan abiertamente como tales, y otras se disfrazan; algunas por el momento se centran en la actividad electoral y otras se dedican ya a la violencia en la calle. Las estrategias específicas utilizadas por los fascistas en diferentes momentos requerirán de diferentes tipos de lucha antifascista.)


¿Quiénes son los fascistas?

¿Cuáles, entonces, de las diversas organizaciones de la extrema derecha europea son realmente fascistas? (En este artículo no cabe un análisis exhaustivo; el argumento aquí es un resumen muy breve de un libro en preparación, donde intento analizar esta cuestión más detalladamente.)

Fernández y Urbán argumentan que, por lo general, “los partidos de la derecha radical en los diferentes países… pueden analizarse dentro del marco del nacional-populismo.” El problema no es el hecho de señalar que partidos como el Front National utilizan el nacionalismo y el populismo; éstos son elementos casi fijos del fascismo desde sus inicios. El problema es que al utilizar el término “nacional-populismo”, niegan que estos partidos también son fascistas, minimizando así la amenaza que representan. Los autores hacen una excepción con partidos como Jobbik en Hungría y los nazis griegos: “El legado de fascismo es evidente en el partido Amanecer Dorado… Sin embargo, este partido es muy diferente de los partidos que históricamente se han clasificado dentro de la familia de la derecha radical en Europa, como el Front National en Francia, el FPÖ en Austria o la Lega Nord en Italia.” (Fernández y Urbán, 2013).

¿Es válido hacer una distinción tan rígida?

Aunque hasta la prensa habitualmente se refiere a Amanecer Dorado como un partido neonazi, ellos mismos rechazan esta definición. [Dabilis, 2012]. Por su parte, Jobbik denunció ante un tribunal (con éxito) a un historiador que los tildó de nazis. [Hungarian Spectrum, 8/04/13, Budapost, 1/04/13]. Si Amanecer Dorado y Jobbik rehúyen de la etiqueta nazi, ¿significa que son simplemente populistas? Por supuesto que no; sólo confirma que no se puede aceptar sin más las definiciones que hacen de ellos mismos los partidos de extrema derecha; ni en estos casos ni con el FN y compañía.

Incluso Aitor Hernández, que acepta en principio la idea de que partidos como PxC y el Front National no son fascistas, luego comenta: “coincidimos con aquellos autores que han señalado que puede haber habido una cierta precipitación entre los estudiosos de la nueva extrema derecha a la hora de separar completamente su objeto de estudio de la extrema derecha tradicional” [Hernández, 2012, p. 184]. Traducido del tesisdoctoralés: no se puede hacer una distinción tan clara entre ciertos partidos que diferentes académicos definen de “populismo de extrema derecha” y el fascismo como tal.

Un motivo para decir esto, con referencia a PxC, es el hecho de que “Los militantes provenientes de la extrema derecha tradicional han ocupado posiciones destacadas dentro del partido y han jugado un papel central en su desarrollo político….” Hernández explica que: “las vías de entrada de militantes procedentes de la extrema derecha tradicional a PxC se han mantenido, y se mantienen, abiertas y fluidas. Una circunstancia que indica que estamos ante un vínculo o una relación estructural…” Añade: “El segundo ingrediente que conformaría este vínculo es el hecho que la ‘sombra’ de la extrema derecha tradicional ha condicionado el tipo de programa y de activismo político del partido.” [Hernández, 2012, p. 182-3]. Volveremos a hablar de estos elementos con respecto a PxC, pero las pruebas también son muy claras en el caso de otros partidos que Fernández y Urbán no reconocen como fascistas.

Respecto al Front National (FN) Fysh y Wolfreys demuestran claramente, en su excelente libro, que éste es y ha sido desde sus inicios un proyecto fascista, buscando unir los fragmentos de la extrema derecha, para presentarlos de una manera capaz de ganar más apoyo. Explican que el FN supuso un cambio importante de estrategia, pero no el abandono del objetivo de los fascistas. [Fysh y Wolfreys, 2003, pp.109-111]. Fernández y Urbán destacan la renovación ideológica de la ‘nueva derecha francesa’ impulsada por Alain Benoist, y el intento de éste de marcar distancias con la extrema derecha tradicional. Pues bien, Fysh y Wolfreys explican como en los años 70, Benoist impulsó una especie de think tank, GRECE, que intentó extender su influencia entre la élite intelectual mediante la lucha por la hegemonía ideológica (referencias explícitas a Gramcsi incluidas). Como parte de este trabajo renovador, en 1973, GRECE organizó un campamento para dar “una educación avanzada en Nacional Socialismo”. Fue Benoist quien propuso la idea de presentar el racismo en términos de ‘diferencias culturales’, para evitar las connotaciones negativas y de asociación con los nazis sufridas por el racismo biológico. Pero estaba claro que se trataba de marketing, del mensaje que se presentaba al público; en privado GRECE seguía creyendo en la superioridad racial. Comentan Fysh y Wolfreys: “En las manos del FN, este nuevo ‘culturalismo’ flexible ofreció una escala móvil de racismo, que abarcaba desde las simples sospechas hacia el forastero y el señalar al ‘extranjero’ como ‘peligroso’, hasta la necesidad de la segregación y selección racial, y finalmente la superioridad racial.” [Fysh y Wolfreys, 2003, pp.120-2]. Su impaciencia con la falta de activismo de Benoist llevó a muchos integrantes de GRECE a apartarse de él, para integrarse directamente en el FN: “a finales de los 80, antiguos GRECEistas ocupaban bastantes cargos altos e intermedios en el FN.” [Fysh y Wolfreys, 2003, pp. 113-4]. Si la “renovación ideológica” del FN consistió en dar puestos a los graduados en cursos avanzados en el Nacional Socialismo, no debe sorprendernos que su trabajo práctico incluya a skins nazis que atacan a inmigrantes y activistas de izquierda en la calle. El grupo presuntamente responsable del reciente asesinato de Clément Méric, Jeunesses Nationalistes Révolutionnaires, “forma parte del entorno del FN desde su nacimiento y hasta hoy” [UCFR 2013]. El FN no es un partido más que utiliza discursos xenófobos solamente para ganar votos dentro del sistema; combina la actividad electoral con la actividad en la calle para intentar crear un movimiento capaz de combatir al movimiento obrero y acabar con la democracia burguesa. Tras la máscara, el FN es y siempre ha sido un partido fascista.

Con el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), hay pruebas claras de su relación directa con el nazismo en estado puro. Cuando surgió en la posguerra, entre un tercio y la mitad de su afiliación eran antiguos nazis. Durante los años 80, el partido se acercó al populismo, incluso al liberalismo, pero bajo Jorg Haider, elegido líder en 1986, el FPÖ giró de nuevo hacia la derecha. Mucho más tarde, en 2005, el propio Haider lideró una escisión del sector menos extremista para formar el BZÖ, un partido populista de derechas, no fascista. Bajo el líder actual, Heinz-Christian Strache, los que siguen en el FPÖ se ubican ahora claramente dentro del fascismo; en efecto, volviendo a sus orígenes [Meret, 2009, pp. 186-8]. Strache y otros dirigentes han demostrado repetidas veces —tanto en el pasado como en el presente— sus fuertes relaciones con el nazismo, participando por ejemplo en actos de homenaje a combatientes nazis. El FPÖ sigue exigiendo la derogación de la ley austriaca que prohíbe la ideología nazi. Un responsable del Centro de Documentación de la Resistencia Austríaca de Viena (DOW), explicó a un periodista que existen partidos legales como el FPÖ, y luego grupos nazis ilegales: “dos grupos que fingen estar separados”, pero que están conectados mediante las fraternidades estudiantiles de extrema derecha, los Burschenschaften. “Éstos se han asociado con el fascismo y tienen una historia de terrorismo. Adolf Eichmann, Rudolf Hess y Heinrich Himmler eran de los Burschenschaften, al igual que prominentes diputados del FPÖ.” El mismo periodista presenció más tarde —antes de ser expulsado de la sala— la llegada de Strache a una reunión de los Burschenschaften, llevando el uniforme de una de sus fraternidades. [Briggs, 2009]. Otra vez, no se trata de cabras, sino de lobos disfrazados de cabras.

La Lega Nord (LN) sí fue populista en sus inicios, pero sufrió una fuerte transformación a mediados de los años 90. [Hay análisis del cambio en Bull y Gilbert 2002, pág. 105 y en adelante; así como en Ruzza 2005, pp. 75-6.] La LN giró hacia un racismo más extremo, empezando a organizar patrullas callejeras y a atacar físicamente a inmigrantes. Incluso un dirigente de la LN, Mario Borghezio —conocido, por otra parte, por su relación con organizaciones abiertamente fascistas— participó en estas agresiones. En 2008, el máximo dirigente de la LN, Umberto Bossi, amenazó con recurrir a las armas contra la izquierda. [El País 29/04/2008]. En sus inicios, la LN se basó en la idea de ‘diferencias culturales’, pero con la radicalización pasó a justificarse con argumentos basados en el racismo genético [Oneto y Pagliarini, 1998]. Todo esto —y hay muchos más ejemplos— demuestra que hablamos de un partido que ha dejado de ser meramente populista, para ser fascista en toda regla.

Además de estos partidos, se debe comentar uno más, el Vlaams Belang (VB), el partido de extrema derecha que ha recibido entre el 15 y el 25% del voto en Flandes. Surgió de restos de colaboracionistas y simpatizantes nazis de la época de la segunda guerra mundial, incluyendo a una milicia uniformada. Inspirado por el éxito del Front National de Le Pen, a partir de 1984, el entonces Vlaams Blok empezó a ganar votos con campañas contrarias a la inmigración, sobre todo en la ciudad de Amberes, base de Filip Dewinter [De Winter, 2004, pp. 5-8]. En 2004, el Vlaams Blok fue prohibido por racista. Su respuesta fue simplemente cambiar su nombre a Vlaams Belang y continuar casi igual. En 2006, un joven militante de VB, muy ligado a la cúpula del partido, llevó a cabo un doble asesinato racista en Amberes. [El País, 14/05/2006]. La organización estudiantil NSV actúa como una sección juvenil de VB, y organiza manifestaciones uniformadas, a veces recurriendo a la violencia. El periódico israelí Haaretz escribió de Dewinter: “se movía en el ámbito antisemita y tiene vínculos con partidos europeos extremistas y neo-nazis. En 1988, rindió homenaje a las decenas de miles de soldados nazis enterrados en Bélgica, y en 2001, inició un discurso con un juramento utilizado por las SS.” [Haaretz, 12/12/10]. Ahora Dewinter intenta evitar las referencias nazis, pero no se ha moderado en absoluto. En 2009, terminó un discurso dirigido a sus bases con estas palabras: “¡Ya no podemos perder más tiempo! ¡Soluciones a medias desde hace mucho tiempo dejaron de servir! ¡Quien ahora esconda su cabeza en la arena es un cómplice en la islamización de nuestra ciudad! ¡Hay que atreverse a enviar una fuerte señal!… Debemos atrevernos a entrar en resistencia…” [Discurso de Dewinter en Antwerp, gatesofvienna.blogspot.com, 1/01/09]. Cuando un político de extrema derecha, que tiene grupos uniformados que participan en acciones violentas en la calle, habla de “resistencia”, sabemos que no nos encontramos ante un simple populista.

Resumamos. Fernández y Urbán afirman: “A diferencia de los viejos fascismos (principalmente nacional-socialismo), la mayoría de las nuevas organizaciones de extrema derecha no definen la identidad nacional en base a la supremacía racial, sino al ‘derecho a la diferencia’. Este concepto, teorizado por la Nueva Derecha, mantiene que las culturas no son superiores o inferiores, sino simplemente diferentes.” Lo expuesto en esta sección demuestra que, al hacer esta afirmación, estos autores se dejan confundir por lo que es, en parte, un cambio de estrategia del fascismo, y en parte un simple disfraz; bajo ningún concepto representa el abandono del racismo puro y duro.

Fernández y Urbán distinguen “entre la nueva derecha radical (como el Front Nacional o la Lega Nord) y las actuales experiencias neo-fascistas en Europa. La primera puede considerarse un nuevo fenómeno con ideas renovadas de los fascismos clásicos. Las segundas (ejemplificadas por Amanecer Dorado en Grecia) están más directamente ligadas al fascismo clásico en términos de símbolos, ideas y praxis, y emergen en un contexto de crisis total del sistema a diferentes niveles: económica, política, y de soberanía.” Otra vez, no basta con sólo mirar los discursos; muchos de los partidos que ellos agrupan bajo el término de “nacional populismo” en realidad son fascistas. Y si bien utilizan “ideas renovadas de los fascismos clásicos”, esto no cambia su naturaleza fundamental. Se trata de camaleones que están probando nuevos colores. [Quizá hay que volver a insistir en que no es una cuestión abstracta y meramente terminológica. Por ejemplo, sectores importantes de la izquierda anticapitalista sueca se niegan a reconocer a los ‘Demócratas de Suecia’ como a un partido fascista trajeado y no meramente populista. Es un factor que frena la construcción de un movimiento antifascista amplio y fuerte en este país.]

Luego está el papel jugado por conocidos fascistas en estas organizaciones, un aspecto señalado por Hernández. Es cierto que hay individuos con simpatías fascistas en muchos partidos conservadores institucionales, y hemos visto que los partidos populistas pueden albergar a fascistas. Los partidos fascistas disfrazados, en cambio, suelen ser dirigidos por personas con un historial en el movimiento fascista. Dada la poca democracia existente en este tipo de partido, es esta dirección la que determina su política, y su naturaleza. La existencia de individuos despistados que apoyan al partido, o incluso militan en él, sin ser fascistas, ni entender que la organización es fascista, no cambia su naturaleza; sólo confirma el éxito de la estrategia del disfraz. Recordemos la figura de Schindler, que salvó a unos 1.200 judíos de las cámaras de gas. El hecho de que él —y se supone que alguna que otra persona más— no fuera fascista y rechazara así el antisemitismo, no implica directamente que el partido nazi, del que era militante, no fuera fascista.

Finalmente, como dice Hernández, está el hecho de que “la ‘sombra’ de la extrema derecha tradicional ha condicionado el tipo de programa y de activismo político” de estos partidos. Una diferencia clave entre los populistas de verdad y los fascistas disfrazados de populistas —como el FN, FPÖ, VB…— es la cuestión de la organización. Para los populistas, lo importante son las elecciones, y en sus campañas suelen depender, en gran parte, de los medios de comunicación, sin contar con una afiliación comprometida [Ver el comentario anterior de van der Zwan, 2011]. En cambio, los fascistas se esfuerzan mucho en crear un movimiento. Para tener éxito, un partido fascista necesita crear organización en las ciudades y barrios, con activistas de verdad. Otra vez, mirando la forma de actuar de estos partidos, se nota que no nos encontramos ante una organización parlamentaria, sino ante un partido que utiliza su presencia en las instituciones para crear un movimiento fascista.


Plataforma per Catalunya: ¿fascista o sólo populista?

Parece increíble que tantos académicos repitan la idea de que PxC no es fascista, dado que su propio máximo dirigente ha explicado muy claramente su estrategia de disfrazar su fascismo. Para que no haya dudas, se reproduce aquí un largo extracto de las declaraciones de Josep Anglada, realizadas en 2002 —justo el año en el que formó PxC— ante una cámara oculta:

“Creo que en estos momentos he entendido que ni en Vic ni en Catalunya nos interesa relacionarnos con todo aquello que sea el franquismo, la bandera española, el águila… que yo llevo en el corazón, pero políticamente no nos interesa. ¿Qué quiero decir con esto? Que yo he llegado a la conclusión de que aunque mis ideas son las que son y siempre han sido las que han sido, cuando me enfrento a los medios de comunicación tengo que ser el primer demócrata que hay aquí, en este país. Para ganarme a la gente, ¿lo entiendes? (…) Lo que no puedo es salir y gritar: ¡vamos a matar a todos los moros! ¡No! Esto no. ¿Me entiendes? (…) Yo comparto muchas de las ideas de un cabeza rapada, pero no me interesa [decirlo] en estos momentos porque tengo una línea a seguir, tenemos que dar una imagen. (…) Si yo fuera el presidente del Gobierno, si estuviera en el poder, la pena de muerte, ¡al cabo de una hora!, no 24 horas: terroristas, traficantes… ¡al cabo de una hora! Pero en estos momentos no me conviene hablar claro.” [“Qui és Josep Anglada?”; El País, 26/05/02.].

Más claro, imposible. Se presenta como un populista, contrario a la inmigración pero respetuoso con la democracia burguesa, aunque en privado (o así lo pensaba) dice que “si estuviera en el poder” todo cambiaría. Otro pequeño ejemplo del hecho de que PxC quiere romper con la democracia burguesa lo encontramos en el siguiente comentario “Para restaurar el buen nombre del servicio a España es imprescindible dinamitar los cimientos de este sistema que los corruptos se han encargado de perpetuar.” [Página de Facebook de PxC, 10/07/13]

A esto, le podemos sumar los otros factores señalados por Hernández.

Respecto a los orígenes abiertamente fascistas de sus dirigentes, sobran ejemplos. Sabemos que el propio Anglada procede del franquismo. Otros dirigentes locales, incluyendo a varios concejales o cabezas de lista, tienen sus orígenes en —y condenas por— el nazismo violento de los años 90. Más recientemente, el concejal de PxC en L’Hospitalet, Alberto Sánchez fue fotografiado en 2012 celebrando la Eurocopa, rodeado por otros nazis, agitando una bandera española con un símbolo nazi en medio, y haciendo un saludo nazi [El Periódico, 3/07/12]. El mismo Sánchez es uno de los impulsores del centro nazi en el Clot que invitó a su acto inaugural a dos declarados fascistas italianos.

Otro caso muy revelador es el de Sergio Serralvo, cabeza de lista de PxC en Cornellà en las elecciones municipales de mayo de 2011. Ya en 2008, había confesado en un reportaje de TV3 su admiración por Adolf Hitler, siendo filmado leyendo el libro Mein Kampf en la conocida librería nazi Europa, de Gràcia. En octubre de 2011, Unitat Contra el Feixisme i el Racisme inició, con mucho éxito, una campaña de difusión de las imágenes del reportaje y de las declaraciones de Serralvo; tres días más tarde, PxC lo expulsó. El partido debía conocer las simpatías nazis de Serralvo, y éstas no representaron ningún obstáculo para que lo presentasen como candidato; el problema fue que se hicieran tan públicas [“Nº1 PxC Cornellà, confiesa su ideología neonazi”; El País, 21/10/12]. Se confirmó así tanto la naturaleza fascista del núcleo dirigente de PxC como su estrategia de disfraz.

Todo esto se confirma con el “activismo político” del partido. Unos hechos recientes indican que PxC está revelando más abiertamente sus simpatías fascistas. Si a principios de 2012, con el centro nazi del Clot, se notaba una fuerte atracción hacia el “fascismo del tercer milenio” de Casapound en Italia, ahora hay cada vez más indicios de que PxC quiere seguir en la línea de los nazis griegos de Amanecer Dorado [Nació Digital, 08/05/2012]. En octubre de 2012, PxC Terrassa montó una parada para repartir pan sólo a los autóctonos; una copia exacta de una táctica de los nazis helenos. [La Torre del Palau, 17/10/2012]. A principios de 2013, varios dirigentes de las juventudes de PxC fueron a Grecia y se reunieron con el máximo dirigente de Amanecer Dorado [La Directa, 02/04/2013].

Lo más reciente, y preocupante, son los acontecimientos en el Ayuntamiento de Vic, del pasado 1 de julio de 2013. Ante una moción impulsada por Unitat Contra el Feixisme i el Racisme (UCFR) Osona, contraria a un servicio “sólo para autóctonos”, iniciado por PxC en su oficina municipal —un servicio racista y de dudosa legalidad—, Anglada amenazó que sería una plenario “movido”. Cumplió la amenaza, llevando a Vic a una quincena de jóvenes del partido, uniformados con una copia casi exacta de las camisetas negras de Amanecer Dorado. Este grupo, procedente de Girona y Barcelona, incluía a varias personas que han visitado a los nazis griegos recientemente, una de ellas un conocido nazi y ex candidato del MSR, que también es integrante del centro nazi del Clot. Estos jóvenes nazis —procedentes de fuera de la comarca— se dedicaron a intimidar a la gente local, presente en la sala para apoyar la moción, con gritos de “¡Primero los de casa!” [Vilaweb 02/07/13].

Según Antoni Iborra, miembro de UCFR Osona y una persona que conoce muy bien la ciudad: “en Vic ha habido un cambio de paradigma: ahora vienen nazis de verdad… Esto no había pasado nunca… Es muy grave y es muy significativo… Ahora [Anglada] se ha quitado la máscara y ha enseñado todas las cartas. Son las cartas del nazismo, de la violencia, de la amenaza y de la intimidación. Es decir, Anglada se dispone a romper abiertamente las reglas de la democracia.” Llegó al extremo de amenazar a otros concejales con ataques físicos si se atrevían a acercarse a su oficina en el Ayuntamiento (“Sabrá cómo sube las escaleras, pero ya veremos como las bajará”). [Vilaweb 03/07/13].

Hay muchos más ejemplos (como el caso reciente de una agresión física por parte de un concejal de PxC en Santa Coloma, dentro del propio ayuntamiento, contra un activista de izquierdas) pero debe quedar claro que no estamos hablando de un partido meramente populista (o “nacional populista”), sino de una organización fascista, dispuesta a “romper abiertamente las reglas de la democracia”. Los académicos que mantienen lo contrario se dejan engañar por una piel de cabra que los lobos dejan caer cada vez más frecuentemente.


Cómo hacemos frente a la extrema derecha

Hechas las distinciones entre las diferentes corrientes de extrema derecha, ¿cómo les hacemos frente?

En el caso de la derecha conservadora, se trata de criticar y denunciar su programa. En la medida de lo posible, hay que impulsar movimientos y luchas contra sus ataques, ya sean éstos recortes sociales generales, intentos de restringir los derechos de las mujeres, o medidas racistas. Para la izquierda radical, esta lucha política también puede tomar la forma de presentar una candidatura propia. Pero todo esto forma parte del trabajo político normal.

En el caso de la derecha populista, es más o menos lo mismo. Sin embargo, en algunos casos, puede ser necesaria una lucha específica en su contra. En Gran Bretaña, se acaba de crear una nueva campaña, con el apoyo de Unite Against Fascism, llamada “Hagamos frente a UKIP” (Stand up to Ukip; http://standuptoukip.org). Formada por antirracistas, sindicalistas, activistas de diferentes partidos de izquierdas…, su objetivo es generalizar el rechazo “a UKIP y a su búsqueda de chivos expiatorios racista, su intolerancia y sus políticas hostiles a la clase trabajadora”, con octavillas, chapas, y una declaración unitaria [Shore, 2013]. [Como se ha comentado anteriormente, hace falta diferenciar entre los distintos tipos de partidos de extrema derecha, para saber cómo hacerles frente. Por tanto, también hay que estar atentos a posibles cambios en su naturaleza, fruto de la inestable situación actual; si un partido populista evoluciona hacia el fascismo, se tendrá que cambiar las estrategias que se aplican ante él.]

Pero cuando se trata del fascismo como tal, hace falta una respuesta cualitativamente diferente. El primer elemento es tener claro que los fascistas disfrazados son fascistas, y no simplemente “nacional populistas”.

La importancia de este debate terminológico fue confirmada hace poco, cuando PxC en El Vendrell denunció ante los tribunales a un activista local de UCFR por haber calificado su partido de fascista y racista. De la misma manera que Amanecer Dorado, aunque recurren al fascismo abierto, no abandonan del todo su disfraz, e intentan intimidar a los que los señalan como fascistas. En este caso, los fascistas no lo consiguieron; perdieron el caso y esto fue la inspiración de una importante manifestación antifascista en la ciudad [delCamp.cat, 29/06/2013]

La tesis doctoral sobre PxC, ya citada, de Aitor Hernández, explica que este partido pierde apoyo cuando se le asocia con el fascismo:

“Las entrevistas realizadas a votantes del partido han mostrado cómo una parte considerable de éstos muestra una importante desconfianza hacia éste. Así, algunos señalan directamente que ‘saben’ que el partido es la extrema derecha tradicional disfrazada, mientras otros apuntan que hay determinados personas y discursos alrededor del partido que les generan gran inquietud y recelo. Asimismo, muchos entrevistados señalan que personas próximas a ellos, especialmente gente de edades avanzadas, presentan un fuerte rechazo a la inmigración pero se niegan a dar su voto al partido por asociarlo a una extrema derecha ultra-españolista y/o defensora del franquismo. Por otro lado, los propios miembros de PxC son conscientes de que esta es una imagen que todavía les acompaña y apuntan la necesidad de mostrar a los electores de que son un partido ‘normal’.” [Hernández 2012, pág. 172].

Es decir, su investigación confirma lo que ya se intuía; que este partido fascista disfrazado hace lo posible para alejarse de la etiqueta de fascista, porque sabe que en términos electorales, es un lastre. Debe ser obvio que un movimiento antifascista tiene que hacer todo lo posible para señalarlos públicamente como lo que son: fascistas. Esto no significa que se deba utilizar esta acusación de manera frívola. Como se argumenta arriba, si se tilda de fascistas a los partidos conservadores institucionales, o a los populistas, se generan graves confusiones. Además, sólo desprestigia a quienes hagan esta acusación, quitando credibilidad a las críticas más fundadas hacia estas formaciones. Las acusaciones de fascistas dirigidas a PxC son efectivas, y les hacen daño, porque son ciertas.

La lucha contra otros tipos de derecha puede incluir movilizaciones contra sus actos públicos, pero también puede suponer la participación en debates o tertulias al lado de sus dirigentes, contestando sus argumentos. Con los fascistas, uno no se puede sentar a debatir de esta manera; hay que oponerse a su presencia en tales actos. En Gran Bretaña, la política de “No Platform” —es decir, que no debe haber una plataforma para difundir el fascismo— ganó bastante apoyo a partir de los años 70, y actualmente es la posición de Unite Against Fascism. [En su libro, Toni Cruanyes atribuye esta posición a los propios medios de comunicación o incluso a las instituciones. En realidad, fue una política impulsada inicialmente por la izquierda radical para excluir a los fascistas de las universidades. Cruanyes, 2013, pág. 179.] En un sentido parecido, UCFR Catalunya publicó en 2011 la declaración “No volem feixistes a les tertúlies” (No queremos fascistas en las tertulias) [UCFR 2011].

Esta política debe aplicarse en general a las organizaciones fascistas y a sus dirigentes, lleven o no disfraz. Sin embargo, en otros aspectos, diferentes estrategias fascistas requieren de diferentes estrategias antifascistas. Por ejemplo, durante los años en los que el fascismo en el Estado español consistía en grupos aislados de skins nazis que causaban problemas en ciudades o barrios determinados, la táctica del antifascismo “clásico”, mediante la cual jóvenes de la izquierda radical se unían para expulsarlos físicamente, podía tener sus problemas y limitaciones, pero en general funcionó.

Ante un fascismo disfrazado que crece en el ámbito electoral e institucional, no basta con un antifascismo limitado a una minoría de la izquierda radical. En Catalunya, por ejemplo, en las elecciones autonómicas de noviembre de 2010, PxC recibió unos 75.000 votos, el 2,4%; en las municipales de mayo de 2011, consiguió 67 concejales. Esto no se arregla de manera física. Las 130.000 octavillas que produjo UCFR para las elecciones autonómicas de noviembre de 2012, tachando a PxC de fascista, sí tuvieron efecto; PxC bajó a 60.000 votos, un 1,6%, y la bajada fue mayor en las poblaciones en las que UCFR tenía más presencia.

Sin embargo, ante los sucesivos fracasos electorales, se perciben cambios en el entorno de PxC. A principios de 2012, un grupo de personas de extrema derecha, incluyendo al segundo concejal de PxC en L’Hospitalet, Alberto Sánchez, establecieron el centro nazi en el Clot, mencionado anteriormente. Fue claramente un intento de buscar otra manera de ganar seguidores, aparte de la vía electoral. La llegada de nazis uniformados para apoyar a PxC en el ayuntamiento de Vic, y las amenazas físicas directas por parte de Anglada, indican que este giro hacia el fascismo más abierto, estilo Amanecer Dorado, se está generalizando. No supone que PxC abandonará el intento de presentarse como un partido institucional para ganar votos, pero el disfraz se le caerá más a menudo.

Para la gente que se opone al fascismo, esto supone un reto. Algunos sectores de la izquierda radical estarán tentados de volver al antifascismo minoritario de antes, pero esto sería un grave error. Como dijo el propio dirigente de los fascistas británicos, la situación actual de crisis económica y política, representa la “tormenta perfecta” para crecer. No estamos hablando de grupos aislados de nazis en algún barrio, sino de una amenaza mucho más grave. Por otro lado, y en un sentido más positivo, se ha empezado a crear una conciencia más clara del problema que representa el fascismo y de la necesidad de combatirlo; en Catalunya, con UCFR, y recientemente se ha creado Unidad Contra el Fascismo y el Racismo en Andalucía (UCFRA). Seguro que iniciativas parecidas son posibles en otros territorios. El reto, entonces, para UCFR en Catalunya, es mantener el espíritu unitario que caracteriza el movimiento, a la vez que asumir actividades que vayan más allá de organizar charlas y distribuir octavillas, y que pueden incluir movilizaciones ante los intentos de los fascistas de ocupar un espacio en la calle.

El nuevo movimiento en Andalucía ha nacido ante este desafío; su acto inaugural se llevó a cabo bajo las amenazas de un grupo nazi estudiantil, que días antes había increpado a un par de simpatizantes de UCFRA en la universidad de Sevilla. Pero estas amenazas no menoscaban la necesidad de crear un movimiento unitario, sino todo lo contrario, lo hacen más necesario y urgente.

El punto de partida para el antifascismo unitario es el que siempre ha sido; que el fascismo es una grave amenaza para casi todo el mundo; digamos que para el 99% de la población. Tenemos que unirnos para hacerle frente, y consensuar las maneras de frenarlo. En julio de 1936, el conjunto de la izquierda y los movimientos democráticos tuvieron que coger las armas frente al levantamiento fascista. Por mucho traje y corbata que se pongan, partidos como PxC —o “Partido por la Libertad” en Sevilla— son de la misma calaña. Hay que insistir: no son meramente “nacional-populistas”; ellos y su entorno son fascistas y nazis. Hay que señalarlos como tales, y responder ante ellos en consecuencia. Necesitamos unidad, y dentro de esta unidad, debemos ser flexibles, imaginativos y abiertos a utilizar los medios necesarios para evitar que se vuelvan a repetir los años 30.

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