Sectarismo

Artículo aparecido en En lucha no 75, julio/agosto de 2002

“Los comunistas no forman un partido aparte… No tienen intereses que los separen del conjunto del [movimiento]. No proclaman principios especiales a los que quisieran amoldar el movimiento…”

Esta cita, del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, define el modelo para la participación de los revolucionarios en los movimientos. Desgraciadamente, la verdad a menudo dista mucho de esta descripción. La izquierda es demasiado conocida por su sectarismo.

Pero, ¿qué es el sectarismo?


El origen del término está en la Edad Media, cuando se formaron grupos religiosos para alabar a un “segundo Mesías” o para promover la autoflagelación. No en vano la palabra se ha aplicado a diferentes grupos de izquierda.

Existen abundantes y pequeños grupos que “proclaman principios especiales a los que quisieran amoldar el movimiento.” Algunos, por ejemplo, han descubierto que el Foro Social Mundial no aglutinaba a 60.000 marxistas revolucionarios y han decidido que, por lo tanto, no sirve.

Incluso las organizaciones más grandes pueden pecar de este tipo de sectarismo. Por ejemplo, hace unos años, Izquierda Unida mantenía la posición —en sí correcta— de que el PSOE era casi indistinguible del PP, pero llegaron a permitir, por ejemplo, que el PP se hiciese con las alcaldías de 3 capitales de provincia en Andalucía y el gobierno autónomo de Asturias. Fue un ejemplo claro de sectarismo, y hoy muchos activistas de IU lo reconocen como tal.

Las sectas clásicas al menos tienen la honestidad de reconocer que no son parte del movimiento, ni quieren serlo. Existe otro tipo de sectarismo, más difícil de identificar.

“El movimiento soy yo”

Un Rey francés, según la historia, dijo “L’état c’est moi” o sea, “el Estado soy yo”. Ahora, existe la tentación de decir “el movimiento soy yo” o, más bien, lo es el colectivo al que pertenezco. Esta actitud, de sectarismo disfrazado, no es del todo nueva.

A finales del s.XIX, en la mayoría de los países europeos, sólo existía un partido obrero, el partido socialista. Estos partidos se veían como el representante de la clase trabajadora, como el movimiento en sí. Toda persona que estuviera fuera de ellos estaba fuera del movimiento.

Este sectarismo tuvo su contestación con la revolución rusa y los partidos comunistas inspirados en ella. Durante unos años, éstos representaban a la parte más combativa de la clase trabajadora internacional, aglutinando a gente revolucionaria procedente de los partidos socialistas, del anarquismo, del anarcosindicalismo…

Con el auge del estalinismo, los partidos comunistas cambiaron. En los años 30, los estalinistas, a su vez, declararon que los trotskistas estaban “fuera del movimiento”, incluso los tacharon de fascistas.

Hay otros ejemplos ilustrativos más recientes, referentes al movimiento anticapitalista.

Cuando ocurrió Seattle, casi toda la izquierda organizada, desde el Partido Socialista hasta la mayoría de los grupos revolucionarios, menospreciaron al movimiento como si se tratara de una moda, de algo poco serio, sólo compuesto de estudiantes, etc., en una palabra marginal… o sea, “fuera del movimiento”.

Esta actitud ha ido cambiando, y ahora casi todos estos grupos quieren identificarse con el movimiento anticapitalista.

Ahora, aparece otro problema.

El ejemplo más claro está en Barcelona, aunque surgen variantes por todas partes.

Han surgido rivalidades entre la Campaña Contra la Europa del Capital y la Guerra (CCECG), que aglutina a los colectivos anticapitalistas más radicales y asamblearios, y el Foro Social de Barcelona (FSB), que representa a las organizaciones más institucionales de la izquierda y de los sindicatos. Ambos dicen ser el movimiento.

En el caso del FSB, poca gente puede tomar esta afirmación en serio. A pesar de las organizaciones formalmente allí representadas, hasta ahora realmente no ha hecho gran cosa.

En la CCECG, donde participamos activistas de En lucha, sí representa un problema. Una afirmación típica de los últimos meses ha sido que “el 90% de las 500.000 personas que se manifestaron en Barcelona, el 16-M, están con la Campaña”. La conclusión sería que la Campaña es el movimiento, y que no tiene porqué colaborar con nadie más.

Cambiando

La historia reciente nos da ejemplos de cómo lo que en un momento es un movimiento —incluso el movimiento— se convierte en un colectivo dentro de algo más amplio. Ya le pasó a la Red Ciudadana para la Abolición de la Deuda Externa, y luego al Movimiento de Resistencia Global.

Ahora parece que le toca a la gente del CCECG reconocer que es una parte del movimiento, no todo el movimiento. Esto demuestra que el movimiento real está creciendo y cambiando. Negarse a aceptar esto es sectarismo.

Si el sectarismo clásico consistía en imponer “principios especiales” desde fuera del movimiento, el nuevo consiste en descartar a todo lo que no obedezca a estos “principios especiales”, alzados ya como el distintivo del propio movimiento.

Desde el lado moderado, esto puede implicar el desdeñar a la acción directa, o incluso a todo lo que se aleje de la actividad institucional y “respetable”.

En los colectivos más radicales, los “principios especiales” varían, desde el menosprecio hacia toda propuesta “reformista” hasta la insistencia en votar mediante una forma específica de agitar las manos, en vez del modo tradicional.

En ambos casos, se trata de una restricción sectaria del movimiento. El movimiento real es más amplio que cualquier colectivo, y es peligroso definir a la gente con la que se discrepa como “fuera del movimiento”.

Obviamente, existen diferencias entre diferentes sectores del movimiento, y con razón. El objetivo de Marx y Engels no fue esconderlas, sino conseguir que se discutieran de forma constructiva, dentro de una lucha común.

Esta visión es la que defiende En lucha, y no es otro “principio especial” al que hay que amoldarse para ser parte del movimiento. Pero sí es algo que seguiremos proponiendo, dentro del movimiento. Y, como se ha explicado en esta columna, no es sectarismo hacerlo, sino todo lo contrario.

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