Germinal: reseña de la película


Esta película, de la novela de Zola, cuenta la historia de una huelga en un pueblo minero del norte de Francia, en el siglo XIX. Sobre todo, es una película deprimente, dura y fuerte. Pero me parece que vale la pena verla y que se puede sacar, finalmente, un mensaje positivo.

Germinal muestra la vida brutal de las personas —hombres, mujeres y niños— que trabajan en las minas. Muestra además la vida familiar de los patrones y los directores asalariados, que se acomodan en un mundo distinto, un mundo desde el cual que no se ve —hasta que estalla la huelga— la vida de aquellos cuyo trabajo lo sostiene.

El héroe es Étienne, un trabajador socialista que encuentra empleo en el pozo de Voreux. Étienne, con sus ideas, es una semilla que crece en la cólera de los trabajadores. Un ataque por parte del director provoca una huelga a Voreux.


La huelga es el eje de Germinal. Alguien que nunca haya conocido una huelga aprenderá algo de lo que puede ocurrir. Por un lado, los logros, tanto humanos o espirituales como prácticos: la rabia, la energía… Por el otro —y con mucho más peso en esta película— los problemas, las traiciones, la desmoralización…

Hubo muchos paralelismos aquí entre lo que muestra Germinal y la huelga minera de Gran Bretaña, en 1984-85.

Una cosa que se debe destacar es el papel de las mujeres. Incluso las que no trabajaban —tanto en el caso de Germinal como en la realidad de 1984-85— muchas veces fueron más radicales, más luchadoras que los hombres. Lo ejemplifica la experiencia del tendero en Germinal, que al final pagó su deuda a las mujeres a las que había maltratado. Las personas que piensan que las mujeres tienen una naturaleza naturalmente tierna y blanda deben ver esta película.

Aunque es un filme deprimente, no estoy de acuerdo con los que dicen que es “reaccionario”, que quiere desanimar a los que lo vean y disuadirles de luchar. No es un manifiesto ni una guía de instrucción para la lucha, está claro. Pero muestra que hay mucho mal en el mundo y que hay motivos para luchar. Zola, tal vez, es pesimista, pero no tenemos que seguirle en esto.

El director deja claras sus intenciones cuando dice que “el corazón de Zola late con el del pueblo, pero su lúcida mirada se tiñe de pesimismo para hacernos reflexionar... Yo también quiero pintar la miseria, las casas de los mineros, los paisajes, los cielos del Norte, la esperanza, el corazón del hombre. Quiero que la gente vea. Quiero que el espectador piense, reflexione.” Yo pienso que esto lo consigue.

La novela acaba con estas palabras: “Los hombres empujaban, un ejército negro, vengador, que germinaba lentamente en los surcos, que crecía para las cosechas del siglo futuro, y cuya germinación pronto haría estallar la tierra.” Este sentimiento, con el que termina también la película, no tiene nada que ver con el derrotismo, y es esto lo que deberíamos recordar cuando salimos del cine.

Germinal, 1993. Dir. Claude Berri

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