Desde abajo: Hace falta un cambio: en el mundo y en la izquierda


Este texto intenta responder a las graves crisis que padece el mundo y a las sucesivas decepciones por parte de la izquierda. Argumenta que las y los activistas que queremos luchar por un cambio desde abajo deberíamos coordinarnos, aquí y ahora, sin importar las siglas de cada persona, en un esfuerzo para convertir las ideas anticapitalistas en luchas amplias y unitarias.

Un mundo en crisis


El mundo está en crisis. La crisis económica —la gran depresión— no ha terminado. Desde el punto de vista de la dirección del PP y del 1% más rico del mundo, las cosas han mejorado bastante, por supuesto. Pero su recuperación viene a expensas de las condiciones de vida de la gran mayoría. Parece que cada declaración de beneficios para los bancos y las grandes empresas va acompañada de nuevas exigencias de sacrificios para la gente trabajadora. Para el 99% de la población, la crisis continúa sin llegar a verse su final.

De todas maneras, se trata de crisis en plural, no sólo de la economía.

El mundo sigue inmerso en guerras imperialistas. Con cada una de las guerras mundiales —la primera, de 1914-18; la segunda, de 1939-45; y la tercera, la guerra fría que terminó, en teoría, con la caída del muro de Berlín en 1989— nos dijeron que sería la última, y que tras ella llegaría una paz permanente, pero es evidente que no ha sido así. Conflictos, grandes y pequeños, estallan por todo el mundo. Ni siquiera ha desaparecido la amenaza de aniquilación total.

La crisis ecológica nos acerca peligrosamente a un punto sin retorno (si es que no lo hemos pasado ya); a un gran salto cualitativo en el cambio climático. No podemos saber con detalle los resultados de esto, sólo que pueden ser catastróficos.

La liberación de las mujeres y de las personas LGBT no sólo no se ha conseguido, sino que en muchos aspectos vamos hacia atrás. Sólo hace falta fijarse en los intentos de restringir aún más el derecho de las mujeres al aborto, o las masivas protestas homófobas en Francia ante la propuesta, muy moderada, de que las personas LGBT tuvieran igualdad de derechos matrimoniales.

En lo que se refiere al racismo y el fascismo, huelga decir que la situación es gravísima. La amplia aceptación de ideas islamófobas, incluso dentro de la izquierda, demuestra que aquí también nos encontramos ante una crisis ideológica.

Y es que, como sabemos, esta crisis generalizada también es política. En la mayoría de Europa, el bipartidismo se hunde. Los años de corrupción e incompetencia cobran factura. Casi todos los partidos establecidos están perdiendo apoyo, con más o menos rapidez (así que los que caen más lentamente celebran "grandes victorias" electorales si consiguen el 25-30%).

Sumado a todo esto, en el Estado español hay un grave problema de nacionalismo, con la campaña españolista (por parte del PP, pero no sólo ellos) contra los derechos democráticos de otras naciones.

La gran pregunta es, en medio de esta crisis grande y polifacética, ¿por qué la izquierda transformadora está en tan mal estado?

Un balance sumarísimo de la izquierda


Sería cansino y bastante negativo intentar explicar todos los fallos de la izquierda. Lo que sigue es un resumen telegráfico (y bastante negativo) de algunos de ellos.

Una parte de la izquierda habla (o hablaba) de gradualmente reformar el sistema, pero el sistema ha acabado deformando a esta izquierda.

Otra parte de la izquierda habla de “comunismo” y “revolución”, pero defiende sin críticas unos regímenes igual de explotadores y opresores que los que combatimos, a la vez que fomenta el culto a la personalidad de sus dirigentes.

Luego hay grupos obsesionados con sus propios programas que a menudo sirven más de excusa para no participar en las luchas reales que para impulsarlas. Estos grupos suelen dedicarse a su autoconstrucción.

Y finalmente hay activistas que, ante este panorama tan poco alentador, pasan de la idea de la organización política y se limitan al trabajo de hormiga en proyectos locales; esto tiene su atractivo, pero no ofrece una salida real a las crisis que vivimos.

La gracia de Podemos, que surgió de manera meteórica el año pasado, fue el saber inspirar a personas de todos estos sectores a verlo como una respuesta a estos problemas. La desgracia es que, con sus escasos 16 meses de vida, ya ha logrado reproducir gran parte de ellos.

¿Cuál es el problema?


Hay factores específicos tras lo que ha pasado en cada sector de la izquierda, en cada país. Pero también hay algunos problemas generales: si queremos dar un paso adelante que sea real y duradero, debemos resolverlos. Aquí se plantean unas ideas al respecto.

Por el socialismo desde abajo. El marxista estadounidense, Hal Draper, escribió en 1960 de “Las dos almas del socialismo”. Dijo que: “A lo largo de la historia de las ideas y de los movimientos socialistas, la fundamental división se da entre socialismo desde arriba y socialismo desde abajo”: el gran error de la izquierda ha sido intentar implementar, de diferentes maneras, el “socialismo desde arriba”. Una sociedad nueva, democrática y autogestionada, no se puede declarar desde arriba, sino que debe basarse en el poder —es decir, la autoorganización— desde abajo.

Con la clase trabajadora real. Algunos sectores de la izquierda sueñan con una “clase obrera” mítica: hombres blancos con monos azules que desfilan ordenadamente bajo banderas rojas (o ikurriñas, o esteladas, según el caso). Otros, al rechazar esta visión, concluyen que la lucha de clases es cosa del pasado, que la clase trabajadora ya no existe (en su obsesión con la “producción inmaterial” se olvidan que sus páginas webs y chats pasan por cables muy materiales, instalados por personas trabajadoras de carne y hueso que incluso pueden hacer huelga. La verdad es que la clase trabajadora es muy real, y mestiza; de diferentes colores, géneros, lenguas, religiones, orientaciones sexuales… y tiene ideas diversas y contradictorias.

Frente a la ideología dominante. Para un sector de la izquierda, la “clase obrera” (la del mono azul) tiene una consciencia de clase casi férrea; si aún no hemos logrado el socialismo es porque nos han traicionado los demás partidos. Para otro sector, la clase trabajadora (una clase cuya existencia se cuestiona, y que se identifica, de nuevo, con el mono azul) está totalmente engañada por Telecinco y demás. Una posición intermedia es que la clase trabajadora puede salvarse si se somete al programa correcto (el de mi partido, claro). El marxista italiano Gramsci, en cambio, insistió en la naturaleza contradictoria de las ideas, incluso de la ideología dominante, que él llamó el “sentido común”. Éste consiste sobre todo en ideas que justifican el sistema. (Hablo más de esto en este artículo, en la sección “El buen sentido de Gramsci”.) Estas ideas son las más extendidas en la sociedad, incluyendo entre la clase trabajadora. Pero, a través de las experiencias de luchas y solidaridad, la gente trabajadora también adquiere elementos de ideas mucho más progresistas. El deber de la izquierda consecuente es intentar fortalecer y sistematizar estas ideas más progresistas, que ya existen dentro de la clase trabajadora, creando así lo que Gramsci llamó “buen sentido”. No se trata de rechazar de pleno y menospreciar de manera sectaria todas las ideas de la gente. Tampoco de simplemente reflejar el conjunto de estas ideas (todo el “sentido común”), porque incluyen muchos elementos racistas, machistas, etc. (Esto es lo que hace el reformismo y, por mucho que hayan leído a Gramsci, lo que también hace la dirección de Podemos.)

Más allá de las siglas. Un elemento frecuente de los intentos de unir a activistas de izquierdas de diferentes procedencias es el choque de siglas. Las dos soluciones típicas son largas negociaciones entre cúpulas para llegar a un "acuerdo prenupcial", o bien el intento por parte de un grupo de simplemente engullir y hacer desaparecer al otro. La opción que se plantea aquí es que las y los activistas que compartimos unos principios básicos vayamos trabajando entorno a éstos, sin pactos, repartos de poder, renuncias, absorciones…

Formas de lucha, no sólo lemas: Estos principios básicos incluirán elementos que ya aparecen en los programas de los grupos existentes de la izquierda. A menudo el problema no es la demanda en sí, sino el hecho de que ésta se convierta en una mera frase de un manifiesto electoral; en una promesa que se abandona al topar con la realidad institucional (pensemos en el gobierno de Syriza). Por tanto, casi más importante que "qué queremos" es cómo nos planteamos conseguirlo. Con una estrategia de lucha colectiva, democrática y participativa, no hay problema si cambiamos nuestras demandas en función de la situación, dado que será nuestra decisión, no la de unos pocos dirigentes.

Es posible una alternativa


Dentro de (¿casi?) todas las opciones de la "izquierda transformadora", hay personas que defienden diferentes versiones de la política desde arriba —excesivamente institucional, sectaria, estalinista…— pero en todas ellas también hay personas que defienden otra visión. Personas que priorizan la lucha social desde abajo, que entienden el papel de la izquierda radical como una parte de esta lucha, intentando tirarla adelante desde dentro, no intentando predicar desde fuera…

Si coincidimos en lo importante, parece lógico intentar trabajar de forma coordinada, en las diferentes localidades, en este sentido, sin más precondiciones.

Para poder colaborar, no necesitamos un programa detallado, pero sí un planteamiento general de cómo nos proponemos trabajar, en contraposición a las maneras de hacer que no nos convencen.

Lo que sigue es un esbozo de lo que podrían ser puntos de consenso; bases y métodos de lucha compartidos. Huelga decir que lo importante no es el detalle (la lista es arbitraria y seguramente me he saltado cosas importantes) sino la propuesta de método.


Algunas cosas que queremos y cómo pensamos conseguirlas

  1. Esta sociedad requiere un cambio fundamental, una ruptura con el capitalismo y con todo lo que esto implica. Este cambio sólo vendrá mediante la movilización social masiva: no vendrá gracias a la acción aislada de unos pocos dirigentes, ya sea mediante armas, argumentos astutos en la TV o la actividad institucional.
  2. La necesidad de esta ruptura no quita importancia a las luchas por reformas; al contrario, en las luchas parciales podemos construir los movimientos, y ganar la confianza, que nos harán falta para llevar a cabo un cambio más grande.
  3. En este mismo sentido, los proyectos locales como cooperativas pueden ser experiencias positivas y productivas, pero no eliminan la necesidad de un cambio más global. Si vas en el Titanic, no basta con crear espacios liberados, hay que tomar el control colectivo de la nave y cambiar su rumbo, antes de que sea tarde.
  4. La actividad electoral, y en su caso institucional, puede ser útil pero siempre debe estar subordinada a la lucha social y contribuir a ella; bajo ningún concepto debe sustituirla. Nos puede ayudar tener a buena gente en las instituciones y en la TV, pero no a expensas de vaciar los movimientos.
  5. Estamos por la solidaridad internacional, pero no entendida como caridad. Somos antiimperialistas, pero no en el sentido de buscar regímenes a los que aplaudir de manera acrítica. Todo esto forma parte de una lucha compartida desde abajo, en el ámbito internacional, pero sobre todo en la región del Mediterráneo. (Esto va en la línea general de la declaración Alliberament99, firmada por un centenar largo de activistas.)
  6. La Unión europea no representa el internacionalismo, sino el capitalismo. Debemos romper con ella, pero para ir en la dirección de más solidaridad internacional, y en base a la lucha desde abajo. No tenemos nada en común con el “euroescepticismo” de la extrema derecha, ni tampoco con los que quieren romper con la UE pensando que el capitalismo local sería mejor.
  7. Apoyamos las luchas obreras, independientemente de las críticas que podamos tener hacia las burocracias sindicales. Favorecemos procesos de unidad y lucha desde abajo, mediante asambleas abiertas, espacios unitarios que involucren a gente trabajadora sin importar su afiliación sindical, como las mareas y, más en general, las Marchas por la Dignidad.
  8. Entendemos que el fascismo y el racismo forman una parte íntegra del capitalismo, pero también entendemos que no se pueden combatir mediante teorías, sino mediante la amplia movilización social. Por ello, apoyamos los movimientos unitarios contra el fascismo y el racismo, cuya efectividad está demostrada. En la situación actual, donde la islamofobia juega un papel parecido al del antisemitismo en los años 30, la izquierda consecuente debe defender sin fisuras los derechos de las personas musulmanas frente a este racismo, tanto en términos generales como, de forma específica, en su derecho a practicar su religión. El laicismo significa igualdad de derechos, no es una excusa para mirar hacia otro lado ante el racismo.
  9. Exigimos la liberación completa de las mujeres y de la gente LGBTI. La liberación no vendrá mediante unas cuantas reformas legislativas dentro del sistema, aunque éstas puedan ser positivas. En última instancia, hará falta acabar con el sistema que genera estas opresiones. Defendemos el derecho de cada grupo oprimido a organizarse como quiera, incluyendo en espacios propios, pero esto no exime al conjunto del movimiento de su responsabilidad de impulsar y participar activamente en la lucha por la liberación, de manera transversal.
  10. Los problemas ecológicos no se solucionarán exigiendo sacrificios individuales ni culpando a la gente de a pie, sino mediante cambios estructurales que, a fin de cuentas, requerirán una ruptura con el modelo capitalista. Mientras tanto, defenderemos propuestas puntuales que promuevan la sostenibilidad, reciclaje, ahorro de energía, etc, pero siempre con una perspectiva social y teniendo presente la necesidad de un cambio global.
  11. En el Estado español existe un grave problema de nacionalismo: sobre todo, de nacionalismo español. La solidaridad entre las luchas y entre la gente combativa de Madrid, Barcelona, Sevilla, Bilbao… pasa por que la izquierda combativa defienda plenamente el derecho a decidir del pueblo catalán, del pueblo vasco y de las otras naciones. No valen evasivas como “todo el mundo debe poder decidir sobre todo”, ni mucho menos atacar al “nacionalismo catalán” mientras se reivindica el patriotismo español. Ahora mismo, la ruptura del Estado español, mediante la autodeterminación y un proceso constituyente, sería positiva para la gente trabajadora de todos los territorios del Estado.
  12. Dentro de Catalunya, también entendemos la independencia como una parte de un cambio social más general, y por tanto entendemos que hay que involucrar en este proceso a sectores mucho más allá de lo que se conoce como “la izquierda independentista”, a la vez que hay que buscar aliados fuera que defiendan los derechos democráticos del pueblo catalán.
  13. Nuestro objetivo es una sociedad basada en el control democrático desde abajo, ecológicamente sostenible, y con la superación de las opresiones. La experiencia demuestra que esto no puede existir como una isla dentro de un mundo capitalista; hace falta un cambio internacional. No nos pueden espantar con advertencias acerca de la URSS; nuestro modelo nada tiene que ver con el sistema opresivo y explotador que existió en el mal nombrado bloque soviético.
  14. Las y los activistas que compartimos estos principios deberíamos coordinarnos, en los diferentes territorios en los que nos encontramos. No deben importar nuestras siglas ni el hecho de participar en una u otra candidatura.

¿Y… ahora qué?


Ésta es una idea, una propuesta; no es un manifiesto cerrado. No propongo declarar un nuevo partido ni mucho menos (¡¡por favor!!) otra candidatura electoral.

El objetivo del texto es decir claramente que tenemos problemas en la izquierda y presentar unas ideas que nos podrían ayudar a solucionarlos. Si tengo razón, y espero que sí, habrá personas en diferentes grupos de la izquierda que compartan (gran parte de) lo que digo. Si es así, estaría bien hablar de qué podemos hacer para poner en la práctica algo que vaya, más o menos, en esta línea. No, insisto, declarar un nuevo partido o candidatura. Sí, empezar a mirar cómo mejorar nuestra actuación coordinada dentro de las luchas sociales.

El reto es encontrar la manera de combinar dos cosas. Por un lado, contribuir a construir movimientos e impulsar luchas amplias, con gente diversa, mucho más allá de la izquierda radical. Por el otro, dentro de estos espacios amplios, no rendirnos a las ideas dominantes, sino defender de manera no sectaria las ideas anticapitalistas: de un cambio fundamental, del fin de las opresiones, de la necesidad de construir un mundo diferente.



Postdata - reflexiones acerca de las primeras observaciones recibidas


Ya existen espacios, en ciernes, que van un poco en la línea que comento. No puedo ni quiero hablar de ellos, sólo hago un par de observaciones. Estos espacios suelen surgir casi por accidente, por un tema puntual, a veces en el marco de batallas organizativas. Esto no es un problema, pero si se quiere ofrecer una alternativa real, una mejor manera de hacer las cosas, y no sólo beneficiar a una candidatura frente a otra (por ejemplo), hay que plantear las cuestiones de fondo, como intento hacer aquí. Si no se analiza el origen de los problemas, se corre el riesgo de reproducirlos, con diferentes caras.

Por otro lado, existen desde siempre grupos informales de activistas, que pueden funcionar como un espacio del tipo que se propone aquí. De nuevo, es normal que existan, pero esto no excluye la necesidad de un espacio más explícito, por diferentes motivos. Por un lado, como en el punto anterior, si no hay un contenido político claro, no hay motivo para pensar que un grupo de amigos acabe actuando mejor que otro. Y digo “amigos” (y no “amistades”, por ejemplo); estos grupos informales suelen surgir en el bar después de una asamblea. Para una persona que tiene cargas familiares ya es bastante complicado conseguir ir a la asamblea; y más raro aún que pueda ir también a tomar algo después. Los grupos informales también “discriminan” a la gente que lleva menos tiempo en el movimiento; los suelen formar personas que se conocen desde hace años. Insisto, no hay nada malo en ello, siempre que esto no sustituya la creación de espacios más transparentes, construidos en base al acuerdo político (de mínimos), no en función de quién puede ir al bar o quién lleva más años en política.

La propuesta es deliberadamente abstracta. No es un manifiesto, sino un texto de análisis (sumarísimo) y una idea acerca de cómo podríamos avanzar. Si levanta interés entre diversas personas se debería ir concretando, pero ya de manera colectiva. Ya se ha planteado la idea de escoger —entre todas las problemáticas existentes— unos pocos temas clave sobre los que se debería intentar impulsar actividad, crear o impulsar movimiento, de manera coordinada.



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