Divisiones y unidad en la izquierda

[Un extracto del libro Rusia 1917: La revolución rusa y su significado hoy, Ed. Tempestad 2007. Ejemplares disponibles de mí a 8 euros. ;-) ]

En la película La vida de Brian, hay una escena donde los tres militantes del “Frente de liberación de Judea” se pelean con los “escisionistas” del “Frente judaico de liberación”.[1] A mucha gente que ha conocido a la izquierda radical, le sonará este tipo de sectarismo.

La separación entre bolcheviques y mencheviques en 1903, por motivos que ni tan siquiera muchos de los participantes tenían claros, parece un buen ejemplo de esta tendencia. Pero, como hemos visto, las diferencias resultaron muy reales. Los mencheviques acabaron apoyando el capitalismo y la guerra, mientras que los bolcheviques lucharon en contra.

Por otro lado, este hecho ha dado lugar a una desafortunada tendencia dentro de la izquierda marxista, la de presentar cualquier pequeña diferencia como una batalla épica entre los auténticos revolucionarios y los futuros traidores. Pero no se puede tomar la posición de Lenin en un momento específico como la eterna respuesta ante cualquier situación. En otros momentos, Lenin abogó por la unidad de la izquierda radical. Los primeros años de la revolución de 1917 nos muestran ejemplos muy valiosos de ella.

Entre 1903 y 1917, Trotski y Lenin estuvieron duramente enfrentados. Incluso pocos días antes de la revolución de febrero de 1917, Lenin escribió en una carta: “¡Ese es Trotski! Siempre fiel a sí mismo: da rodeos, hace trampas, toma una pose izquierdista y ayuda a la derecha en lo que puede”.[2]

Las experiencias de la revolución lograron lo que los debates no consiguieron. Tanto la concepción del partido de Lenin y la oposición de éste hacia los mencheviques, por un lado, como la idea de Trotski de revolución permanente, por otro, fueron confirmadas en la práctica. A la luz de la evidencia de que estaban luchando por lo mismo, tanto Lenin como Trotski empezaron a trabajar por la unidad entre sus respectivas organizaciones. En mayo de 1917, Lenin ganó una votación en una conferencia bolchevique, a favor de unirse con el relativamente pequeño grupo de Trotski, los interdistritalistas.[3] Debido a reticencias por ambos lados —sobre todo entre algunos dirigentes bolcheviques que anteponían las viejas diferencias a la nueva sintonía— la unificación se retrasó hasta julio.[4]

Muchos mencheviques internacionalistas —incluyendo a varios dirigentes y a casi toda la afiliación de uno de sus grupos obreros más importantes— también se pasaron a los bolcheviques.

Con los nuevos afiliados, Lenin defendió una actitud totalmente abierta e integradora, invitándolos a ocupar puestos destacados en el partido. Más tarde comentaría:

El bolchevismo ha sufrido más de una vez divergencias… y pequeñas escisiones… pero en el momento decisivo, en el momento de la conquista del poder… el bolchevismo estuvo unido.[5]

De aquí se desprende que el modelo real que perseguía Lenin era el partido de 1917; la estrecha organización entre 1905 y 1917 fue producto de las circunstancias, no el ideal al que aspirar. Lenin buscaba unir a todas las personas que quisieran luchar dentro de la clase trabajadora por una revolución socialista, en una organización.[6] Desgraciadamente, lo que se ha interpretado demasiadas veces como leninismo ortodoxo ha sido lo inverso a esta definición; “el partido une a todos los revolucionarios, por tanto los que no pertenecen a mi partido, no son revolucionarios”.

Lenin también buscó sumar al partido revolucionario a gente radical del anarquismo y del sindicalismo. En pocos años, tras la revolución, se ganaron al bolchevismo a muchos de los mejores activistas de estos movimientos; individuos como Bill Shatov de los Industrial Workers of the World (IWW, Obreros Industriales del Mundo); militantes destacados del movimiento de delegados de fábrica de Gran Bretaña; al anarquista Victor Serge; y del Estado español, a Andreu Nin y Joaquim Maurín, entonces miembros de la CNT.

La revolución rusa atrajo incluso a activistas de más allá de la izquierda occidental. La Internacional Comunista, o Comintern, que se fundó en 1919, se extendió rápidamente por Asia, incorporando a sus filas a muchos nacionalistas revolucionarios. Al segundo congreso del Comintern, asistieron delegados de 11 países asiáticos, incluyendo a China, Corea, India, Indonesia…[7]

En la izquierda de hoy, con tanta división entre sectores revolucionarios, la herencia de la revolución rusa no debería ser motivo de división entre grupos enfrentados, ni tampoco de largas negociaciones programáticas entre facciones. Realmente, fue un ejemplo acerca de cómo buscar en las luchas reales los puntos compartidos por diferentes activistas radicales —se definan o no de marxistas— y colaborar entorno a ellos. De ahí podría surgir un partido revolucionario que merezca tal nombre.

Pero la superación de las divisiones no se acaba aquí. Más allá de la cuestión de partido, está la cuestión de la unidad en las luchas, en los movimientos, que pueden y deben abarcar fuerzas mucho más dispares. Esto también se encuentra, si se mira, en las experiencias de la revolución rusa.

En los años posteriores a la revolución, Lenin combatió el sectarismo que surgió en los nuevos partidos comunistas. Destacó de la historia del bolchevismo: “su capacidad de ligarse, de acercarse y… de fundirse con las más grandes masas trabajadoras”.[8] Esto implicaba trabajar en movimientos y luchas junto a sectores más moderados. Habló específicamente de los “sindicatos reaccionarios” —lo que hoy llamaríamos los sindicatos mayoritarios— pero el mismo argumento se aplicaría a los soviets, que al principio también estuvieron dominados por los reformistas.

Los activistas actuales que se escudan en la obra de Lenin para negarse a trabajar en los movimientos amplios realmente no siguen su ejemplo. Por supuesto, el trabajo unitario no es fácil: a menudo uno se encuentra en minoría, y a veces se topa con hostilidades. Pero una visión radical no sirve de mucho si sólo se recita entre sus adeptos. La política revolucionaria de verdad se hace al lado de la gente y dentro de sus luchas y movimientos.

Finalmente, en un punto intermedio entre los partidos revolucionarios y el movimiento amplio, están surgiendo, en varios países, nuevos partidos radicales amplios. Los diferentes ejemplos de estos partidos-movimiento van desde Respect en Inglaterra y Die Linke en Alemania, hasta PSOL en Brasil y el Movimiento Amplio de Izquierdas (MAIZ) en Guatemala… Sorprendentemente, también hubo formaciones de este tipo en la época de la revolución rusa, como el Partido Laborista británico en sus inicios.

Éste surgió, a principios del siglo xx, como la organización política del conjunto de los sindicatos, representando a millones de trabajadores. Como dijo Lenin “No es en absoluto un partido, en el sentido habitual de la palabra”.[9] Frente a las dudas de muchos activistas británicos, Lenin defendió que los comunistas debían participar en el partido laborista, igual que en otros movimientos amplios, siempre bajo la condición de que conservasen su libertad de crítica y su propia política. En realidad, debido a su inexperiencia, el nuevo partido comunista británico no fue capaz de seguir este consejo, y vaciló entre actitudes sectarias y el abandono de los principios. Huelga decir que el Partido Laborista, con los años, cambió su naturaleza totalmente.

De todas formas, no se trata de aplicar a rajatabla las palabras de Lenin en la actualidad, sino de ver que no existe ninguna justificación en la experiencia de la revolución rusa para negarse, por sistema, a colaborar en estos nuevos partidos amplios.

 

[1] La vida de Brian, dirigida por Terry Jones de Monty Python, 1979.

[2] Cartas de Lenin a Inessa Armand, de 22/01/1917 y 19/02/1917, en Lenin, OC, t. 49, pág. 430. y pág. 449.

[3] “El problema de la unión de los internacionalistas”, en Lenin, OC, t. 32, pág. 121.

[4] Ver Isaac Deutscher, The prophet armed, Oxford 1954, pp. 256-259 y pág. 269.

[5] Lenin, OC, t. 39, pág. 225.

[6] Ver Pierre Broué, Historia del partido bolchevique, cap. IV, disponible en www.marxists.org.

[7] Las actas del congreso están disponibles en inglés, en www.marxists.org.

[8] “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo”, pág. 7.

[9] Lenin, OC, t. 41, pág. 270.

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