Afganistán: contra la ocupación

Muchos mitos rodean la ocupación de Afganistán, partiendo de la misma negación de que se trata, efectivamente, de una ocupación militar. David Karvala explica por qué se deben retirar las tropas de ese castigado país.

La guerra humanitaria

Según el ministro de Defensa, José Antonio Alonso, las tropas españolas desplegadas en Afganistán no están cumpliendo una “tarea bélica”, sino una misión de Naciones Unidas para la reconstrucción del país.
Los gobiernos francés y alemán, entre otros, intentan convencernos, con el mismo argumento, de que su presencia militar en Afganistán representa una ayuda humanitaria a la población, en contraste con la brutal ocupación de Irak.

Su posición se basa en dos argumentos distintos. Primero, que la presencia de las tropas de la OTAN en Afganistán se justifica bajo las resoluciones de la ONU.
Pero las resoluciones clave de la ONU respecto a Afganistán, votadas pocos días después del 11-S, no justificaron la invasión de Afganistán. La ocupación se aprobó retrospectivamente, con la creación de la ISAF, la “Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad” en diciembre de 2001. Y esta decisión se justificó con el apoyo de “las autoridades afganas”; o sea, del gobierno instalado por la invasión.
De todas formas, la ONU está lejos de representar la justicia internacional. Más bien, representa el balance de fuerzas e intereses de cada momento entre las grandes potencias que tienen poder de veto.
El otro argumento es que, a cambio de las tropas de EEUU, Gran Bretaña y Canadá, las tropas españolas, igual que las francesas y alemanas, no participan en el conflicto, sólo en la reconstrucción.

Lo llaman reconstrucción y no lo es

Según el informe Afghanistan Inc, de la periodista afgana Fariba Nawa: “Jean Mazurelle, director en Kabul del Banco Mundial, estima que entre el 35 y el 40 por ciento de toda la ayuda internacional enviada a Afganistán es «malgastada.… En Afganistán el despilfarro de la ayuda es astronómico: hay un auténtico robo ocurriendo.».” Bajar el informe en PDF (en inglés, 900KB)
Básicamente, la reconstrucción consiste en que empresas occidentales, principalmente estadounidenses, se llevan enormes ayudas, una pequeña parte de las cuales pasa a empresas subcontratadas para que hagan obras inútiles.
Todos los indicios de desarrollo humano están por los suelos: Afganistán está en la posición 175 de 177 del índice de desarrollo de la ONU. Sólo por dar una cifra: dos de cada 10 niños afganos mueren antes de llegar a los 5 años. Pero Kabul ahora tiene un centro comercial, con electricidad 24 horas al día, escaleras mecánicas y tiendas de lujo.
Una extenso estudio escuchó las siguientes quejas, motivos de descontento popular: muertes de civiles a manos de las fuerzas de ocupación; la erradicación del cultivo del opio, cuando los campesinos dependen de esta cosecha para poder alimentar a sus familias; la falta de desarrollo y de servicios básicos; la percepción de que el gobierno de Karzai es un títere de los países extranjeros...
Y este estudio lo llevó a cabo la asesoría en contrainsurgencia Senlis, que quiere fortalecer la ocupación de Afganistán. Concluyeron que una parte importante de la resistencia armada a las tropas consiste en personas corrientes, hartas de esta situación, que nada tienen que ver con los talibanes. Aun así, cualquier víctima de las fuerzas de ocupación es catalogada como talibán.
De hecho, el caos que vive el país —entre la violencia y el simple abandono— significa que algunos incluso prefieran la vuelta de los talibanes, y que algunos jóvenes vayan a luchar con ellos.

Por la retirada de las tropas

Diga lo que diga Alonso, Zapatero y los demás, el papel de las fuerzas españolas en Afganistán es inseparable de lo que está pasando en el resto del país.
Las tropas de EEUU y de sus aliados en la campaña “Libertad duradera” atacan y bombardean a los afganos; principalmente en el sur del país, pero ahora también en el oeste, donde están los soldados españoles. Ya han empezado a morir soldados europeos de la “reconstrucción”, demostrando que los afganos los ven como lo que son: parte de la ocupación.
La reconstrucción no es neutral, sino que se lleva a cabo bajo un gobierno instalado por EEUU y que no representa a los afganos.
El presidente Karzai es un ex empleado de la petrolera estadounidense UNOCAL. En 2002, él firmó con esta misma empresa un contrato para la construcción —con dinero de la ayuda internacional— de un oleoducto en Afganistán.
Otros miembros del nuevo gobierno “democrático” son antiguos señores de la guerra, que son tan o más opresivos que los talibanes. No es casualidad que la liberación de las mujeres que iba a seguir a la invasión no haya llegado.
Evidentemente, Afganistán es un país con muchos problemas. Pero éstos se deben principalmente a las sucesivas intervenciones militares por parte de las grandes potencias. Argumentar que “sin las tropas no podrían llevar adelante a su propio país” es paternalismo, si no racismo.
Los mismos principios de libertad y justicia, que dice defender el gobierno de Zapatero y que dictaron la retirada de Irak, deben aplicarse en Afganistán.
La presencia española quizá no sea la más importante en Afganistán, pero su retirada sería la única contribución positiva que pueden hacer para este desafortunado país.

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