Rusia fuera de Chechenia

Artículo por David Karvala y Oriol Teixidó, aparecido en En Lucha, Nº 48 febrero de 2000.

En Chechenia, al igual que en Kosovo o Irak, un nuevo modelo de guerra está siendo utilizado. Bajo una flamante nomenclatura, “bombardeos selectivos”, “objetivos militares”, “bombas inteligentes” se esconde la destrucción de carreteras, puentes, redes eléctricas y de comunicaciones, fábricas e incluso hospitales y escuelas.

En 1991 George Bush lo aclaró por si quedaba alguna duda “Hay que bombardear Irak hasta que vuelva a la Edad de Piedra”. Ejércitos tan poderosos (y en teoría bien preparados) acaban recurriendo a métodos que producen sufrimiento y muerte entre la población civil.



La explicación está por encima de los ejércitos y de los estados: ¿existe un mejor negocio que la reconstrucción de la infraestructura de un país devastado? Sí, existe uno, fabricar el armamento necesario para destruirlo. En cualquiera de los dos casos son las grandes potencias las que se reparten el pastel.
Parece que esta vez (al contrario que en 1996) Rusia intenta seguir los pasos de la OTAN. Bombardea sistemáticamente los centros de resistencia chechena, mantiene el control sobre los medios de comunicación en la zona, e informa de los civiles muertos a consecuencia de sus bombardeos y del bloqueo de comida y medicinas, mediante los ya conocidos eufemismos “daños colaterales”.
Por el momento, aquellos que consiguen huir son la única fuente de información no controlada por Moscú.
Explican como tuvieron que sobrevivir en una Grozny sitiada durante más de 3 meses: “La gente come perros y gatos; los muertos y heridos yacen en la calle”.
Otros no tuvieron “tanta suerte”. Supervivientes de la matanza de Alján-Yurt (pueblo totalmente arrasado por el ejército federal) explican como los soldados asesinaban en plena calle, saqueaban, lanzaban granadas a los sótanos donde se ocultaban las familias o las quemaban en sus propias casas.
Oficialmente, el Kremlin asegura que se trata de una operación antiterrorista. Según ellos son “grupos terroristas” los responsables de los sangrientos atentados como los acaecidos en ciudades rusas (hechos todavía no esclarecidos).
Por el contrario, las imágenes muestran que se trata de una guerra contra la totalidad del pueblo checheno. La causa no es otra que el imperialismo ejercido desde Moscú.
Un imperialismo que ha ido creciendo a medida que crecían los intereses económicos.
Un imperialismo que sufrió un duro golpe en 1996 y que se ha visto rearmado gracias al ejemplo dado por la OTAN en Kosovo.
Un imperialismo que ve como Rusia tiene cada vez un menor peso político y económico en el mundo.
Un imperialismo que desea seguir manteniendo su control sobre las riquezas naturales del Cáucaso (principalmente petróleo y gas) y un importante punto de salida del crudo del Mar Caspio (no en vano por Grozny pasa un importante oleoducto).
La guerra en Chechenia no es más que un ejemplo de política imperialista: Política respaldada por los gobiernos occidentales (“se trata de un problema interno de Rusia”) y justificada por otros precedentes como Irak o Kosovo.
Una victoria del ejército ruso no hará sino incrementar el poder de los sectores más nacionalistas.
Éstos consideran que las fronteras naturales de Rusia no se diferencian demasiado de la extinta Unión Soviética. No se trata pues de un acto aislado. Del resultado de esta campaña militar depende el futuro de cualquier otro territorio de la región que no acepte los mandatos de Moscú.
La duración del conflicto no está únicamente en manos de los defensores chechenos. Está también en manos del pueblo ruso. En 1996 fueron las presiones interiores (manifestaciones de Madres de Soldados, insubordinaciones de algunos oficiales) las que ayudaron enormemente a acabar con aquel primer intento de invasión.
Actualmente, ya se están produciendo movimientos que denuncian las mentiras del gobierno ruso. Es por ello que la responsabilidad es también nuestra.
Nada podemos esperar de nuestros gobernantes. Nada podemos esperar de grandes organismos internacionales.
Somos nosotros desde aquí los que debemos hacer oír la verdad de Chechenia.

Chechenia y Rusia: Una historia de represión

Chechenia es una pequeña república del Cáucaso, cordillera que recorre de occidente a oriente la franja entre el Mar Negro y el Mar Caspio.
Está habitada por alrededor de un millón de personas.
El Cáucaso siempre ha sido una zona de vital importancia estratégica para los dirigentes rusos, quienes han sometido al pueblo checheno a repetidas olas de represión durante los dos últimos siglos.
¨ El imperio ruso conquistó el Cáucaso en los siglos XVIII y XIX, pero durante todo el siglo XIX, Rusia fue incapaz de someter a los chechenos, quienes llevaron a cabo varias sublevaciones.
¨ 1917: la revolución estalla en Rusia. Chechenia y otros estados caucásicos reciben algunas medidas de independencia.
Pero la revolución rusa queda aislada. Stalin toma el poder, aplasta la revolución, y establece un nuevo régimen brutal. Utiliza todos los métodos de los zares para sojuzgar al pueblo para así convertir a Rusia en una potencia mundial.
¨ 1944: Stalin deporta a toda la población chechena, unas 500.000 personas.
Los soldados chechenos vuelven de la Segunda Guerra Mundial para encontrar que a sus familias se las habían llevado en vagones de ganado a las tierras congeladas de Kazajstán.
Uno de cada tres chechenos no sobrevive a ese invierno.
¨ 1957: el sucesor de Stalin, Jruschev, permite a los chechenos volver a casa. Pero no les permite hablar de las deportaciones hasta 1989.
¨ 1991: la Unión Soviética se desintegra. Chechenia se separa de Rusia y declara la independencia. El líder ruso Mijail Gorbachov y su sucesor, Boris Yeltsin, son incapaces de ganar el control de la república.
¨ 1994: Yeltsin ordena a las tropas rusas a ocupar la capital chechena, Grozny, el 11 de diciembre. Finalmente toman la ciudad en marzo de 1995, tras la muerte de más de 20 mil civiles.
La resistencia chechena continúa luchando durante los dos años siguientes, y las últimas tropas rusas son obligadas a dejar Chechenia en enero de 1997.
Chechenia ha permanecido como república independiente de facto durante los últimos tres años.
La guerra ha devastado el país. Casi toda la industria ha sido destruida, y alrededor de dos tercios de la población ha perdido sus casas.

Integrismo e imperialismo

Algunas personas, incluyendo a muchos que se opusieron a los ataques de la OTAN a Serbia, dicen que no les gusta lo que está haciendo Rusia en Chechenia, pero que tampoco pueden apoyar a una guerrilla integrista.
Destacan el papel del integrismo en Afganistán, y la tragedia que ha significado para las mujeres de ese país el ascenso de los talibanes. Por lo tanto, prefieren callarse ante la agresión rusa.
Decididamente, cualquier persona progresista está en contra de la exclusión sistemática de las mujeres del trabajo, de los estudios, de hecho de toda la vida pública, que ha sido llevada a cabo por el nuevo régimen en Afganistán. Por esto, nos oponemos a las ideas del integrismo.
Sin embargo, la cosa no acaba aquí.
Primero, hay que entender por qué el integrismo ha ganado apoyo en Chechenia. Han sido las continuas agresiones rusas, y la consecuente devastación material y social, la que ha llevado a tantos chechenos a buscar apoyo en la religión, y en la guerrilla chechena, que parecía ser su único defensor. Permitir, con nuestro silencio, que siga la invasión rusa, sólo fortalecerá las ideas integristas.
Segundo, no deberíamos creer que la intervención rusa tenga algo que ver con el progreso frente a ideas reaccionarias, sino que es claramente una intervención imperialista.
Del mismo modo, ni Sadam, el dirigente de Irak, ni Milosevic, de Serbia, son demócratas, pero las intervenciones occidentales contra Irak y Serbia no tuvieron nada que ver con la democracia, y los que las condenaron tenían razón.
El Estado ruso no tiene ningún problema con la opresión de las mujeres, o incluso con la ley islámica, siempre que no se perjudiquen sus propios intereses (en esto es igual que los gobiernos occidentales, que nunca levantan la voz contra las brutalidades cometidas en el nombre del Islam en Arabia Saudita, porque su régimen es pro-occidente).
Además, en cuanto a religiones reaccionarias, la iglesia ortodoxa tiene cada vez más apoyo del Estado ruso, y juega un papel cada vez más importante en el país. Ninguna religión es, en sí, más o menos reaccionaria que otra.
¿Qué significa esto en el caso de Rusia y la guerrilla chechena?
La posición marxista fue resumida por Lenin con las palabras, “apoyo sin condiciones, pero no sin críticas”.
Con esto quería decir que si un pueblo estaba luchando contra el imperialismo, la izquierda no tenía que decir, “les apoyaremos si firman nuestro programa, si están de acuerdo con nuestra política”, sino, “les apoyamos en su lucha”.
Pero la segunda parte es vital. Precisamente porque elementos muy dispares pueden encontrarse enfrentados con las grandes potencias, pocas veces tendrán políticas consistentemente progresistas. Por esto, es esencial que la izquierda explique cuáles son los problemas con las políticas estrechamente nacionalistas o, como en este caso, integristas.
La verdad es que, en el caso checheno, hay poca cosa que podemos hacer desde el Estado español. Sin embargo, es el momento en que deberíamos insistir en varios aspectos de importancia general.
Primero, que estamos en contra de las intervenciones imperialistas, vengan de donde vengan, y vayan contra quienes vayan. Segundo, que los que luchan a menudo tendrán ideas confusas; nuestro papel es entender por qué es así, y discutir con ellos, para así tener más posibilidades de ganar.

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